.LA
HEGEMONÍA del nacionalismo que anuncia la intención de voto de cara a
las próximas elecciones vascas puede significar la vuelta de los
planteamientos soberanistas al primer plano de la política. El PNV, que
se perfila como la fuerza más votada, viene mostrando su pretensión de
lograr un «nuevo estatus político» para el País Vasco en 2015. Sin
embargo, y pese a que exceptuando el actual paréntesis del Gobierno de
Patxi López los nacionalistas han copado las instituciones durante 30
años, el independentismo continúa siendo minoritario, incluso entre los
votantes del partido de Iñigo Urkullu.
La segunda parte de la encuesta de Sigma Dos que hoy publicamos revela que sólo uno de cada cuatro vascos anhela la independencia, si bien, hay un 36,5% al que le gustaría que su comunidad disfrutara de más autonomía que ahora. Es sorprendente que, pese a tener más autogobierno que muchos estados federales, haya calado en la población vasca la idea de que aún no hay que cerrar las transferencias. Con todo, los datos del sondeo rebajan la importancia del sentimiento separatista. Y unidos a las dificultades que plantea la grave situación económica deberían ser suficientes para atemperar los discursos identitarios. La actividad política de los próximos años tendría que estar centrada en problemas objetivamente más acuciantes.
El problema es que el empuje de la izquierda abertzale, que se perfila como la segunda fuerza en la Cámara autonómica, puede actuar como un elemento distorsionador. José Antonio Pastor, portavoz de los socialistas vascos, aseguraba ayer que una mayoría nacionalista abocaría al País Vasco a «una época de importantes tensiones soberanistas». En concreto, no descarta que el PNV llegara a plantear de nuevo algo parecido al disparatado plan Ibarretxe como forma de reafirmar su vasquismo ante Bildu.
Otro de los puntos más significativos de la encuesta que hoy publicamos tiene que ver con la percepción del fenómeno terrorista. Casi la mitad de los ciudadanos vascos no tiene claro o directamente no se cree que ETA se haya acabado para siempre. Y en esa línea, sólo un 44% considera que la banda acabará entregando las armas y se disolverá.
La segunda parte de la encuesta de Sigma Dos que hoy publicamos revela que sólo uno de cada cuatro vascos anhela la independencia, si bien, hay un 36,5% al que le gustaría que su comunidad disfrutara de más autonomía que ahora. Es sorprendente que, pese a tener más autogobierno que muchos estados federales, haya calado en la población vasca la idea de que aún no hay que cerrar las transferencias. Con todo, los datos del sondeo rebajan la importancia del sentimiento separatista. Y unidos a las dificultades que plantea la grave situación económica deberían ser suficientes para atemperar los discursos identitarios. La actividad política de los próximos años tendría que estar centrada en problemas objetivamente más acuciantes.
El problema es que el empuje de la izquierda abertzale, que se perfila como la segunda fuerza en la Cámara autonómica, puede actuar como un elemento distorsionador. José Antonio Pastor, portavoz de los socialistas vascos, aseguraba ayer que una mayoría nacionalista abocaría al País Vasco a «una época de importantes tensiones soberanistas». En concreto, no descarta que el PNV llegara a plantear de nuevo algo parecido al disparatado plan Ibarretxe como forma de reafirmar su vasquismo ante Bildu.
Otro de los puntos más significativos de la encuesta que hoy publicamos tiene que ver con la percepción del fenómeno terrorista. Casi la mitad de los ciudadanos vascos no tiene claro o directamente no se cree que ETA se haya acabado para siempre. Y en esa línea, sólo un 44% considera que la banda acabará entregando las armas y se disolverá.
Tales
cifras contrastan con el discurso triunfalista que ha asumido buena
parte de la clase política acerca de la desaparición de ETA y la
irreversibilidad del terrorismo. Se trata de una creencia que está
alumbrando decisiones muy polémicas. La última, la del Juez de
Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro,
que ha acabado con la prohibición de que etarras que ya han cumplido
sus penas y también miembros de la izquierda abertzale con antecedentes
penales por su proximidad a ETA visiten en prisión a los terroristas.
El paso dado por el juez, en contra del criterio de la Fiscalía y del Ministerio del Interior es un error, pues estos contactos pueden servir para que la banda dirija y coordine con facilidad a sus miembros en la cárcel. Se trata de un mal antecedente en vísperas de la decisión sobre la libertad condicional de Uribetxeberria Bolinaga, que deberá adoptar el propio Castro.
El paso dado por el juez, en contra del criterio de la Fiscalía y del Ministerio del Interior es un error, pues estos contactos pueden servir para que la banda dirija y coordine con facilidad a sus miembros en la cárcel. Se trata de un mal antecedente en vísperas de la decisión sobre la libertad condicional de Uribetxeberria Bolinaga, que deberá adoptar el propio Castro.
epsimo y EL MUNDO
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