viernes, 30 de marzo de 2012

Otra prueba del rechazo social a los sindicatos

Rubalcaba lanza a sus sindicatos Toxo y Mocho a la Huelga General auxiliados de los piquetes de la porra
PRECISAR CON exactitud el seguimiento de una huelga general es casi imposible, pero al margen de las declaraciones interesadas del Gobierno o de los sindicatos, los ciudadanos saben si la jornada de lucha ha sido un éxito o no. Y pocos pueden poner en duda que la huelga de ayer fue un serio revés para UGT y CCOO. Un dato objetivo, como es la caída del 14,7% del consumo de electricidad, refleja una incidencia similar al paro de septiembre de 2010 contra la reforma laboral del Gobierno socialista, que fue considerado como un fracaso, pero hay que matizar esa comparación por dos condicionantes.
El primero es que en 2010 los sindicatos nacionalistas del País Vasco no se habían sumado a la huelga y esta vez sí; como se trata de una comunidad con un gran tejido industrial asume buena parte del retraimiento de la demanda de energía, lo que significa que en el resto del país el gasto ha sido más comparable al de un día normal. El consumo de internet y las llamadas telefónicas mostraron cifras similares a la de otra jornada laborable. Además, hay que tener en cuenta que la reforma de Rajoy es mucho más profunda que la de Zapatero y a ello hay que sumar la política de recortes y la subida de impuestos aplicada por el PP: ayer podía haber muchos más motivos para mostrar el descontento social que dos años atrás.
Pararon algunos sectores industriales -la automoción-, parcialmente los transportes -Adif cifró el seguimiento en el 34%- y algunos ámbitos de la función pública, como la educación. En la administración el paro fue inferior al 20%. Y en el comercio y los servicios las pymes y los autónomos trabajaron sin problemas, enfrentándose reiteradamente a los piquetes en una actitud nunca vista con tal intensidad. En suma, «la repercusión de la huelga no superó el 15% de la actividad en España», según informó CEOE.
Hay que destacar la ausencia de incidentes graves en la mayor parte de España, excepto en Barcelona, donde se repitieron las escenas de brutalidad y vandalismo de otras ocasiones. Con todo, el respeto a los servicios mínimos y un saldo de más un centenar de heridos leves -hubo uno grave en Vitoria- en todo el país es un éxito de orden público por parte de las Fuerzas de Seguridad, bien coordinadas desde Interior y las delegaciones del Gobierno.
Desde luego, el fracaso de la huelga no quiere decir que los españoles acepten con entusiasmo la reforma laboral. El escaso seguimiento se ha debido más al rechazo a unos sindicatos alejados de los trabajadores, que viven del Presupuesto y que han perdido su prestigio al ser incapaces de plantear soluciones al deterioro del mercado de trabajo. Las decenas de miles de personas que acudieron a las manifestaciones de la tarde no cambian esta realidad porque las centrales son expertas en movilizar a los más fieles, empezando por sus propios liberados y funcionarios.
¿Y tras la huelga, qué? Los líderes de UGT y CCOO, en el colmo de la mendacidad, aumentaron su descrédito al situar en el 77% el seguimiento de la huelga. Sería suicida -para los sindicatos y muy dañino para el país- mantener la escalada del enfrentamiento. No tiene sentido que Méndez amenazara con «ir más allá del límite» o que Toxo diera ese ultimátum hasta el 1 de mayo si no se modifica la reforma a un Gobierno que sale triunfador de este envite. Porque ayer cambió el gesto contrariado que el Ejecutivo mostraba desde el domingo. Hizo bien en no entrar en guerra de cifras. Aunque dejara la iniciativa de los datos a las centrales, amplificados por los medios de comunicación públicos -los únicos que secundaron la huelga-, la mentira sindical fue tan gruesa que nadie la tragó.
En unos días en los que la palabra rescate ha vuelto a sonar en Bruselas, el Gobierno toma un pequeño respiro. Fátima Báñez dijo que «el tronco de la reforma no se cambiará». Tras el rechazo a los sindicatos, el Ejecutivo puede alardear ante los organismos comunitarios de que cuenta con respaldo para llevarla a término.
epsimo y EL MUNDO

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