CUANTO más se profundiza en la decisión del Gobierno de conceder el
tercer grado a Uribetxeberria Bolinaga, más elementos de juicio se
encuentran para oponerse a esa decisión. Es demoledora, en ese sentido,
la información que hoy desvelamos: cada tres días, un preso en similares
circunstancias a las de Bolinaga muere en las cárceles del país. Es un
gravísimo error que Instituciones Penitenciarias haya concedido
históricamente un trato diferenciado a los etarras, porque esa
distinción ayuda a los terroristas y a quienes les apoyan a construir el
relato de que los miembros de la banda no son delincuentes comunes.
La presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagaza, criticó ayer con razón la concesión del tercer grado a Bolinaga y la calificó de «burla al sistema», por cuanto ni existe arrepentimiento ni ha condenado los crímenes de ETA. Al contrario, cabría añadir, se está demostrando que el secuestrador y carcelero de Ortega Lara sigue integrado en la estrategia de la banda y forma parte de una acción concertada y dirigida por ésta para exigir la puesta en libertad de los presos.
Si el miércoles Bolinaga cerraba su comunicado con el lema «adelante la pelota» -con el que los etarras animan a seguir empuñando las armas-, ayer, en una marcha en Bilbao convocada por la izquierda abertzale, se leyó una carta suya en la que decía: «El proceso está bien encaminado. Tenemos que seguir así...».
El aplauso y las muestras de apoyo que recibió Bolinaga en ese acto deleznable, en el que participaron varios dirigentes de Bildu, son un desafío a la Audiencia Nacional -que había prohibido una marcha similar- y una humillación a las víctimas. Algunas de ellas hablan hoy en Crónica, como la hija de un guardia civil de 28 años al que Bolinaga asesinó a tiros por la espalda en 1985. Beatriz Leal, que entonces era una niña, asegura que a su padre «le siguen matando 27 años después» quienes «se manifiestan por las calles justificando sus crímenes, apoyando sus causas».
Todos estos datos deberían servir a la Fiscalía y al juez para no ir un paso más allá del tercer grado con Bolinaga. Lo lógico sería poner restricciones a su excarcelación, de forma que no obtuviera de forma automática la libertad condicional. Más aún cuando no cumple los requisitos para ello y su final no es inminente, según constatan los informes médicos. Hay que recordar que un tercio de los presos enfermos terminales murireron en prisión sin acceder siquiera a los beneficios del tercer grado.
La presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagaza, criticó ayer con razón la concesión del tercer grado a Bolinaga y la calificó de «burla al sistema», por cuanto ni existe arrepentimiento ni ha condenado los crímenes de ETA. Al contrario, cabría añadir, se está demostrando que el secuestrador y carcelero de Ortega Lara sigue integrado en la estrategia de la banda y forma parte de una acción concertada y dirigida por ésta para exigir la puesta en libertad de los presos.
Si el miércoles Bolinaga cerraba su comunicado con el lema «adelante la pelota» -con el que los etarras animan a seguir empuñando las armas-, ayer, en una marcha en Bilbao convocada por la izquierda abertzale, se leyó una carta suya en la que decía: «El proceso está bien encaminado. Tenemos que seguir así...».
El aplauso y las muestras de apoyo que recibió Bolinaga en ese acto deleznable, en el que participaron varios dirigentes de Bildu, son un desafío a la Audiencia Nacional -que había prohibido una marcha similar- y una humillación a las víctimas. Algunas de ellas hablan hoy en Crónica, como la hija de un guardia civil de 28 años al que Bolinaga asesinó a tiros por la espalda en 1985. Beatriz Leal, que entonces era una niña, asegura que a su padre «le siguen matando 27 años después» quienes «se manifiestan por las calles justificando sus crímenes, apoyando sus causas».
Todos estos datos deberían servir a la Fiscalía y al juez para no ir un paso más allá del tercer grado con Bolinaga. Lo lógico sería poner restricciones a su excarcelación, de forma que no obtuviera de forma automática la libertad condicional. Más aún cuando no cumple los requisitos para ello y su final no es inminente, según constatan los informes médicos. Hay que recordar que un tercio de los presos enfermos terminales murireron en prisión sin acceder siquiera a los beneficios del tercer grado.
epsimo y EL MUNDO
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