lunes, 19 de marzo de 2012

La banda de las mujeres de «Cásper»


El rey del crimen organizado nacional se valía de una rama femeninaSe dedicaban a pasar las instrucciones y crear empresas para «lavar» el dinero sucio
«Seis mil euros me va a costar tu seguridad mensual. Policía con placa, más el coche blindado, son gastos. Dile a Ángel que voy a vender los relojes, vale?». El extracto forma parte de una conversación intervenida entre José Ignacio Rocha, que fue condenado por intentar matar al abogado Emilio Rodríguez Menéndez, y Stela Liliana Lazurca, la mujer de Ángel Suárez Flores, «Cásper». En ese momento, «Cásper», procesado la semana pasada por la Audiencia Nacional por robar más de tres toneladas de cocaína a narcos, secuestrar y torturar a seis personas entre otros delitos, ya estaba en prisión (desde mayo de 2011). Su antiguo empleado, Rocha, ofrecía protección a la mujer del jefe, también imputada como miembro de una de las organizaciones criminales más peligrosas de España. Stela Lazurca Chiaburu, alias «Paulita» y «Laura», la tercera mujer de Suárez Flores, está a la cabeza de los rostros femeninos de la banda.
«Utilizan una rama femenina conformada por sus parejas sentimentales para la labor de conexión y traslado de información en las instrucciones de cohesión del grupo» para ejecutar sus labores operativas, logística y controlar objetivos, señala el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco en su auto de procesamiento. En su escrito imputa más de 450 delitos a los miembros del grupo.

«Vital e imprescindible»

«Laura» o «Paulita», rumana, transmitió a modo de «antigua centralita» todas las comunicaciones telefónicas salvaguardando así la seguridad en las comunicaciones entre su marido Ángel Suárez y el resto de los miembros de su organización, además de ayudarle a hacer seguimientos de objetivos y personas. Su papel, dice el juez, resulta «vital e imprescindible» y esas funciones no se podían subcontratar porque ella estaba al tanto de todo. Fue ella misma la que declaró al juez que su amado esposo ganaba entre ocho mil y catorce mil euros al mes, pese a que su declaración de la renta reflejaba ingresos anuales de solo entre 8.000 y 24.000.
Con esas toneladas de dinero y con mediación de un empresario de la noche madrileña, pensaban montar el prostíbulo más grande de Europa, como publicó ABC, en Santa Pola (Alicante). Un par de meses antes de los arrestos pagaron una fianza por él de 660.000 euros.
«Paulita» es la cara femenina más destacada, pero no la única. Las novias y mujeres de los colaboradores más cercanos de «Cásper» también estaban al tanto y desarrollaban funciones muy relevantes. Es el caso de la búlgara Gabriela Karakirova, mujer de Cristo Todorov, alias «Bro» o «Búlgaro», que realizó la misma función para su marido, si bien dado su papel inferior en la estructura «el nivel de comunicaciones era menor».
Karakirova montó una empresa, Cdosa Ferroal, dedicada a la cerrajería con un capital de 175.654 euros, en la que se intervino material tan poco habitual como lanzas térmicas. Extranjeros, asentados hace poco en nuestro país, trabajaron tan arduamente que compraron una casa en la calle Jazmín y un taller e hicieron ingresos en efectivo por valor de 60.000 euros y todo declarando pérdidas.
La brasileña Denise Scunderlick Carabajal, la mujer de Francisco Javier Viñas Riesgo, «Marco», otro de los peones de «Cásper», creó la sociedad limitada Scunder Car, a través de la cual compró una flota de vehículos valorados en 300.000 euros, que «solo se justifican por su pago en efectivo proveniente de sus ilícitas actividades», según el juez.
«Cásper» era el auténtico muñidor que movía a sus hombres como «fichas de ajedrez», tanto a las tres ramas principales —la técnica o madrileña; la dura o valenciana y la de apoyo o francesa—, como a la de blanqueo y a la femenina. Esta última tenía un destacado papel en el aprovisionamiento logístico. La española Yazmina Serrano, por ejemplo, junto a su pareja alquilaba con su propia documentación o prestaba vehículos propios o de allegados a Suárez Flores y a sus hombres para perpetrar delitos, a cambio de dinero.

Un chalé para el dinero

Diana Pérez y su compañero Jorge Pérez pusieron a disposición de la banda su chalé del Casar de Guadalajara en un momento clave, cuando la organización estaba recibiendo grandes cantidades de dinero en metálico por la venta de la cocaína robada. Begoña Ábalos y su compañero, «El Piscinas», ayudaron en Valencia a los delincuentes escondiendo y manejando el dinero que había ganado el grupo por la distribución de la droga. Otra mujer, Amanda Santamaría, antigua conocida de «Cásper», alquiló un chalé en San Roque (Cádiz) y una nave en Algeciras que fueron utilizados por los delincuentes como refugio y cuartel de operaciones, respectivamente, para robar 211 kilos de cocaína. En esa nave torturaron y mutilaron a dos hombres con el fin de obtener información. La intermediaria era ajena a estos delitos.
 ABC

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