Parece que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya se ha despertado de nuevo. Acaba de encontrar al congoleño Thomas Lubanga
culpable de haber utilizado a centenas de niños soldados de diez y
once años para hacer la guerra. Lubanga hacía sus fechorías matando,
mutilando y saqueando en la región congoleña de Ituri probablemente la
zona del mundo con mayores reservas auríferas. Puede ser condenado a
cadena perpetua.
El Tribunal Internacional de Justicia del que
forman parte unos 120 países, con notables ausencias como China y
Estados Unidos, no aplica la pena de muerte. El juicio contra Lubanga,
que ha durado tres años y que, como todas las actuaciones del Tribunal,
tiene un alto costo económico, reaviva el interés por capturar al
ugandés Joseph Kony,
uno de los mayores criminales de África que asoló parte de su país,
enroló a miles de niños forzándoles a guerrear y que ahora se mueve
clandestinamente, con unos centenares de seguidores y 50 adolescentes
que dice son sus mujeres, entre el Congo, Sudán y la República
Centroafricana.
El fallo del tribunal, tardío y costoso, es
bienvenido. Llama la atención sobre el funesto destino de los niños
soldados. Aunque la Onu viene años denunciando el caso, con una Oficina
al frente de la cual colocó a un africano animoso y convincente llamado
Olara Otunu con el que trabajé en mi estancia en Nueva York, la plaga no
se ha extinguido. Según el general canadiense Romeo Dallaire hay unos
250,000 niños soldados en diversas facciones africanas de los que 40%
serían niñas a menudo utilizadas como esclavas sexuales.
Africa
ha aumentado visiblemente su nivel de vida . Según algunos estudios, su
clase media se ha multiplicado por tres en los últimos treinta años,
englobaría ya a unas 320 millones de personas. No hay mayores conflictos
bélicos entre los países del continente, las fronteras coloniales se
han alterado muy poco, pero sí multitud de pequeñas guerras sucias
internas en el Congo, Sudan, Somalia, Nigeria, Chad?. Muchos países
africanos tuvieron la mala suerte de acceder a la independencia en plena
guerra fría, fueron utilizados como peones por las dos grandes
potencias; concluido el enfrentamiento entre éstas, varios de los
hombres fuertes africanos que recibían apoyo de Estados Unidos o Rusia,
Mobutu en el Congo, Mengistu en Etiopía..., fueron derrocados.
El
desorden que siguió y la codicia de jefezuelos locales cercanos a
yacimientos de minerales preciosos, oro, diamantes..., han producido
luchas intestinas de no gran envergadura pero que vienen segando vidas y
en las que se cometen atrocidades. La violación es frecuente. La
desaparición de la Unión Soviética y de sus súbditos ha tenido otro
efecto perverso. Las armas ligeras que se fabricaban allí han encontrado
un nuevo mercado en África. Las kalashnikovs y otras armas ligeras se
han convertido en algo barato.
Por otra parte, la propagación en
ciertos ambientes del fundamentalismo violento islámico y las asechanzas
de Al Queda hace que Estados Unidos, con tal de contener el terrorismo,
reanude los contactos con regímenes poco presentables que dan
información y están dispuesto a sofocar a los terroristas. Hay quien
dice que, en este contexto, los fundamentalistas han sustituido como
adversario a la Unión Soviética.
Amnesty Internacional denuncia de nuevo la tragedia de los niños soldados.
Los jefezuelos y señores de la guerra no tienen con frecuencia una
ideología que vender, no les es fácil hacer adeptos. Los niños forzados a
luchar son una buena carne de cañón. Se les lava fácilmente el cerebro,
son muy leales y , en Africa con su tasa de natalidad, abundan. La
condena a Lubanga debería servir de ejemplo y las grandes potencias
forzar a los líderes africanos a encarcelar y entregar a los rebeldes
sanguinarios que reclutan a niños soldado. Lástima que la opinión
pública occidental no se movilice con esta barbarie
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