(Terroristas sindicales gubernamentales se disponen a sabotear y moler a palos a los ciudadanos de cuyos impuestos y esfuerzo ellos viven sin trabajar)
Hay muchas razones para esta aparente paradoja, la primera de las cuales es que se trata de una huelga perfectamente inútil y muy perjudicial para los intereses del país. A diferencia de González y de Aznar, Zapatero no ha hecho la reforma por convicción política, sino porque le han obligado la UE, EEUU y el FMI. Por lo tanto, el presidente del Gobierno carece por completo de margen de maniobra para variar el rumbo, ya que perdería la escasa credibilidad que le queda como gobernante, que está sustentada precisamente en el giro que ha impuesto -a su pesar- a la política económica. Hay una segunda razón de peso para la ausencia de ambiente de huelga general en las calles, y es el descrédito de las organizaciones convocantes. Los sindicatos rivalizan en impopularidad con el Gobierno, tanto por haberse atado de pies y manos a las políticas ineficaces de Zapatero, como por no haber mostrado inquietud alguna en los dos últimos años por el dramático aumento del número de parados. Amén del desprestigio originado por la cantidad abusiva de liberados sindicales y por las prebendas que han recibido UGT y CCOO de este Gobierno.
En el aire flota, además, un cierto aroma de paripé en la convocatoria, derivado de la actitud complaciente y de Zapatero ante una huelga que se convoca contra sus reformas. Tal parecería que el presidente necesitaba un paro general para legitimarse ante los mercados y las instituciones internacionales, pero sin romper del todo con la izquierda social. Gobierno y sindicatos buscan una huelga que acabe en tablas para que ninguno aparezca como derrotado. A pesar de lo cual, UGT y CCOO, conscientes de que mañana se juegan su propio papel como organizaciones representativas de los trabajadores, han ido incrementando la tensión por miedo al fracaso. El Ejecutivo ha pactado con generosidad los servicios mínimos del transporte a nivel nacional, a pesar de que en algunas comunidades los sindicatos han amenazado con no respetarlos. En Asturias un líder de UGT ha advertido que habrá «piquetes informativos y convencitivos (sic)». En Canarias, CCOO asegura que los niños que vayan al colegio correrán un «grave riesgo». En Madrid no se garantizan los servicios mínimos.
Puede que estas amenazas logren amedrentar a quienes quieran trabajar. Aunque no servirán para tapar las vergüenzas de los sindicatos ni la más cruda realidad de esta huelga general, que son los más de cuatro millones de parados que no podrán ejercer ni su derecho al trabajo ni su derecho a la huelga. De ellos UGT y CCOO apenas si se han preocupado nunca.
Los sindicatos responsabilizan a las CC AA de la violencia que haya durante la huelga general
Las dudas de los empresarios giran principalmente en torno a la forma en la que deben comportarse si el día del paro encuentran problemas para poner en funcionamiento sus negocios.
Entre el derecho a la huelga y el derecho de trabajar_______________________
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