martes, 27 de diciembre de 2011

La trama del centro penitenciario Perfil de Francisco Sanz, ex director de la prisión de Huelva. Un dios sin reino

El presunto caso de corrupción en el penal onubense revela detalles de la personalidad del hombre fuerte de Instituciones Penitenciarias en Andalucía · Duro, recto, altivo y amenazado por ETA, provoca filias y fobias

El dios de Huelva ha caído. El dios ya no tiene reino. Ni el de Oriente, cuya corona lució hace dos años; ni el de muros y rejas, donde gobernó con mano dura y control absoluto durante 11 años. Hace una semana, Francisco Sanz cesó de su cargo de director del centro penitenciario onubense. Lo hizo por "pérdida de confianza" de la secretaria general de Instituciones Penitenciarias, que creía ciegamente en él. La última decisión de Mercedes Gallizo en el ministerio fue la más dolorosa; salida obligada a la traición más inesperada.
Sanz es la primera cara conocida de un presunto caso de corrupción penitenciaria nunca visto en estos años. Hay acusaciones de sobornos, irregularidades, tratos de favor... Todo ello, claro, presuntamente. Porque hay dos investigaciones abiertas, en los ministerios ejecutivo y fiscal, y sólo al final de las mismas se sabrá si las sospechas se tornan en acusaciones, y si hay delitos que puedan encontrar culpables.
Estos días se han conocido detalles del caso tras la sorpresa inicial. La destitución cayó el lunes pasado como jarro de agua fría. Y con ella llegó el escándalo. De sorpresa a asombro, que no es lo mismo. Y de asombro, a decepción. Porque sólo la posible vinculación de Sanz con hechos turbios ha dejado en fuera de juego a más de uno.
Francisco Sanz podía presumir (y presumía) de tener una trayectoria envidiable en Instituciones Penitenciarias. Más de 23 años de trabajo continuado le valían para moverse a la perfección en sus entrañas. O eso creía. Nació en San Fernando (Cádiz) y se licenció en Derecho por la Complutense. Pronto ingresó en el mundillo carcelario para acabar siendo funcionario del Cuerpo Especial de Instituciones Penitenciarias.
Antes empezó desde abajo y fue ascendiendo poco a poco en el escalafón interno mientras recorría media España por sus centros. Trabajó en diferentes áreas en las prisiones de Ceuta y Mallorca y desempeñó los cargos de administrador en La Coruña y de subdirector de régimen en Málaga. Antes de llegar a Huelva dirigió los centros de Salto del Negro (Las Palmas de Gran Canaria), durante casi tres años, y de Puerto II, en El Puerto de Santa María, cinco. A comienzos de 1998 se hizo cargo del onubense, el mayor de España, que apenas llevaba un año abierto.
Fue precedido de su fama de duro y controlador en el penal gaditano, donde cuentan que solía subirse a los tejados para tener una visión completa del complejo. Pronto implantó en Huelva su política estricta y férrea, pero estrecha y amistosa con su personal más cercano y con los internos que se ganaban su confianza.
Afable en el trato, hablador y encantador en las distancias cortas, no era raro verle en los medios de comunicación cantando las excelencias del centro onubense, que pronto comenzó a destacarse en el sistema penitenciario español por sus innovadoras iniciativas de integración. Firme defensor de la reinserción de los presos, promovió apuestas llamativas como la peregrinación anual a El Rocío o la intervención de los internos en el Festival de Cine, además de otras actividades que han permitido la participación de reclusos en condiciones de semi-libertad.
Su trato con los terroristas no fue tan cordial. De hecho, fue uno de los principales objetivos de ETA durante su etapa de máximo acoso a los funcionarios de prisiones: información detallada personal apareció en el zulo de Ortega Lara, su foto empapeló el País Vasco señalado por los abertzales, y el etarra Iñaki de Juana Chaos se refirió a él en su conocido artículo Gallizo publicado en Gara en diciembre de 2004: "Esa cara la tenemos marcada en nuestra memoria a golpes de malos tratos y hambre".
Llegó a Huelva en la primera legislatura de Aznar, continuó con Zapatero y acabó siendo condecorado por Rubalcaba en 2007, al recibir la Medalla de Oro al Mérito Penitenciario por "su capacidad de trabajo y su larga experiencia en puestos de responsabilidad".
Próximo al partido socialista, se jactaba, sin embargo, de haber gozado de la plena confianza de gobiernos de signos políticos distintos. Pero fue en los últimos siete años cuando consiguió mayor poder, a través de Mercedes Gallizo, quien le convirtió en uno de sus más valiosos colaboradores. De esta estrecha relación salió el encargo especial de poner en marcha el nuevo centro de Puerto III, que le tuvo alejado de Huelva entre febrero de 2007 y abril de 2009, en comisión de servicios con reserva de plaza. Y también su nombramiento como delegado coordinador de las prisiones de Andalucía, Ceuta y Melilla.
De nuevo en la onubense retomó el control total de las instalaciones, rodeado de su equipo habitual y recuperando la proyección social en la ciudad que le convirtió en rey mago en la cabalgata de 2010.
Pero algunos de quienes han trabajado con él aseguran que Francisco Sanz tiene doble cara. La pública y la interna, la que es sólo visible tras las rejas. Le tachan de déspota, prepotente e incluso tirano. Capaz de poner una mosca muerta en un enchufe detrás de un sofá para fiscalizar la limpieza. También, que es muy recto en el trato pero que sabe ganarse a su gente y ser generoso.
No todos opinan igual, aunque es unánime la percepción de su conocimiento extremo de la vida en el interior del centro. Por eso le llaman "el dios", una suerte de Rey Sol absolutista, como perciben su poder cuantos saben del funcionamiento intramuros.
Hay quien no se extraña de las acusaciones que ahora han acabado con su reinado. Aseguran que eran muchos los rumores entre internos y funcionarios, aunque nadie se ha atrevido a hablar hasta ahora. Hay celebraciones por su caída, pero también lamentos. Tantos como filias y fobias despertaba más allá de su imagen pública, libre de cualquier apunte negativo.
Ahora esa brillante hoja de servicios ha quedado en entredicho y su futuro está en manos de la justicia, administrativa y judicial. La divina parece que ya no está en sus manos. Al menos en su querido reinado de Huelva.

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