El acoso a Rjoy es perjudicial para toda la UE
COMPRAR LETRAS del Tesoro a 12 meses al 5,07% con una inflación del 1,9% es
una buena inversión, pues no se espera que el Estado español quiebre
de aquí a un año. Venderlas, sin embargo, es un negocio ruinoso porque
el coste de esos intereses se come cualquier economía. Pues éste es el
precio que tuvo que pagar ayer el Tesoro para conseguir que los
inversores acudieran a la subasta; la primera que se celebraba con la
rentabilidad del bono a 10 años por encima del 7%.
La colocación de ayer es la plasmación de la triste realidad en la que se encuentra la economía española, que tiene al Gobierno un tanto desconcertado. Nadie esperaba que tras la más profunda reforma laboral de la democracia, encaminar el saneamiento del sector financiero o empezar a poner orden en las cuentas públicas fijando el límite del déficit público en la Constitución, los mercados fueran a dar la espalda de tal forma al más decidido empeño de acercar nuestro sistema económico al de los socios europeos.
Sin embargo, es un hecho que estamos peor que hace seis meses, las reformas han quedado en un segundo plano -ni los sindicatos hablan ya de la reforma laboral- y el país se debate al borde de la intervención. Además, parece como si el Gobierno estuviera siendo abandonado a su suerte incluso por quienes más deberían apoyarle en ese afán modernizador. Es llamativo que durante estos días críticos para la deuda española no hayamos oído ni una sola palabra de apoyo por parte de Angela Merkel o de Mario Draghi, sin ir más lejos.
La colocación de ayer es la plasmación de la triste realidad en la que se encuentra la economía española, que tiene al Gobierno un tanto desconcertado. Nadie esperaba que tras la más profunda reforma laboral de la democracia, encaminar el saneamiento del sector financiero o empezar a poner orden en las cuentas públicas fijando el límite del déficit público en la Constitución, los mercados fueran a dar la espalda de tal forma al más decidido empeño de acercar nuestro sistema económico al de los socios europeos.
Sin embargo, es un hecho que estamos peor que hace seis meses, las reformas han quedado en un segundo plano -ni los sindicatos hablan ya de la reforma laboral- y el país se debate al borde de la intervención. Además, parece como si el Gobierno estuviera siendo abandonado a su suerte incluso por quienes más deberían apoyarle en ese afán modernizador. Es llamativo que durante estos días críticos para la deuda española no hayamos oído ni una sola palabra de apoyo por parte de Angela Merkel o de Mario Draghi, sin ir más lejos.
El
Ejecutivo pelea contra muchos y lo acabamos de ver en esta cumbre del
G-20, en la que España ha asumido todo el protagonismo por el rescate
del sistema bancario, que se está convirtiendo en un calvario para
Rajoy. Merkel afirmó ayer que las entidades que operan con «déficit de
capital» desestabilizan los mercados y añadió que el G-20 ha urgido a
Rajoy para que solicite cuanto antes la ayuda prometida por el Eurogrupo
el pasado 9 de junio por importe de hasta 100.000 millones de euros
para sanear los bancos españoles. Pero Merkel y sus acólitos de la
Europa rica quieren que España la pida sin conocer las condiciones del
crédito, en especial si se va a considerar deuda preferente de pago en
una eventual quiebra, lo que supondría la inmediata huida del resto de
los inversores que operan en el mercado. Tiene razón el G-20 al decir
que esa incertidumbre es la que eleva la tensión sobre la prima de
riesgo española, y es causa de que ésta se haya distanciado respecto a
la italiana.
Precisamente evitar que el rescate bancario estigmatice la deuda soberana española es el reto principal que tiene el Gobierno en esta cumbre y debemos apoyar ese empeño. Aunque el Ejecutivo no ha estado demasiado diligente en la comunicación y en la gestión posterior al anuncio del rescate, no es de recibo que Merkel trate de arrinconarle exigiendo condiciones difícilmente aceptables para el eurocrédito. El final de ese acoso puede ser el rescate de toda nuestra economía y eso significaría, con toda probabilidad, el fin de la Eurozona como está hoy concebida.
Precisamente evitar que el rescate bancario estigmatice la deuda soberana española es el reto principal que tiene el Gobierno en esta cumbre y debemos apoyar ese empeño. Aunque el Ejecutivo no ha estado demasiado diligente en la comunicación y en la gestión posterior al anuncio del rescate, no es de recibo que Merkel trate de arrinconarle exigiendo condiciones difícilmente aceptables para el eurocrédito. El final de ese acoso puede ser el rescate de toda nuestra economía y eso significaría, con toda probabilidad, el fin de la Eurozona como está hoy concebida.
epsimo y EL MUNDO
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