domingo, 13 de marzo de 2011

Hace justo siete años

Hemos pasado ya los siete años del salvaje 11 de marzo de 2004 y seguimos sin saber nada. Sí nos seguimos preguntando “cui prodest?" (¿a quién aprovechó?). La respuesta es simple:a quien se aprovechó de ello. ¿Quién?: el PSOE, que, siete años más tarde, ha dejado sumido al país en un caos sin precedentes
Siempre se contó de forma más o menos concreta, pero hace aproximadamente cinco años en la revista de Prensa de Belt Ibérica, SA se colgó en la Red la versión más completa de un episodio acaecido el 13 de marzo de 2004, dos días después de la hecatombe monstruosa de los trenes de Madrid. Según lo publicado, colgado entonces digo, la dirección socialista Zapatero-Blanco tuvo conocimiento anticipadamente de la detención de varios islamistas, los famosos moritos luego condenados por el insólito juez Gómez Bermúdez, que habían participado presuntamente (yo sigo pensando que presuntamente, pese a lo que diga el tribunal del susodicho juez) en la matanza de Atocha. La revista de Prensa de Belt, empresa de seguridad pública y protección civil, despachaba el episodio en estos términos literales:

“Tras la gigantesca manifestación que se produjo en Madrid en la tarde del 12 de marzo en repulsa por el atentado de los trenes, un grupo de dirigentes del PSOE se dirigió hacia la sede del partido sita en la calle Gobelas. Momentos después, pasadas las 21 horas, el grupo se encaminó para cenar hacia el restaurante La Hacienda, sito junto a la carretera de La Coruña y muy cerca del cuartel general socialista. En la cena estuvieron presentes Alfredo Pérez Rubalcaba, José Blanco, Miguel Ángel Sacaluga (consejero de RTVE) y los miembros del Comité Electoral Óscar López, Nacho Varela y César Mongo”.

“Durante la misma, varias personas contactaron con Blanco y Rubalcaba para transmitirles las noticias que iban teniendo sobre el atentado. Margarita Robles, ex secretaria de Estado de Seguridad en tiempos de Belloch (ahora –esto lo escribo yo– miembro, gracias al PSOE, del Consejo General del Poder Judicial) habló con Blanco, a quien le dijo que sus fuentes en el entorno abertzale le aseguraban que ETA no había tenido nada que ver con el atentado. Sin embargo, la llamada que más congratuló a los comensales fue la de Rafael Vera. De hecho, estaban seguros de que, de ser cierto lo que decía el ex responsable de Seguridad, el PSOE ganaría las elecciones que habían de celebrarse el 14 de marzo”.

Anticipación y provecho

Hasta aquí la transcripción. Un añadido más o menos sabroso: la descripción de la escena. Un eufórico Rubalcaba que, recuérdese, era interlocutor privilegiado del ministro del Interior, Ángel Acebes, en asuntos de terrorismo, se dirigió alegremente a su interlocutor, José Blanco, y le dijo: “Si no ha sido ETA, y no lo ha sido, ten por cierto que hemos ganado las elecciones”. Personas que escucharon esta confesión (el restaurante estaba repleto aquel día) me dijeron algún tiempo después que “salvo celebrarlo expresamente con más aspavientos, los socialistas no pudieron contener su alegría”.

Y ahora dos reflexiones: primera e importante, el PSOE supo siempre por anticipado quiénes habían sido los autores de la matanza; segunda, los socialistas decidieron en aquella misma cena aprovecharse sin pudor de la increíble ingenuidad con que el honrado Gobierno de José María Aznar estaba gestionando el drama y sus consecuencias, porque lean lo que, a continuación, insertaba esa misma revista de Prensa a que me estoy refiriendo: “El sábado 13 de marzo, día de reflexión, ya desde la mañana se cruzaron miles de mensajes telefónicos convocando para esa misma tarde manifestaciones frente a las sedes del PP. Por ejemplo: “Hoy 13-M a las 18. Sede del PP. Calle Génova 13”. Aunque el propio Blanco dio instrucciones para que el PSOE no avalara con sus siglas las convocatorias, muchos de sus militantes acudieron a las distintas concentraciones que tuvieron lugar en toda España”.

Gómez Bermúdez

En todo caso y al cabo de tiempo, estas expresiones políticas de gran excitación electoral eran secundarias. Me explico: el Partido Socialista ya contaba en el interior de las que se llaman tópicamente “Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado” con suficientes cómplices como para saber afrontar situaciones radicalmente extremas como lo que se produjo el 11 de marzo de 2004. Y no voy más allá. Únicamente formulo (y me formulo) dos preguntas elementales: ¿para quién trabajaba políticamente en aquel día Sánchez Manzano? Sus actos no dejan lugar a dudas, sobre todo después de que, imputado por trabar hasta la extenuación cualquier averiguación de las pistas del suceso, siga suculentamente empleado por Rubalcaba. ¿Por qué este Sánchez Manzano, que hoy sigue en posición preferente en la Policía, no intentó evitar, en el mejor de los casos, la destrucción de las grandes pruebas del multiasesinato, o sea de los trenes?

Quiero plantear otro par de preguntas: ¿qué le ocurrió al juez Gómez Bermúdez a mitad de trayecto?, ¿qué le pasó a un magistrado que durante tiempo transmitió, directa e indirectamente, señales de su inmensa probidad, de su intención de llegar hasta el final y que, de pronto, se quedó en la epidermis de la investigación? En España siempre se ha dicho que cuando no se explica el comportamiento contradictorio o volátil de un funcionario es que a este le pasan dos cosas: o que quiere ascender o que tiene mucho que tapar. Elijan. El 11-M continúa repleto de incógnitas y también –eso es trascendental– de muchas evidencias.

Ascensos y recompensas

Hablaba de ascensos y recompensas. Hemos publicado muchos y muchas. Hago un resumen. Al director del Centro Nacional de Inteligencia en aquella tétrica fecha, Zapatero le premió con la Embajada en el Vaticano y luego con la de Washington; Pedro Laguna, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Asturias donde se robaron los presuntos explosivos, es ya general de Brigada y jefe de la duodécima zona de la Guardia Civil (Castilla y León), la tierra de Zapatero; Félix Hernando, jefe de la Unidad Operativa (UCO) de la Benemérita, ha acopiado dos grandes cruces bien engrasadas: la de San Hermenegildo y la del Mérito Militar; Mariano Rayón, comisario jefe de la Unidad Central de Información Exterior (islamistas y así) es hoy agregado de Interior de la Embajada de España en Roma (un pastón); Juan Manuel Calleja, jefe entonces de la Unidad de Droga y Crimen Organizado, es ahora jefe superior de Melilla; Rodolfo Ruiz, ¡ay, Rodolfo Ruiz!, responsable primero de la Comisaría de Vallecas donde apareció una mochila con la bomba número 13, dirige la Información en la provincia de Madrid; Telesforo Rubio, implicado hasta el tuétano en el Faisán, era en marzo de 2004 el jefe de la Comisaría de Chamartín en la que tenía que custodiar (es un suponer) los restos del atentados, aunque de aquellos restos, incluidos los trenes, nunca más se supo; por fin, Miguel Santano, comisario en la fecha de la Policía Científica, es lo más que se puede ser en el Cuerpo: comisario superior. Aún ha habido otros premios. Rubalcaba ha sido generoso con sus subordinados más fieles y más colaboradores; el PSOE siempre presumió tras la llegada de Aznar en 1996 a La Moncloa de que había dejado “topos” en todos los lugares. El PSOE, es un dicho extendido y comprobado, nunca deja tirado a quien le sirve.

Y ahora hemos pasado los siete años del salvaje atentado y seguimos en lo de siempre: en la nada. No se puede asegurar, al menos todavía, que aquel atentado tuvo una decidida intención política: cambiar al PP por el PSOE. Sí se puede asegurar con certeza que la salvajada modificó brutalmente la trayectoria de España; por ello el clásico entre los clásicos “cui prodest?” es más procedente que nunca. ¿A quien aprovechó? Respuesta: a quien se aprovechó de ello. ¿Quién? El PSOE, el mismo que ha dejado a España sumida en el caos institucional, territorial, social y económico. Los que verdaderamente proyectaron la matanza han destrozado este país; han conseguido lo que pretendían. Objetivamente les ha ayudado Zapatero.
  • Intereconomía
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