lunes, 19 de septiembre de 2011

El mundo de las drogas, la prisión y los otros (Segunda Parte)

Frente a la imagen del drogodependiente de los años 80, tremendamente deteriorado, con enfermedades muy avanzadas, en condiciones higiénicas lamentables y situación marginal, aparece la nueva imagen del consumidor de drogas: persona en un porcentaje elevado de casos “normalizada”, proveniente de familia estructurada, con una fuente de ingresos con la que poder desenvolverse día a día y cada vez de edad más joven.

En la prisiones ha aumentado considerablemente en los últimos años (además de otras poblaciones como los extranjeros, por meras razones probabilísticas, entre otros colectivos) el número de personas que han ingresado con este perfil.

La conclusión es que al final la droga no hace distinción alguna para nadie, y acaba destruyendo en un porcentaje muy elevado de casos la vida de las personas y de todo el entorno que le rodea.

Durante los 12 años que he trabajado en prisión he visto a muchos chicos jóvenes morir por el tema relacionado con este mundo. Consecuencia del VIH (al quedarse sin defensas), consecuencia de un deterioro progresivo tanto físico como mental o como consecuencia de una sobredosis una vez que salieron a la calle, entre otras muchas causas.

Personalmente trabajar en prisión me ha servido para ser más tolerante, más flexible, más “empático” con los demás y cambiar mi concepción sobre muchos aspectos fundamentales de la vida.

He conocido a “excelentes personas” dentro de la prisión, me refiero naturalmente a presos que no han tenido nada fácil desenvolverse en el lugar donde nacieron, en la familia o bajo las circunstancias que les había tocado vivir, y puedo decir en voz alta que han sido una fuente constante de aprendizaje para mi.

Sin caer en el victimismo simple del drogodependiente le pregunto al lector: ¿Qué hubiera pasado con su vida si usted hubiese nacido bajo las mismas circunstancias que les han rodeado a ellos?. Le invito a reflexionar sobre ello.

Algún compañero psicólogo puede decirme que se trata de un punto de vista muy “conductista", donde todo viene determinado por el ambiente, pero no hemos de olvidar la parte afectiva y emocional que se ve tremendamente deteriorada como consecuencia de todas las situaciones externas que rodean al drogodependiente.

Hoy en día, no es nada raro que usted salga un fin de semana (como me ha ocurrido a mí) y haya visto a gente consumir droga, o se la hayan ofrecido o que se haya normalizado el estar tomando algo en cualquier “pub” y oler el humo del popular “porro”.

Aunque en el próximo artículo hablaré sobre la familia y su papel en la prevención en el consumo de drogas, si me gustaría adelantar y decir, muy modestamente a los padres, QUE CUIDEN LA COMUNICACIÓN y en consecuencia LA RELACIÓN con sus hijos , que sepan de sus amistades (no en plan paranoico por favor) , que les dediquen tiempo a los mismos, compartan actividades comunes para que puedan tener la suficiente confianza con ellos y cuando les surja un problema que puedan contar con ustedes, sabiendo que pueden ser castigados por una conducta inadecuada pero también que una vez asumida su responsabilidad pueden contar con el apoyo de sus padres.

Cuidado, mucho cuidado en confundir ser padre con ser amigo. Los padres nunca han de ser los amigos de sus hijos, porque han de ponerles límites y asumir simplemente su papel, el que les ha “tocado vivir” para que mañana sus hijos sean personas responsables, no caprichosas y que saben enfrentarse adecuadamente a los problemas que la vida les vaya planteando.

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