.El ex ministro Valeriano Gómez reivindicaba ayer el 1 de Mayo como
fiesta del trabajo, recordando que su primera manifestación en tal
fecha, con 22 años, fue en Viena y en ella pudo ver al entonces primer
ministro austriaco con una bandera roja al hombro, acompañado de su
familia. Ayer el Primero de Mayo en Madrid recuperó el pulso perdido el
año anterior, cuando las cúpulas sindicales decidieron trasladar la
protesta contra la reforma laboral del PSOE a Valencia.
Pero el ambiente, las pancartas y los gritos quedaban muy lejos de la celebración. Los 5,6 millones de parados, la reforma laboral del PP y la amenaza de despido y rebaja de sueldo que penden sobre miles de trabajadores, así como los recortes en sanidad y educación, y el aumento de impuestos y precios volvieron a sacar a cientos de miles de personas a la calle. Un millón, según UGT y CCOO, en toda España. Unas 100.000 en Madrid, que la Policía rebajó a 15.000.
La representación del PSOE en la manifestación de ayer fue más numerosa que en la convocatoria del pasado domingo: a Valeriano Gómez, que dejó el cargo con 5,3 millones de parados, le acompañaba también otro ex ministro de Trabajo, Jesús Caldera, así como la portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez; el portavoz municipal de Madrid, Jaime Lissavetzky, y el ex secretario de Estado de Comunicación Fernando Moraleda. Quien repitió en ambas fue el coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara.
Tan sólo dos días después de las protestas organizadas por la Plataforma en Defensa del Estado de Bienestar, los sindicatos denunciaron de nuevo que el Gobierno está ejecutando ahora su «verdadero» programa, una «revolución ultraliberal en los derechos sociales y ultraconservadora en los derechos civiles», cuyo objetivo es «cambiar radicalmente España» en detrimento del «interés de la mayoría».
No se referían sólo a la reforma laboral y a los recortes presupuestarios, sino también a las modificaciones anunciadas en el Código Penal para limitar los derechos de manifestación y reunión, los cambios en la Ley del Aborto o el matrimonio homosexual. Ayer, además, defendieron la «dignidad maltratada» de los funcionarios, a quienes el Gobierno quiere recortar el sueldo cuando estén de baja médica, a los desempleados, que están siendo «criminalizados» al centrar en ellos la lucha contra el fraude en las prestaciones, y a los inmigrantes, que se van a quedar sin atención sanitaria si se encuentran ilegalmente en España.
Pero el ambiente, las pancartas y los gritos quedaban muy lejos de la celebración. Los 5,6 millones de parados, la reforma laboral del PP y la amenaza de despido y rebaja de sueldo que penden sobre miles de trabajadores, así como los recortes en sanidad y educación, y el aumento de impuestos y precios volvieron a sacar a cientos de miles de personas a la calle. Un millón, según UGT y CCOO, en toda España. Unas 100.000 en Madrid, que la Policía rebajó a 15.000.
La representación del PSOE en la manifestación de ayer fue más numerosa que en la convocatoria del pasado domingo: a Valeriano Gómez, que dejó el cargo con 5,3 millones de parados, le acompañaba también otro ex ministro de Trabajo, Jesús Caldera, así como la portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez; el portavoz municipal de Madrid, Jaime Lissavetzky, y el ex secretario de Estado de Comunicación Fernando Moraleda. Quien repitió en ambas fue el coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara.
Tan sólo dos días después de las protestas organizadas por la Plataforma en Defensa del Estado de Bienestar, los sindicatos denunciaron de nuevo que el Gobierno está ejecutando ahora su «verdadero» programa, una «revolución ultraliberal en los derechos sociales y ultraconservadora en los derechos civiles», cuyo objetivo es «cambiar radicalmente España» en detrimento del «interés de la mayoría».
No se referían sólo a la reforma laboral y a los recortes presupuestarios, sino también a las modificaciones anunciadas en el Código Penal para limitar los derechos de manifestación y reunión, los cambios en la Ley del Aborto o el matrimonio homosexual. Ayer, además, defendieron la «dignidad maltratada» de los funcionarios, a quienes el Gobierno quiere recortar el sueldo cuando estén de baja médica, a los desempleados, que están siendo «criminalizados» al centrar en ellos la lucha contra el fraude en las prestaciones, y a los inmigrantes, que se van a quedar sin atención sanitaria si se encuentran ilegalmente en España.
Los secretarios generales de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, y de UGT,
Cándido Méndez, acusan pues al Ejecutivo de practicar una auténtica
«demolición» de los servicios públicos fundamentales y de los derechos
laborales. Unas políticas, además, tan ineficaces que han llevado a
España, dijeron, «de la crisis a la recesión». Y frente al alarde del
ministro de Economía, Luis de Guindos, que la víspera presumió ante el
alemán Wolfgang Schäuble de haber enderezado el «rumbo» de la economía,
Méndez le devolvió el símil naval: «Lo que ha hecho es embarrancar el
buque de la economía y la sociedad españolas para luego salvar sólo a
los de primera clase».
Al igual que el domingo, la manifestación de ayer en Madrid discurrió
bajo una intensa lluvia, pero resultó más festiva que aquélla. No sólo
porque participaron, a ritmo de batucada, los habituales tambores del
Sindicato Joven de CCOO. Incluso un grupo de mujeres reivindicó a las
trabajadoras del hogar, ataviadas de guantes y delantales y limpiando
con bayetaslas líneas blancas pintadas sobre el asfalto del Paseo del
Prado.
En
la tribuna instalada en la Puerta del Sol fueron reiterados los
reproches al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por no «dar la
cara» para explicar a los españoles «sus reformas de los viernes».
También a la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, blanco de
los dardos dialécticos de los dos primeros oradores, los dirigentes
madrileños de UGT, José Ricardo Martínez, y de CCOO, Javier López. Como
ocurrió el pasado domingo, entre los manifestantes circulaban unos
enormes «robobús» a modo de pancartas, «para parados y estudiantes, para
el Día de la Madre, sólo por 12 euros»: el metrobús del transporte
público madrileño subió justo ayer un 29%. Al bajar del estrado,
Martínez y López anunciaron que no acudirán hoy a los actos
institucionales del Dos de Mayo, fiesta de la Comunidad, en protesta por
las declaraciones en las que Aguirre les reprochaba su «desvergüenza»
por intentar «ganar en algaradas callejeras lo que han perdido en las
urnas».
Pese al moderado éxito de sus dos últimas convocatorias, CCOO y UGT
dejaron claro ayer que no van a cejar en su empeño por cambiar las
políticas del Ejecutivo. «Tardaremos más o menos», prometió Fernández
Toxo, «pero la reforma laboral no va a presidir las relaciones de
trabajo en España para siempre. El domingo no fue el final, tampoco el
Primero de Mayo. Saldremos a las calles aunque les moleste y hasta que
las cosas cambien».
Según resaltó el responsable de CCOO, los sindicatos son «la última
trinchera» frente a esas políticas ultraliberales que pretenden igualar
las condiciones laborales españolas a las de China, como había explicado
minutos antes Cándido Méndez. «Por eso nos critican, porque les hacen
falta unos sindicatos débiles», remachó Fernández Toxo.
epsimo y EL MUNDO
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