domingo, 20 de mayo de 2012

Nuestros errores son armas para quienes nos cuestionan
































LA SORPRENDENTE aparición de un déficit oculto en dos autonomías emblemáticas para el Partido Popular, Madrid y la Comunidad Valenciana, es mucho más que un sobresalto. Si a esto se une la crisis de Bankia y la más que discutible gestión de las instituciones en el itinerario de su nacionalización, podemos entender por qué a España le cuesta cada vez más quitarse el sambenito de nación periférica de Europa -adjetivo que no tiene nada que ver con la geografía-. Ejemplos como los dos anteriores muestran cómo a veces la realidad pone en su sitio las mejores intenciones. Porque, en definitiva, sólo son intenciones o, para ser más exactos compromisos, los anunciados ajustes a futuro del déficit por parte de la Administración central y de las comunidades autónomas, o una reforma de sistema financiero realizada mediante exigencias de nuevas provisiones a las entidades.
Pero es peligroso no darse cuenta de que errores como los de estas semanas son las armas que emplean nuestros adversarios e, incluso, nuestros socios, si no para atacarnos, al menos sí para defender sus propios intereses estimulando la desconfianza hacia la economía española. Por ejemplo, el nuevo desvío de las cuentas autonómicas es mucho más grave desde el punto de vista de la repercusión en la imagen de España que de su influencia en el déficit público, porque esta descontado en los nuevos planes de ajuste.


François Hollande da muestras de ser otro inconsistente como ZP
Ese interés por cuestionarnos lo palpamos el mismo viernes por la noche cuando el nuevo presidente francés, François Hollande, afirmó antes de iniciarse la cumbre del G-8, y sabiendo la repercusión mundial que tiene este foro, que sería «deseable» que la banca española se recapitalizase acudiendo al fondo de rescate europeo. Fue una forma de devolver a Mariano Rajoy su frialdad con él durante el proceso electoral galo. Pero, sobre todo, fue un movimiento de Hollande para demostrar al mundo que las recetas del ajuste, defendidas por Sarkozy y aplicadas por Rajoy, no sirven para solucionar la crisis económica, sino que hacen falta políticas de estímulo. Además, tampoco hay que descartar que Hollande pretenda allanar el camino para que los bancos franceses que lo precisen puedan acudir directamente a esos fondos europeos si, por ejemplo, un agravamiento de la crisis griega pone en riesgo flagrante sus balances.
Pero al margen de estos escarceos que podemos considerar coyunturales, la mejor forma de analizar lo sucedido en España en estas dos últimas semanas es preguntarnos si Bankia y las últimas desviaciones de los déficits autonómicos son el final del ingente proceso de limpieza y de reformas de la economía que emprendió el Gobierno popular el 30 de diciembre de 2011 o, por el contrario, nuevos síntomas de que no hay nada que hacer, de que ya sólo queda tirar la toalla y admitir, desgraciadamente, que España está ahora más cerca de Grecia que del núcleo central de la UE.

Sinceramente, estamos convencidos de que nos encontramos en la primera de las hipótesis, porque el Ejecutivo presidido por Rajoy ha dado muestra de su decisión en la lucha contra la crisis -quizá no tanto en otros campos- al acometer con firmeza y buen criterio las reformas que hacían falta en España. Sin que la impopularidad o la contradicción de las medidas con su programa electoral hicieran rebajar un ápice los objetivos, no lo olvidemos. Así lo explicaba ayer Luis de Guindos, en Financial Times al recordar que España «es una gran economía, con un Gobierno ortodoxo que aplica políticas ortodoxas».

En las próximas semanas vamos a tener la ocasión de comprobar si la situación es estable porque -y esta actitud ya es un dato positivo- el Gobierno ha propiciado que auditores independientes, e incluso el propio BCE, analicen los entresijos inmobiliarios del sistema bancario español con el fin de despejar todas sus dudas sobre su fortaleza. Además, una delegación de Bruselas visitará Madrid esta semana para analizar in situ las cuentas autonómicas. Se tratará deun striptease contable integral y a la vista de todo el mundo que es cierto que avergüenza, pero que deberá servir para despejar las dudas sobre la calidad de lo que se observe. A esto hay que añadir la acertada decisión del Fiscal General de depurar las responsabilidades penales en las que hayan podido incurrir los gestores de las cajas.

Ahora bien, lo sucedido desde que Rajoy anticipara por la radio el pasado 7 de mayo la nacionalización de Bankia, hasta que el viernes Hacienda advirtiera de la importante desviación del déficit de Madrid y de la Comunidad Valenciana indica que el Gobierno no puede permitirse el más mínimo desliz. Está en el camino adecuado, pero lo extraordinario de la situación requiere recorrerlo sin tropezar. Rajoy acaba de notar que el error de un día te puede hacer retroceder lo avanzado en muchas semanas
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epsimo y EL MUNDO

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