La conclusión es que, mientras que la mayoría tardaría cinco segundos en decidir que no empujaría a nadie a la vía, tardaría dos segundos más en optar por mover las agujas, acción que "causaría un posible daño indirecto y evitaría directamente un mal superior".
La mayor tardanza en elegir en este último caso se debe, según la catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, Natalia López, una de las autoras del vídeo, a que "la activación de áreas del cerebro que desempeñan funciones de análisis y cálculo de coste/beneficio es más intensa que en el dilema de empujar a alguien, y, en cambio, se reduce la actividad en el área que procesa las emociones".
El experimento pone así de relieve los dos tipos de inteligencia del ser humano, la analítica, localizada en el hemisferio izquierdo del cerebro, que "procesa de forma más sistemática y lenta", y la emocional, que, desde el hemisferio derecho, nos "urge a socorrer a alguien en grave peligro", ya que procesa de forma "intuitiva, global y rápida".
Según la misma fuente, "estas evidencias científicas" demuestran que el cerebro se rige por un "principio natural, y por tanto, universal, de no hacer a los demás lo que no quiero para mí, que provoca la emoción automática de agrado al ayudar y repugnancia por dañar".
Pero López ha puntualizado que se trata de una "intuición que guía sin determinar la conducta, un atajo emocional para situaciones en las que están en juego vidas humanas y en las que hay que decidir de forma directa e inmediata". Así, a diferencia de los animales, según López, cuyo instinto "sólo les permite acertar", a las personas, aunque tengan ese "conocimiento intuitivo que hace aflorar la emoción", se les "plantean dilemas y están abiertas a equivocarse al decidir".
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