domingo, 21 de noviembre de 2010

Afganistán, en guerra. Basta ya de muertos

Sha Wali Kot.- La carretera que une la capital de la provincia de Uruzgán, Tarin Kot, con Kandahar, la principal ciudad del sur de Afganistán, es una de las arterias más importantes del país; ya que es la única vía decente que conecta el norte con el sur. De hecho, se la conoce como autopista Kabul-Kandahar, pues nace en la capital afgana aunque tiene poco de vía rápida. La autopista en cuestión es en realidad una carretera de poca monta, que en algunos tramos se convierte en camino de tierra sin asfaltar.

Me traslado de Tarin Kot hasta el distrito de Sha Wali Kot, en el norte de la provincia de Kandahar, en un blindado estadounidense stryker. El trayecto dura unas cuatro horas y media, a pesar de que la distancia a recorrer son sólo 150 kilómetros, y los strkyker son vehículos relativamente rápidos. De los 150 kilómetros, un tercio son sin asfaltar y transcurren por una zona montañosa infectada de talibán. Al menos eso es lo que aseguran las tropas estadounidenses. Los artefactos explosivos son el principal riesgo del camino.

Transitar por el tramo pavimentado de la carretera, sin embargo, tampoco es garantía de nada. Cuando la denominada autopista Kabul-Kandahar se arregló con fondos internacionales años atrás, se construyeron canalizaciones de agua por debajo de la calzada, es decir, grandes tubos que cruzan subterráneamente la carretera para permitir el paso del agua de la lluvia. Entonces nadie pensó que esas canalizaciones las podría utilizar la insurgencia como escondite para sus artefactos explosivos. Ahora las tropas internacionales pagan las consecuencias.


Militares estadounidenses inspeccionan una canalizacion de agua en la carretera. M. BERNABE

Se han colocado rejas y alambradas de espino en las canalizaciones para evitar el acceso, pero no es suficiente. Un pelotón estadounidense se dedica a rastrear cada día la carretera con equipos especiales. Y otras tropas también hacen inspecciones oculares de forma periódica. La operación es incluso más cansina que el trayecto de Tarin Kot a Sha Wali Kot. Al menos el trayecto sabes lo que dura. El rastreo de la calzada, no. Puede llevar dos horas, tres, cuatro. Nadie lo sabe concretar con precisión.

Un soldado estadounidense se santigua cada vez que el stryker se pone en marcha. Es un joven ya maduro, en sus treinta y muchos. Dice que es originario de Brasil y que se alistó en el ejército en febrero. “Estuve cuatro meses en Georgia entrenando y en junio ya me mandaron a Afganistán”, explica. Y en los cuatro meses y pico que lleva en el país, ya ha vivido en primera persona las consecuencias de un artefacto explosivo. “El stryker quedó inservible”, asegura, “y los militares que hacían de disparadores salieron despedidos, volando”. Milagrosamente nadie resultó herido. Ahora en los strykers todos los disparadores van bien amarrados al vehículo con un arnés en el cuerpo.

Desde que Estados Unidos inició su intervención en Afganistán en octubre de 2001, y después se añadieron las tropas de otros países, 2.224 militares extranjeros han muerto en ese país -1.262 de ellos, estadounidenses- a fecha de este domingo. La cifra cambia cada día. No hay jornada sin bajas. Este año está siendo el más letal de todos. Los militares muertos ya suman 654, un 25% más que en el 2009, y eso que aún no ha acabado el año. Más de la mitad –un total de 342- a causa de artefactos explosivos.

En la cumbre de la OTAN de este fin de semana en Lisboa se ha acordado traspasar al Gobierno afgano la responsabilidad sobre la seguridad del país en cuatro años. Lo que se ha decidido en realidad es que ya basta de muertos. Aún así, si continúa el goteo actual –más de 500 bajas por año-, habrá que contar dos mil más.

Tras más de dos horas rastreando la carretera en busca de artefactos explosivos, algunos soldados se duermen dentro del stryker y otros empiezan a hablar tonterías. El stryker va repleto y los militares no tienen sitio ni para cambiar de posición las piernas. “Mi madre siempre tiene encendida una vela con una estampa de la Virgen y una foto mía”, explica el soldado originario de Brasil. Que vuelva vivo es lo que espera.

Tras la cumbre de la OTAN

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"No deberían posponer la retirada de sus fuerzas ni un día", afirmó el movimiento talibán en un comunicado.

Milosevic (i), Izetbegovic (c) y Tudjman durante la firma del acuerdo de Dayton, en 1995. | E.M.

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