domingo, 3 de junio de 2012

«Esto es una muerte en vida»: la agónica lucha de un condenado a cadena perpetua

El español Carlos Mira-Gil cumple condena desde hace nueve años en Estados Unidos por el asesinato de un amigo. ABC desvela un caso desgarrador hasta ahora desconocido
El preso número 167552 de la cárcel de Tomoka, en Florida, es español y está condenado a cadena perpetua por homicidio en primer grado. Se llama Carlos Mira-Gil y tiene 37 años. Permanece encerrado desde el 29 de Noviembre de 2003 por el asesinato de José Rodríguez, su amigo y compañero de casa, que un día apareció muerto en el asiento de atrás de su coche, un Chevrolet Camaro.
Según el informe policial, al que ha tenido acceso ABC, el cuerpo que tenía cuatro horificios mortales en distintas partes de la cabeza y el torso, fue hallado atado y completamente ensangrentado. Carlos fue detenido y varios testigos le acusaron directamente a él. Dijeron que le habían visto una hora y media antes de encontrar el cadaver de José conduciendo el coche de éste. Otro testigo llegó a declarar incluso que el español  le dijo: «Me he metido en lío. He matado a mi amigo y lo he dejado en el coche». Estos testimonios fueron determinantes para que todo el peso de la ley cayera sobre el murciano. Sin embargo, Carlos Mira-Gil se declara inocente y denuncia que su condena se podía haber evitado porque está llena de irregularidades.

Un abogado de oficio

En primer lugar, Carlos nunca pudo recibir asistencia por parte del Consulado español en Miami en el momento de su detención.  El Cónsul de aquella época, Santiago Cabanas,  durante una revisión de su caso, celebrado hace unos años, declaró ante el juez que las autoridades norteamericanas no se pusieron en contacto con ellos, con lo que se privó al chico de haber tenido un adecuado asesoramiento jurídico,como recoge el Convenio de Viena.
Carlos fue defendido por el abogado de oficio J.Kenneth Littman, que no hablaba español. El acusado necesitó la ayuda de un traductor pero en ningún momento se sintió protegido en la preparación de su defensa. El juicio apenas duró dos días. Una vez que fue sentenciado ya se le cerraron las puertas para contar con una asistencia letrada profesional. Ahora su caso se encuentra archivado, a la espera de que pueda ser revisado.
El preso español cree que su calvario se debe principalmente a la mala actuación de Littman. . «El problema es que un buen letrado penalista puede cobrar 100.000 euros» según dice la actual Cónsul, Cristina Barrios, que sigue muy de cerca el estado de este preso.

Ajuste de cuentas

Carlos defiende su inocencia basándose en tres puntos: incongruencias en los informes policiales, las declaraciones de los testigos no son creibles y por último, las pruebas de ADN. En una carta escrita desde la cárcel de Tomoka, reconoce que él no lo hizo pero tampoco sabe quien acabó con la vida de su amigo José, de origen latinoamericano. «Iban a por mí, yo era el que tenía que morir». Según él, era un ajuste de cuentas porque en aquella época estaba introduciéndose en el negocio de la droga.
A pesar de la condena, este murciano no se rinde y está peleando mucho por demostrar su inocencia. Como no puede costearse una asistencia jurídica, se encarga él personalmente de su propia defensa. En la actualidad, está prepararando una moción para reclamar las violaciones constitucionales que le hizo su primer abogado.

Testigos poco creibles

Según asegura Carlos Mira-Gil en su carta, la mujer que declaró en su contra, acusándole de haber dicho que él asesinó a su amigo, fue encarcelada cuatro meses después de testificar en su juicio.
También, según su versión, existen claras contradicciones en los testigos porque hay tres que le vieron el mismo día, a la misma hora, en diferentes sitios. Para el español las personas que le acusaron estaban metidas en drogas, como él, y habían consumido, por tanto sus testimonios no pueden ser del todo fiables. Pero donde Carlos es especialmente perseverante es con las pruebas de ADN que fueron realizadas y que según él tanto el Estado como la Policía ocultaron.«Dijeron que no encontraron nada y mintieron al jurado» asegura el preso.
En los informes de los laboratorios que efectuaron el cotejo de ADN y que también ha podido acceder este periódico, parece que existe un diagnóstico claro sobre el arma del crimen, un tenedor de barcacoa. No encontraron restos pertenecientes al cuerpo de Carlos Mira.
En el penal de Tomoka, las cosas se están poniendo bastante feas para los presos. Hay peleas y robos.«Nos están limitando las cuchillas de afeitar, los cigarrillos y otras cosas» dice el murciano. Con el poco dinero que le manda su madre Isabel desde España puede comer un poco mejor y se puede comprar artículos de aseo personal. Otra forma de ganar dinero es vendiendo dibujos. Para sobrevivir en la cárcel hay que estar ocupado. Carlos es un excelente dibujante. Las obras que realiza, luego las vende para sacarse unos dólares que invierte en sellos, llamadas telefónicas y sobre todo, en el seguimiento de su caso. En Tomoka, hay presos que son abogados o expertos en derecho procesal que ayudan a otros compañeros, previo pago claro, para que preparen sus recursos.
«Esto es una muerte en vida»: la agónica lucha de un condenado a cadena perpetua
Cárcel de Tomoka, Florida

El duro sistema americano

Este condenado a muerte, como el resto de compatriotas que están repartidos en las cárceles de Florida, cuenta desde el primer momento con  la ayuda del Consulado español en Miami. Cristina Barrios, le visitó el verano pasado y se encontró con una persona optimista, convencida de que su condena puede ser revisada.
El preso no ha solicitado un traslado a una cárcel española, sin embargo, el Consulado está trabajando para que los reos españoles puedan cumplir la cadena perpetua cerca de sus familias, como el caso de otro murciano, Vicente Manzano. Su historia es aún más dolorosa porque no se cometío ningún crimen. «Vicenzo» como se le conoce, está condenado a cadena perpetua por robo a mano armada. No mató a nadie aunque sí llevaba un arma. El resto de su vida lo pasará entre rejas. Así de duro es el sistema penal americano.
Carlos confía en salir algún día de su «muerte en vida». Su madre Isabel ha escrito una carta al Ministro de Asuntos Exteriores, José Manual García Margallo, para que medie con el Gobernador de Florida en la realización de un nuevo juicio. Mientras eso sucede, Carlos sigue trabajando. «Dios está de mi parte».
 ABC

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