Un sistema de seguridad instalado impide los aterrizajes en su módulo
Zakhar Kalashov tiene 57 años y cuentan de él
cosas horribles. Considerado uno de los capos más poderosos y peligrosos
de la tierra, este georgiano fue detenido en el 2006 por blanqueo de
dinero y desde entonces ha conocido 12 cárceles españolas.
Aproximadamente cada seis meses, es trasladado de centro penitenciario
para evitar que le dé tiempo a planear su fuga o a comprar funcionarios.
No es una posibilidad, es un hecho, pues ya lo intentó. Pero lo
cazaron. Por eso es tan peligroso tenerlo dentro de la prisión como
fuera. Ahora está en la cárcel de Teixeiro, adonde lo trasladaron en
enero desde A Lama. En Pontevedra se pasaba el día en una celda de
aislamiento. Ahora han levantado el pie y disfruta de mayor libertad en
el módulo 13, donde, como ocurre en la calle, nadie le tose. A cambio,
Instituciones Penitenciarias ha tenido que realizar unas obras en la
prisión. Han instalado un sistema de cableado que recorre los muros del
módulo de punta a punta para evitar el aterrizaje de helicópteros. No
sea que un día uno de sus secuaces intente sacarlo de prisión por el
aire. En plan película. Como su vida.
Por delante tiene cinco años más en las cárceles
españolas antes de que sea extraditado a Georgia, donde debe cumplir una
condena de 18 años de prisión. Mientras, sus guardianes supervisan su
correspondencia y vigilan día y noche las cámaras que lo enfocan. Hace
mucho tiempo que, en tales circunstancias, cualquiera hubiera dejado de
ser una amenaza. Pero él no es cualquiera. Es un hombre al que todo ruso
que se cruce con él en prisión le besa la mano. Bien es cierto que su
comportamiento «es bueno», según fuentes penitenciarias. «No causa
problemas, pero es una de esas personas que impone respeto con su simple
presencia. Sobre Kalashov pesan acusaciones de ser el jefe de una
poderosa organización mafiosa dedicada al blanqueo de dinero, al tráfico
de armas, a la extorsión y al asesinato.
Conocido como el Invisible, se echó encima a la
policía española en el 2006 cuando descubrieron que su organización, que
controla los grandes casinos de Moscú, había dado ya los primeros pasos
para invertir una parte de sus beneficios en España (posee
participaciones de petroleras y tiene casas en medio mundo). El negocio
contaba con una infraestructura dirigida por sus lugartenientes: una
constructora en Cataluña y una serie de empresas tapadera en Alicante y
la Costa del Sol.
El problema que tiene ahora encima el Invisible, o el Gordo
(también es conocido por este apelativo), es evitar su extradición y
que una prisión georgiana se convierta en su mortaja. Defendido por
Gómez de Liaño, el letrado logró, después de luchar mucho, que le
retirasen el régimen de incomunicación al que estaba sometido.
LA VOZ DE GALICIA
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