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LA PRIMA de riesgo volvió a dispararse ayer hasta los 539 puntos
mientras el Ibex 35 cerraba con una caída del 3%. La paradoja es que esa
reacción negativa de los mercados se produjo el mismo día en el que el
Banco Central Europeo (BCE) anunciaba una bajada del precio del dinero a
mínimos históricos: el 0,75%.
El BCE adoptó además la medida de dejar de remunerar sus depósitos para inyectar liquidez a los mercados. Todo fue en vano porque Mario Draghi afirmó que «el crédito depende de factores nacionales», pero no dijo ni una sola palabra sobre lo que se esperaba: el compromiso de que la entidad va a seguir comprando deuda de los Estados a los bancos cuando sea necesario. Esa omisión provocó una fuerte reacción negativa de los inversores.
La prima de riesgo subió 30 puntos en Italia y 43 puntos en España, que al emitir deuda a 10 años tuvo que pagar ayer un 6,4%, por encima de los títulos colocados por la intervenida Irlanda, que volvía a los mercados de capitales.
Hace poco tiempo, una bajada de los tipos como la de ayer habría sido recibida con euforia por los inversores. Pero ocurrió todo lo contrario porque existe un fuerte pesimismo sobre la recuperación de la economía europea.
Ninguna medida institucional o de política convencional está sirviendo para detener esta espiral bajista que se ha acentuado en esta primera mitad del año. Es lo que sucedió el pasado 9 de junio con el acuerdo de la Eurozona para rescatar a los bancos españoles. La cotización de los bancos repuntó ligeramente y luego se hundió, al igual que la prima de riesgo. Una semana después, la victoria conservadora en Grecia parecía despejar el horizonte del euro, pero la alegría duró muy poco. Y, por último, el acuerdo de la cumbre de Bruselas del pasado vierres parecía que iba a dar un fuerte impulso al euro. Tampoco ha sido así.
Draghi sugirió ayer que el BCE no tiene una varita mágica y que debe ser cada país el que solucione sus problemas. Es una verdad a medias, pero la intencionalidad de sus palabras apunta a ejercer una presión sobre Italia y España para que lleven a cabo nuevos ajustes.
En este sentido, puede interpretarse que la subida de la prima de riesgo y la caída de la Bolsa expresan el temor de que el plan que va a aprobar el Gobierno el próximo día 13 no sea lo suficientemente contundente para devolver a confianza a los mercados. Desde hace unos días, han surgido todo tipo de especulaciones tanto sobre las medidas concretas del plan de Rajoy como sobre la cuantía del recorte. Lo cierto es que el Gobierno está estudiando diversos escenarios y todavía no ha decidido nada. Habrá que esperar a que se concreten esas iniciativas entre las que pueden estar una subida del IVA y un recorte del personal contratado de las Administraciones Públicas -la vicepresidenta instó ayer a las autonomías a cerrar miles de empresas superfluas-, pero a nadie se le escapa que el Gobierno se juega mucho en este envite. Ojalá acierte porque, si no, el mes de agosto puede ser infernal.
El BCE adoptó además la medida de dejar de remunerar sus depósitos para inyectar liquidez a los mercados. Todo fue en vano porque Mario Draghi afirmó que «el crédito depende de factores nacionales», pero no dijo ni una sola palabra sobre lo que se esperaba: el compromiso de que la entidad va a seguir comprando deuda de los Estados a los bancos cuando sea necesario. Esa omisión provocó una fuerte reacción negativa de los inversores.
La prima de riesgo subió 30 puntos en Italia y 43 puntos en España, que al emitir deuda a 10 años tuvo que pagar ayer un 6,4%, por encima de los títulos colocados por la intervenida Irlanda, que volvía a los mercados de capitales.
Hace poco tiempo, una bajada de los tipos como la de ayer habría sido recibida con euforia por los inversores. Pero ocurrió todo lo contrario porque existe un fuerte pesimismo sobre la recuperación de la economía europea.
Ninguna medida institucional o de política convencional está sirviendo para detener esta espiral bajista que se ha acentuado en esta primera mitad del año. Es lo que sucedió el pasado 9 de junio con el acuerdo de la Eurozona para rescatar a los bancos españoles. La cotización de los bancos repuntó ligeramente y luego se hundió, al igual que la prima de riesgo. Una semana después, la victoria conservadora en Grecia parecía despejar el horizonte del euro, pero la alegría duró muy poco. Y, por último, el acuerdo de la cumbre de Bruselas del pasado vierres parecía que iba a dar un fuerte impulso al euro. Tampoco ha sido así.
Draghi sugirió ayer que el BCE no tiene una varita mágica y que debe ser cada país el que solucione sus problemas. Es una verdad a medias, pero la intencionalidad de sus palabras apunta a ejercer una presión sobre Italia y España para que lleven a cabo nuevos ajustes.
En este sentido, puede interpretarse que la subida de la prima de riesgo y la caída de la Bolsa expresan el temor de que el plan que va a aprobar el Gobierno el próximo día 13 no sea lo suficientemente contundente para devolver a confianza a los mercados. Desde hace unos días, han surgido todo tipo de especulaciones tanto sobre las medidas concretas del plan de Rajoy como sobre la cuantía del recorte. Lo cierto es que el Gobierno está estudiando diversos escenarios y todavía no ha decidido nada. Habrá que esperar a que se concreten esas iniciativas entre las que pueden estar una subida del IVA y un recorte del personal contratado de las Administraciones Públicas -la vicepresidenta instó ayer a las autonomías a cerrar miles de empresas superfluas-, pero a nadie se le escapa que el Gobierno se juega mucho en este envite. Ojalá acierte porque, si no, el mes de agosto puede ser infernal.
epsimo y EL MUNDO
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