- Los guardias 'alquilan' sus pistolas y les abren para que 'vuelen' unas horas
- A su regreso, los atracadores entregan la mayoría del botín a los uniformados
En Argentina es 'vox pópuli' de que las prisiones suelen ser las
mejores academias de delincuentes. Si alguien ingresa por un hurto, tras
cumplir condena y quedar libre, muy probablemente reincidirá en un robo con arma.
Y casi seguro luego vuelva al encierro, para más adelante de nuevo
probar suerte en otra modalidad delictiva más con más riesgos.
Así pues, muchos presos van forjando su carrera en una espiral de
violaciones a la ley al amparo de la institución del Estado que, en
teoría, tiene por misión reeducar y socializar. En las últimas semanas, la prensa porteña destapó varios casos de torturas a convictos, así como de permisos de salidas a algunos internos para que asistan a actos oficialistas del kirchnerismo.
El colmo de los colmos ha sido el caso de los presos que salen a
robar con autorización de sus guardias. Estos presuntamente les
'alquilan' sus pistolas y abren las rejas para que 'vuelen' por unas horas,
siempre de noche. Los atracadores concretan su faena. Y al regreso
devuelven las armas y entregan la mayoría del botín a los uniformados.
El caso más famoso ocurrió la madrugada del 18 de julio de 1998. Una
banda de hombres armados llegó al restaurante Dolli, en el barrio
porteño de Palermo, para atracarlo. En la puerta se topó con un policía
de guardia y lo acribillaron. Pero luego la Justicia descubrió a los
asaltantes: eran dos reclusos que purgaban penas en la cárcel de Caseros y un agente penitenciario, Cristian Franco.
Incluso dentro de la prisión de Caseros llegó a funcionar un taller
de desguace de coches robados. Los presos salían a patrullar los barrios
linderos y siempre volvían con dos o tres vehículos. Entonces los
convictos chapistas desoldaban sus partes y éstas eran vendidas después
como repuestos usados en tiendas de segunda mano y rastrillos de todo el
país.
"Me cansé de hacer plata... hice más dinero preso que cuando estaba libre.
Era (cuestión de) 'trabajar' con los guardias. Si pudiera volver el
tiempo atrás, me haría penitenciario para robar de guante blanco",
confesó al diario Clarín el interno 'Pato' Verón, especialista en
desguazar autos y también en secuestros virtuales desde el teléfono
público de su unidad.
'Tenés una mira láser en la frente...'
Verón asegura que vive amenazado de muerte por la mafia de los
penitenciarios. Y que ya recibió varios soplos de compañeros a quienes
los tentaron con asesinarlo a cambio de drogas. "En el tribunal oral 1
de La Plata y en las fiscalías de Lomas de Zamora denuncié que si algo
me pasaba -sostuvo- sería por el Servicio Penitenciario. No tengo
conflictos con internos".
La cacería de arrepentidos que colaboraron con la Justicia lleva
varias piezas en los últimos años. Según recordó el periódico, a Miguel
Ángel Arribas le disparó por la espalda un guardia en la calle;
Maximiliano Noguera apareció estrangulado en su celda; igual suerte
corrió Walter Benítez; Carlos Sánchez Tejada recibió 36 puñaladas en el
penal; Lucas Carrizo fue encontrado ahorcado a días de salir libre; a
Emanuel Aquino le asestaron 14 cuchilladas, y en una supuesta pelea fue
asesinado Daniel Rolón.
Diego Trapanesi cumplió su última condena a tres años y dos meses por el robo a una joyería.
Estando aún en prisión, a fines del año pasado, denunció a la Justicia
la corrupción de los guardias. Ahora lleva medio año en libertad, pero
no consigue trabajo, según él porque perdió un brazo durante una paliza
de los carceleros, ni sabe bien qué hacer de su nueva vida.
Según denunció a Clarín, el jefe de la cárcel de Ezeiza -una de las
dos más confortables y seguras del país- le hizo una recomendación
durante la despedida: "Yo que vos agarro tus cosas de tu casa y me voy a
la mierda. Tus declaraciones comprometieron a muchos compañeros. Tenés
una mira láser en la frente..."
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