Los ciudadanos españoles estamos enfadados, muy enfadados.
Las masivas movilizaciones del pasado jueves 19 de julio son un
indicativo del creciente descontento que existe entre la población.
Hasta ahora, los gobiernos de Zapatero y Rajoy han aprobado los
sucesivos recortes sociales sin demasiada oposición social, pero parece
que esto no va a seguir siendo así.
Ante esta situación, UGT y CCOO se han lanzado, de nuevo, a hacer lo que mejor saben: tratar de sacar algún tipo de rédito de todo esto.
Por eso, el pasado 19 de julio fueron los primeros en coger la pancarta
y proclamar su descontento con los ajustes, intentando liderar las
protestas.
El problema es que los sindicatos de clase no han entendido nada…
La sociedad española está enfadada, pero este enfado no se limita a la
clase política, sino que se extiende a todos aquellos que nos han
conducido a la situación en la que ahora estamos. No hace falta decir
que los sindicatos de clase españoles están incluidos en este grupo: su
inmovilismo, su connivencia con el poder político, su incapacidad para
negociar y su discurso trasnochado han destruido miles de puestos de
trabajo en los últimos años. Y, lo peor de todo, lo han hecho sin dar
ejemplo, con todo tipo de prácticas abusivas y una total falta de
transparencia.
Recientemente, La Razón publicaba un artículo titulado Los líderes sindicales ocultan sus salarios,
donde se criticaba duramente a Méndez y Toxo por su reticencia a hacer
públicas sus retribuciones y a someter a una auditoria las subvenciones
de los impuestos que reciben, pese a que han tenido muchas oportunidades
para hacerlo. Actitudes como ésta son las que han enfadado a la
población española, cansada de que algunos traten de mantener sus
privilegios mientras 5 millones de personas se levantan cada día sin un
empleo.
Pero todo esto a UGT y CCOO les da igual
y sus líderes son capaces de unirse a los trabajadores en las protestas
sin que se les caiga la cara de vergüenza. Y hasta se extrañan de que los trabajadores les increpen por su comportamiento, como ocurrió el pasado 19 de julio durante las manifestaciones en Madrid.
Está claro que es necesario cambiar
muchas cosas para que España vuelva a la senda del crecimiento
económico. Lo que no entendemos es por qué estos cambios no llegan a los
sindicatos de clase, organizaciones que se comportan como si
estuviéramos en el siglo XIX y con privilegios de ese mismo siglo.
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