jueves, 24 de mayo de 2012

Apoyo a España mientras crece la división en la UE


































EL RECRUDECIMIENTO de la crisis debería obligar a la Unión Europea a acortar los plazos para tomar decisiones drásticas y, en los términos que usaría un banquero central, «poco convencionales» si es preciso. Ayer las bolsas del continente volvieron a sucumbir en medio de todo tipo de especulaciones y las primas de riesgo repuntaron. Los rumores difundidos antes del cierre de los mercados de que el Eurogrupo habría advertido a los 17 países del euro de la necesidad de que cada uno prepare planes de contingencia ante el hipotético abandono de Grecia de la moneda única precipitaron a la baja una sesión que ya había empezado en negativo. Las autoridades helenas desmintieron estos comentarios pero los inversores hicieron caso omiso.
En España, el Ibex cayó un 3,3% hasta niveles de 2003 y la prima de riesgo subió hasta los 482 puntos básicos. Y algunos operadores comentaban que la insistencia de Rajoy en pedir la ayuda del BCE contribuyó a elevar el nerviosismo sobre nuestros activos.

Pero a la cada vez más acusada incertidumbre sobre el futuro de Grecia se ha unido en las últimas jornadas la escenificación de las discrepancias entre François Hollande y Angela Merkel. La polémica entre austeridad y crecimiento y el distinto criterio sobre la creación de los eurobonos incrementan el desasosiego de muchos inversores. De hecho, este diferente criterio en el diagnóstico y en el tratamiento del que hacen gala los dos países motores de la Eurozona ya ha afectado al euro, que hasta ahora navegaba al margen de los vaivenes de los mercados de valores y de deuda. Así, el 7 de mayo -primer día de cotización tras la victoria electoral de Hollande- el euro se cambiaba a 1,30 dólares y ayer cerró a 1,26, el nivel más bajo desde mediados de 2010. Esto quiere decir que los inversores están empezando a deshacerse de sus activos en euros en busca de otros más seguros.

No sería sensato pensar que la caída del euro es otra escaramuza pasajera cuando un hombre de la CDU y próximo a Merkel -el comisario europeo de Energía, Günther Oettinger- pidió a la canciller que no se enrocara en su rechazo a los eurobonos. «La deuda pública continental podría ser la piedra final de un proceso en el que antes todos los países deben haber ratificado el pacto fiscal», dijo, algo muy similar a lo que piensan Hollande y Monti. Con todo, la división entre las tesis alemana y francesa es un hecho y los intentos del presidente galo de formar un frente antimerkel están perjudicando, al menos de momento, el futuro más inmediato de la UE.

Con este panorama, los líderes europeos afrontaron anoche una cumbre informal que se centró, al margen de anuncios más o menos concretos sobre el pacto de crecimiento, en analizar la cuestión griega y el caso español. El Gobierno de Rajoy lleva dos semanas pidiendo ayuda en las instancias europeas para estabilizar la financiación de la deuda y necesitaba el respaldo del resto de los países. Tras su reunión con Hollande, Rajoy reafirmó su mensaje de los últimos días: España está haciendo las reformas necesarias, pero necesita apoyo para rebajar los diferenciales de la deuda porque con estos niveles «es difícil que surtan efecto». Sin citarlo, reclamaba al BCE más implicación para aliviar la tensión, bien comprando deuda o inyectando fondos en los bancos.

Anoche, al término de la reunión, Rajoy hizo un balance positivo para nuestro país. «En este momento, la sostenibilidad de la deuda pública está garantizada» explicó, tras lograr el apoyo de sus socios. Es un logro que hay que poner en el haber del presidente. Sólo queda ahora que el BCE responda como se le pide, porque ante el incierto desenlace del drama griego cuantos menos frentes tenga abiertos la UE mejor. 
epsimo y EL MUNDO

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