domingo, 20 de noviembre de 2011

Acorralados por el estigma Se les llama locos, pero son enfermos mentales.

Se les llama locos, pero son enfermos mentales. Se les asocia a delitos y crímenes, pese a que es un falso binomio. El estereotipo persigue a un 9% de españoles

Bijan Alizadeh, iraní de 31 años, mantuvo en vilo el lunes a un barrio entero de Bilbao. Salió del Metro y la emprendió a cuchilladas con quien se cruzaba en su camino mientras murmuraba frases incomprensibles. Mató a un profesor jubilado e hirió a otras seis personas. Bijan —educado, amable y cultivado— vivía en Baracaldo, serigrafiaba camisetas y aspiraba a convertirse en un pintor de éxito. Le habían diagnosticado esquizofrenia, una enfermedad que según su hermano Reza «no se trataba». Se negaba a tomar la medicación prescrita y probablemente abjuraba incluso de su padecimiento; la eterna combinación de las enfermedades mentales, tal y como explica el psicólogo clínico Pedro Rodríguez. Peligrosos, impredecibles, sin control... Son algunas de las etiquetas que colgamos a este tipo de enfermos cuando protagonizan crímenes sangrientos como los ocurridos en las últimas semanas: Bilbao, Gerona (un padre decapitó a su bebé), Madrid (asesinato de una embarazada y su bebé) o Jaén (una madre asfixió a sus dos hijos). Casi siempre las personas amadas son el objeto de su furia. La esquizofrenia, las psicosis o la depresión están detrás de cada página de horror y como «remedio» se ataja con un sistema que aplica la venganza en lugar de la justicia o la compasión.

«Hay una presión social ante la enfermedad mental para que prime la seguridad frente a la rehabilitación; esos pacientes crónicos, sin control y sin apoyo social, acaban empeorando y con comportamientos antisociales, en ocasiones reiterados y finalmente graves», señala José Manuel Arroyo, subdirector general de Sanidad de Instituciones Penitenciarias, médico en cárceles desde hace 25 años y psicólogo.

Los expertos, con los datos en la mano, niegan la asociación entre enfermedad mental y delincuencia. «Los estudios demuestran que solo entre el 3 y el 4 por ciento de los enfermos mentales cometen delitos, exactamente la misma proporción que el resto» —detalla el psicólogo Pedro Rodríguez—. «Hay asesinos a los que la Prensa se refiere como perturbados o locos, critica, y no lo son; son psicópatas. No tiene nada que ver».

José Manuel Arroyo suma otro elemento: «No hay relación directa entre enfermedad mental y delincuencia, sí con la marginalidad y la vulnerabilidad social; de ahí que exista mayor riesgo de que una parte acabe en la cárcel». Arroyo incide en que ese pequeño sector ni protagoniza los delitos continuados ni los más agresivos, sí los más «llamativos» y con frecuencia en su entorno directo, cuando los túneles de la esquizofrenia, la psicosis u otro trastorno grave los ciegan.

Cuando un padre como Marcelo Ruiz decapita a su bebé porque se lo pide «el diablo» (el pasado día 10 en Gerona) es que la enfermedad ya ha suprimido los resquicios de cordura. La versión oficial señala que había sido tratado por «problemas de depresión» sin ahondar más. «Es probable que sufriera una descompensación o que directamente no estuviera medicado», aventura Pedro Rodríguez. Los forenses que lo examinaron determinaron que Marcelo necesita ser sometido a tratamiento y vigilancia psiquiátrica. Después de matar a su hija, llamó a los Mossos d'Esquadra pidiéndoles que llegaran cuanto antes porque «tenían que salvar» a su hija mayor, de ocho años, que estaba viendo la televisión.

A Ruth no la perseguía el diablo, pero tenía miedo de que sus niños, de 3 y 11 años, se quedaran solos cuando ella muriera. El pasado 29 de septiembre en su casa de Jaén los sedó con un tranquilizante que ella había tomado para la depresión y los asfixió. Luego llamó a su cuñada. «No es normal que alguien con depresión actúe así. Tenía que padecer algo más, estar bajo los efectos de un delirio místico o mesiánico», señala el psicólogo Pedro Rodríguez. «La depresión equivale a pasividad».

La mitad, ingresados antes

El último estudio de Instituciones Penitenciarias sobre salud mental es revelador: el 78 por ciento de las personas ingresadas entre 2007 y 2009 en los dos psiquiátricos penitenciarios españoles, el de Foncalent y Sevilla, no habían tenido un control ambulatorio antes de cometer su delito; y una vez ingresados, es decir, tratados, ocho de cada diez se estabilizaron. No les habían controlado, pero el 56 por ciento, más de la mitad, había estado ya ingresado en un hospital por problemas psiquiátricos. Foncalent y Sevilla son los dos únicos hospitales penitenciarios. Sus presos fueron juzgados, no condenados; aunque la mitad cometieron crímenes muy graves (homicidios) el tribunal consideró que no sabían lo que hacían, que sus facultades estaban anuladas por la enfermedad mental. Son inimputables. Hasta hace no tanto el Código Penal les llamaba «enajenados»; hoy, se distingue entre inimputables y semiimputables, donde se reconoce solo una atenuante de su responsabilidad.

Los especialistas recalcan que una conducta violenta suele coincidir con un abandono de los fármacos, o puede darse cuando la enfermedad aparece. ¿Cuáles son los riesgos de que se desencadene esa conducta? «No hay ningún elemento objetivo; es la subjetividad del terapeuta la que debe primar y cuantos más ojos estén atentos mejor», señala Arroyo.

El psicólogo Rodríguez añade: «Son las incertidumbres con las que nos toca convivir. No podemos encerrar a alguien porque en el futuro pueda tener una conducta agresiva». Y aquí conviene echar mano de cifras objetivas. El 9 por ciento de los españoles padece algún tipo de trastorno mental, es decir, más de cuatro millones, según datos del Ministerio de Sanidad; un porcentaje que la Confederación Española de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Feafes) rebaja al 4 por ciento. Esquizofrenia, psicosis o trastorno bipolar son su infierno particular, pero se hace más cuesta arriba por culpa del estigma. Como contó Reza, el hermano de Bijan Alizadeh: «él no sabe lo que hace. Está muy enfermo».

Ocho de cada diez no recibían tratamiento

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