domingo, 13 de febrero de 2011

´Con la que está cayendo fuera, algunos prefieren estar en la cárcel. Aquí tienen la vida resuelta´

Manuel Avilés, director del centro penitenciario de Palma

Quedadas de motos, actuaciones en el Teatro Municipal, comidas en el patio con los familiares de los internos... Manuel Avilés llegó hace casi tres años a la prisión de Palma dispuesto a luchar contra el tedio de los presos. Se las apaña como puede con los recortes, confía plenamente en su plantilla y se queda con la cara y el nombre de cada uno de los reclusos. Alerta de que las cárceles están realizando funciones sociales que no les corresponden y lamenta que a pesar de ser tan necesarias, se las critique tanto

Treinta y cuatro años como funcionario de prisiones y 21 ejerciendo como director en media docena de centros de todo el país. Desde hace casi tres años está al frente de la cárcel de Palma. Manuel Avilés (Granada, 1954) es conocido por su inquietud y su lucha contra el aburrimiento carcelario a base de organizar actividades "que no nos cuesten un duro". Insiste en que es un "tipo vulgar", pero trabajó con Juan Alberto Belloch, "un amigo", y puedo ver de cerca la magia del director Luís García Berlanga durante el rodaje de ´Todos a la cárcel´

– ¿Cuántos internos hay?
– Ahora 1.520.
– ¿Y cuántas plazas hay?
– Ahora estamos súper bien, tenemos 1.200 habitaciones. La gente dice que estamos hacinados, pero no, y los espacios comunes son muy amplios.
– ¿Los conoce a todos?
– Yo sólo tengo una cualidad: muy buena memoria. Y me precio de conocer a la gente.
– ¿Entra mucha droga en la cárcel?
– El 80% de las personas que están aquí tienen la droga en algún punto de su delito. Esto es una realidad. Han perdido el trabajo, o la familia por culpa de la droga, han robado por droga, han traficado... Evidentemente, el lío no es el mismo para un gran narco que no consume y se enriquece y vive de esto y gana muchísimo dinero, que el problema que tiene un yonqui que roba o se prostituye para conseguirla. Son problemas distintos. Y el que lo tiene que trabajar es el equipo de tratamiento.
– ¿Es imposible evitar que entre?
– Es muy difícil, evidentemente. Pero yo estoy muy contento con la plantilla, porque es muy entregada y disciplinada en el sentido del control. Los funcionarios conocen muy bien a los internos cada uno en su módulo y los funcionarios saben qué pasa, casi siempre vamos a tiro hecho. Es muy raro que vayamos a por uno y que no tenga droga. Nosotros hemos puesto en marcha un control del dinero, de lo que gastan, en qué, quién lo ingresa, controlamos con quién se relacionan y su estado, y hacemos multitud de analíticas y de control. El consumo y el trapicheo se ha reducido en un porcentaje muy importante. Por eso, mandamos de manera casi continúa partes y escritos a los juzgados de guardia cada día con actuaciones en este terreno. Esto es fundamental, la droga es uno de los problemas graves del centro, un problema que no es exclusivo de aquí, es de la institución penitenciaria en general y de la sociedad, porque lo que hay aquí es un reflejo de lo que pasa en la calle. Aquí no hay extraterrestres, son gente de la calle.
– ¿La época de corrupción de los funcionarios de la cárcel de Palma ya es agua muy pasada?
– Cuando esos supuestos, y digo supuestos porque aún no hay sentencia, tuvieron lugar yo no estaba y no es mi tarea enjuiciar a mis antecesores. Lo que sí digo es que los funcionarios están muy bien aleccionados, saben que hay un código penal, una Constitución, una legislación penitenciaria y saben que precisamente ahora hay un código deontológico específico, que es el evangelio y todos los tienen que cumplir. Y al que no lo cumpla se le aplicará la legislación. El código va del respeto con el que hay que tratar a los presos y familiares, de la relación profesional que hay que tener con ellos, la equidad y la justicia con la que hay que comportarse, que uno no puede tener relaciones comerciales ni afectivas con ellos, y que uno tiene que prestar al Estado y la Administración un servicio real. Y tengo el pleno convencimiento de que los funcionarios de aquí son honestos, trabajadores y cumplidores. ¿Qué hay un porcentaje mínimo, muy mínimo, que se puede escaquear a la hora del cumplimiento estricto? Pues para eso estoy yo, para llamarlos al orden.
– Esta semana un preso intentó entrar llevando dos pen drives y drogas en el recto, ¿eso es lo más raro que ha visto?
– Eso no es raro. Hemos tenido muchas intervenciones de estas cuando vuelven de permiso o de un vis a vis. En estos casos los controles se extreman porque existe una figura conocida mundialmente que es el hecho de, en una palabra de argot, ´empetarse´. Nosotros conocemos a la gente. Hacemos cacheos, controles y cuando sospechamos que uno viene ´empetado´ pedimos una orden judicial para una prueba radiológica, que es lo que hicimos en este caso. A mí me gustaría que esto no pasara. El que lo hace se expone a que lo pillemos, venga la policía, y acabe con un parte judicial. Yo he visto tras un vis a vis intentar entrar con dinero legal, que aquí no sirve. Aquí pagamos con esta especie de tarjeta de crédito, que cargas cada semana. Vas al economato con 5 euros y no conseguirás nada. También he visto gente intentando entrar un filete. Ayer pillamos a uno con una hamburguesa. ¿Para qué? La comida es muy superior en calidad y cantidad a la que un importantísimo porcentaje de internos toma cuando está en libertad. Y yo la pruebo cada día [al rato llegan los cocineros con bandejas para que pruebe los dos menús del día]. Muchas veces viene una persona de fuera, muy deteriorada, porque consume o está desatendida, y cuando lleva aquí dos meses lo llevas a una rueda de reconocimiento y no lo reconocen. Está duchado, vestido, limpio, gordo y lustroso. Yo según me hago mayor más defensor soy del Estado, porque es el único que nos protege y que hace posible que esto no sea una jungla, y que coge a un anciano y lo pone una residencia y le da una pensión para que después de 40 años trabajando no viva en la miseria. El Estado garantiza que un preso no esté como en otros países, donde come el que tiene dinero y sólo tiene cama el que puede pagar un colchón. Aquí todos tienen sus sábanas, su lavandería, su lote higiénico...
– Teniendo garantizado todo esto, y con la que está cayendo, ¿no hay gente que prefiera estar dentro que fuera?
– Sí. Hace poco me tropecé con un chaval en la calle y lo vi mal, deteriorado. Me dijo que había vuelto a consumir y estaba fatal y luego, me dice, frase textual: ´A ver si tengo suerte y entro en la cárcel´. Eso es una situación peligrosa. Porque las cárceles están siendo el sustituto de mucho servicio social y de mucho hospital psiquiátrico. Hay un aumento alarmante de las patologías psiquiátricas en las cárceles y esta gente no es nuestra. En los 60, a raíz de la corriente encabezada por Foucalt y Basaglia de la anti-psiquiatría, se eliminan los psiquiátricos. Yo he sido director de uno y sí, hay que eliminar el concepto de psiquiátrico–almacén de despojos humanos, pero el psiquiátrico hay que retomarlo como espacio de salud, de control, de atención mental e incluso clínica y farmacológica. Ahora se le dice a la familia que lo cuide, que lo lleve al centro de salud y que tome la medicación. Pero yo he recibido centenares de llamadas de madres que dicen ´mi hijo es muy bueno, pero a veces se toma unas copillas o no toma las medicación y....´, y esta gente ocasiona problemas de convivencia e incluso de seguridad. En la cárcel están más controlados, pero esté no es su sitio. Las cárceles asumen tareas propias de la sanidad pública y de la asistencia social.
– En la prisión de Valdemoro se han denunciado casos de agresión de internos españoles a musulmanes, ¿aquí hay conflictos de este tipo?
– La prisión de Mallorca tiene un 40% de extranjeros. Llevo aquí dos años y medio y no he tenido ni un solo problema de agresión racista. Puede haber una pelea de un negro con un español o un rumano con un sudamericano o un gitano con un payo, pero aquí no hay problema de racismo. La clasificación interior, para distribuirlos por módulos, atiende a muchas variables (conducta, condena, confianza...), pero nunca a la raza ni la religión.
– ¿Los antiguos cargos políticos se mezclan con los otros internos o hacen piña entre ellos?
– Las personas que han tenido un cargo público o han sido de las Fuerzas de Seguridad o funcionarios o lo que sea, son un interno más, y las variables de su clasificación interior son las mismas que para cualquiera, excepto los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que por una ley están obligados a estar separados d los otros presos por una cuestión de seguridad. Por lo demás, no hay ni módulo VIP ni módulo VAP...
– ¿La libertad puede dar miedo?
– Muchísima gente ha tenido ese miedo. A mí me lo han confesado mucho. Lo decía Erich Fromm y es cierto. Aquí estás institucionalizado, tienes tu cama, tu habitación, tu ducha con agua caliente, tu gel...Tienes tu vida resuelta, luego sales fuera y para empezar tienes que buscarte una habitación. Y esto da miedo. Hay gente que me lo ha dicho: ´¿Dónde voy a estar mejor que aquí?´. Y esto sobre todo sucede, cuánto más mayor es la gente.
– En la cárcel también hay recortes, ¿de dónde ahorráis?
– De por todo: luz, agua, no tirar la comida, racionalizar la dispensación y consumo de medicamentos... Y por eso somos una plantilla de lujo, porque lo estamos consiguiendo, no estamos endeudados. Yo cada día les insisto en lo de no tirar comida. Me llevan los demonios cuando paseando por un módulo veo a alguno tirando comida por la ventana.
– ¿Qué cambios ha observado en las prisiones en los más de 30 años que lleva por sus pasillos?
– Han ido a mejor en infraestructura y personal. El Estado ha ido invirtiendo cada vez más para que las cárceles sean dignas. Y ahora estamos a la cabeza del mundo en instituciones penitenciarias. A nivel de internos, desde que yo entré, en el inicio de la democracia, hasta ahora ha cambiado en que hay muchísima más población extranjera; han cobrado importancia las redes de criminalidad organizada, y con eso tenemos mucho trabajo y mucho cuidado, un problema importante en todo el mundo; han cobrado importancia enfermedades que antes no había, cuando yo entré había enfermedades de miseria, sarna, piojos; la droga ha tenido un incremento importantísimo, cuando yo entré pues venía gente de Marruecos que fumaba grifa, hachís, y punto y luego llegó la coca y la heroína, que mató a muchísima gente. He conocido a muchos presos muertos, en la cárcel poco y en la calle muchísimos. Empezaron las patologías psiquiátricas asociadas al consumo de drogas, el consumo de drogas de diseño, pastillas, cristal, éxtasis... Todo problemas que asume la institución penitenciara pero que no son suyos, le vienen dados. Hay pocas instituciones tan necesarias y tan vilipendiadas. Todo el mundo habla mal de las cárceles hasta que le roben el coche o agreden a su hija. Entonces quieren la perpetua.
– ¿Qué opina sobre las voces que, a raíz de casos como el de Mari Luz o el de Marta del Castillo, piden endurecer las penas?
– La cadena perpetua no es una solución, el codigo penal español precisamente es durísimo. No es cierto eso que dicen de ´entran por una puerta y salen por la otra´. Aquí hay condenas largas y se cumplen. No se puede legislar a impulsos emocionales. A un señor que le condenan a 40 años, si eso no es cadena perpetua, que baje Dios y lo vea. Además, los beneficios penitenciarios de acortamiento de pena han desaparecido. Se esté en el grado que esté se cumple toda la pena.
– ¿El aburrimiento es lo peor ?
– Lo es. Para mí esa es la espina que más profundamente tengo clavada. No hay cosa peor que estar tres años encerrado en un patio mirando al cielo. Con la ayuda de la gente para la financiación, como la obra social de la CAM, La Caixa, Proyecto Hombre, Pastoral Penitenciaria, Cruz Roja, el GREC, ciudadanos anónimos, grupos que vienen a tocar gratis... Lo peor es el trabajo productivo que hemos perdido. Teníamos aquí 150 puestos de trabajo de una empresa de grifería y se ha ido al garete, por la crisis o la deslocalización. Lo que me revienta es que venga un interno y me diga ´es que mi familia está fuera y no tiene dinero y tengo que pagar la guardería´. Yo estaría dispuesto a lo que fuera, a pagar un año de cárcel, sin permisos ni nada, por cada 100 puestos de trabajo que me dieran, pero claro eso no es posible.
– ¿Hay alguna película sobre la cárcel que no le haga reír? ¿Alguna que refleje bien la realidad?
– Ninguna. Yo por norma intento no verlas. Recuerdo Cadena Perpetua, que el director es un chorizo y le engañaban con la contabilidad y al final se escapa... Eso hoy es muy difícil. La cárcel tiene las paredes de papel, se sabe todo. Luego la Celda 211, que la pusimos aquí y los presos se reían. Hay graves fallos de concordancia con la realidad. Ves a funcionarios que de repente se hacen antidisturbios en la calle. Luego está Todos a la Cárcel, de Berlanga, que se rodó en la cárcel que dirigía en Valencia, y eso estuvo bien, es un cachondeo, un vodevil.

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