. ESTAMOS ANTE unos días cruciales para el futuro del euro. Ni la
llegada de agosto, mes en el que se paraliza la actividad sobre todo en
el sur de Europa, frenará la carrera que han emprendido los políticos
por cerrar el capítulo casi de terror que se inició el 23 de abril de
2010. Aquel día, el Gobierno griego se vio obligado a pedir un préstamo a
la UE ante la incapacidad para hacer frente al pago de su deuda.
Desde entonces, rescatados también Irlanda, Portugal y Chipre y con el puntero señalando a España e Italia, la experiencia ha demostrado que el remedio fue peor que la enfermedad: tras duros ajustes que han supuesto sacrificios para sus ciudadanos, ninguno de esos estados -salvo Irlanda porque su problema estaba más enfocado en los bancos- está mejor que antes.
Desde entonces, rescatados también Irlanda, Portugal y Chipre y con el puntero señalando a España e Italia, la experiencia ha demostrado que el remedio fue peor que la enfermedad: tras duros ajustes que han supuesto sacrificios para sus ciudadanos, ninguno de esos estados -salvo Irlanda porque su problema estaba más enfocado en los bancos- está mejor que antes.
Merkel
parece decidida a cambiar de estrategia. Con un punto de partida: la
marea no puede llegar España e Italia porque supondría la muerte por
ahogamiento de la moneda única. Se ha trazado, pues, una nueva hoja de
ruta que empezamos a percibir en la entrevista que mantuvieron el pasado
martes Luis de Guindos y Wolfgang Schäuble y los días siguientes con
las declaraciones de apoyo decidido al euro de Draghi, primero, y de
Merkel y Hollande, después. Ayer, el presidente del Eurogrupo,
Jean-Claude Juncker, se manifestaba en el mismo sentido. La positiva
reacción de la deuda y la Bolsa en España e Italia muestra que los
temidos mercados se han creído que algo está cambiando en la crisis del
euro.
¿Por qué esta vez sí? La razón fundamental es que existe voluntad política para hacerlo. Merkel no ha tenido más remedio que aceptar la realidad. Tras forzar al máximo las reformas y los ajustes -la subida del IVA en España, por ejemplo- ha emprendido la senda de la ayuda a los países periféricos para evitar tener que rescatarlos. Pero tampoco debemos perder de vista que la UE puede dar hoy este paso porque tiene instrumentos adecuados que no existían cuando empezó la crisis, como unos fondos de estabilidad financiera suficientemente dotados, y ha avanzado considerablemente en la unión bancaria, el gran acuerdo de la cumbre de junio.
Esta estrategia ha sido posible también gracias a que, en nuestro caso, el Gobierno español ha ido haciendo los deberes al compás que le marcaban Bruselas y Fráncfort, enfrentándose incluso con sus propios votantes. Esta semana será decisiva para apuntalar el nuevo escenario. El secretario del Tesoro de EEUU, Tim Geithner, se verá con Draghi y con Shäuble; Monti visita a Rajoy y el BCE celebra la primera reunión tras las palabras mágicas de su presidente.
El nuevo rumbo puede tener un daño colateral. Merkel parece apostar por expulsar a Grecia del euro, porque en Alemania se piensa que mientras continúe dentro se mantendrán las dudas sobre el futuro de la moneda única: «Una salida del euro de Grecia ya no asusta», dijo ayer el ministro de Economía, aunque esta idea no es compartida de momento por Francia e Italia. El cortafuegos es lo que se está ultimando estos días para evitar que el efecto arrastre en España e Italia de la expulsión helena desmorone la UE.
¿Por qué esta vez sí? La razón fundamental es que existe voluntad política para hacerlo. Merkel no ha tenido más remedio que aceptar la realidad. Tras forzar al máximo las reformas y los ajustes -la subida del IVA en España, por ejemplo- ha emprendido la senda de la ayuda a los países periféricos para evitar tener que rescatarlos. Pero tampoco debemos perder de vista que la UE puede dar hoy este paso porque tiene instrumentos adecuados que no existían cuando empezó la crisis, como unos fondos de estabilidad financiera suficientemente dotados, y ha avanzado considerablemente en la unión bancaria, el gran acuerdo de la cumbre de junio.
Esta estrategia ha sido posible también gracias a que, en nuestro caso, el Gobierno español ha ido haciendo los deberes al compás que le marcaban Bruselas y Fráncfort, enfrentándose incluso con sus propios votantes. Esta semana será decisiva para apuntalar el nuevo escenario. El secretario del Tesoro de EEUU, Tim Geithner, se verá con Draghi y con Shäuble; Monti visita a Rajoy y el BCE celebra la primera reunión tras las palabras mágicas de su presidente.
El nuevo rumbo puede tener un daño colateral. Merkel parece apostar por expulsar a Grecia del euro, porque en Alemania se piensa que mientras continúe dentro se mantendrán las dudas sobre el futuro de la moneda única: «Una salida del euro de Grecia ya no asusta», dijo ayer el ministro de Economía, aunque esta idea no es compartida de momento por Francia e Italia. El cortafuegos es lo que se está ultimando estos días para evitar que el efecto arrastre en España e Italia de la expulsión helena desmorone la UE.
epsimo y EL MUNDO
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