La Policía ha seguido múltiples vías, como una que situaba a los menores en Ayamonte y otra, en Tailandia
El
total hermetismo que se ha mantenido —y que sigue en parte— sobre la
búsqueda de Ruth y José no ha evitado los rumores y denuncias
malintencionadas que han complicado aún más, si cabe, la investigación.
Así lo pone de manifiesto el juez que instruye la causa, José Luis
Rodríguez Lainz, en el auto de levantamiento parcial del secreto del
sumario, decretado el pasado 9 de febrero, y al que ha tenido acceso
ABC.
Estas
pistas han llevado a la imputación «de varias personas por delitos de
denuncia falsa», manifesta el togado, que incluso hace referencia a que
se han recibido en el juzgado «cartas manuscritas cuya sóla lectura
dejaba en evidencia que carecían de la más mínima verosimilitud».
Frente
a estas señales desechables, han surgido otras más fiables que han
planteado retos serios a los efectivos encargados de la búsqueda. La
primera de ellas partió de una denuncia presentada por la Guardia Civil
de Ayamonte. Una señora manifestaba «con total fuerza de convicción»
haber visto en dos ocasiones en menos de una hora al hijo de Bretón,
José, en un bar cercano a la playa de Isla Canela. Iba acompañado de una
niña que daba el perfil, por su edad y apariencia, de poder ser su
hermana, Ruth. Con ellos, había un tercer niño.La denunciante incluso
llegó a sacar una fotografía del vehículo en el que iban los tres
menores.
«Finalmente,
de la información policial y el análisis del contenido de la denuncia
se dedujo que todo parecía apuntar a una incorrecta identificación»,
señala el togado en el escrito.
En
este sentido, la «complicadísima labor policial» para confirmar la
veracidad de dicha pista «ha permitido descartarla», tras identificar al
vehículo en el que iban los tres niños, así como a la madre, de
nacionalidad argentina.
La
segunda señal, extraña e inverosímil, fue la dejada por «un recurrente
tráfico de llamadas que conectaban al imputado con varios teléfonos
procedentes de Tailandia», según explica el auto. En la investigación
que se abrió sobre los contactos de José Bretón con una agencia de
viajes «no había la más mínima referencia a un proyecto de viaje» al
país asiático. Tampoco constaba noticia alguna «de que el imputado
pretendiera trasladarse allí por motivos laborales», apunta el juez.
Por
ello, esta línea de investigación «abría la inquietante puerta a la
posibilidad de que José Bretón hubiera pensado en este Estado, sin
convenio de extradición ni de cooperación judicial en materia penal,
para intentar ocultar a sus hijos».
Las
averiguaciones preliminares llevaban a descartar esta pista. «Una
simple búsqueda del número de abonado a través de Google dio como
resultado una empresa internacional dedicada a la exportación de piña en
conserva», relata Rodríguez Lainz. Pese a ello, «era ineludible su
investigación».
Final rocambolesco
Finalmente, la labor
de indagación vía Interpol sobre la procedencia del teléfono, «en una
situación de difícil trabajo de campo por las inundaciones que azotaron
Bangkok a finales del mes de octubre del año pasado», encontró una
inesperada respuesta. «Se trató de una mala lectura por parte del
Sistema Integrado de Interceptación Telefónica (Sitel) del origen de las
llamadas». Los números no eran otros sino teléfonos corporativos usados
por la Junta de Andalucía, «que todavía están pendientes de
identificación».
Estas
dos pistas (las de Ayamonte y Tailandia) fueron las que llevaron al
togado a mantener el secreto de las actuaciones, puesto que «era
necesario contrastar la verosimilitud» de dichas líneas de búsqueda,
además de «comprobar las posibles conexiones internacionales» del
encartado sin que trascendiera el rastreo.
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ABC

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