Lógico que piensen así, o simulen pensarlo, quienes han custodiado, como en mantillas, a un monstruo semejante
Los
jefazos de Instituciones Penitenciarias, o quien sea, tienen prisa, o
esa sensación dan. Hasta dentro de cuatro meses —finales de junio de
1992— no se cumplirán los 20 años de uno de los asesinatos más atroces,
execrables, odiosos, inhumanos y brutales que recuerda la historia de la
ignominia española: el de la niña Olga Sangrador. Los encargados de
velar por el cumplimiento de las condenas se han puesto nerviositos, o
eso aparentan. Con la celeridad del corzo —a más prisa, más vagar con
diligencia— se les ha encendido la lucecita de la ternura: ¿qué será,
deben pensar, de este pobre hombre que lleva ya 19 años en prisión por
«un accidente», que diría aquél, del que está tan arrepentido?
Lógico
que piensen así, o simulen pensarlo, quienes han custodiado, como en
mantillas, a un monstruo semejante con todas las de la ley y a costa del
contribuyente. A Valentín Tejero, aunque él se haya negado
sistemáticamente a ser un recluso normal —sabe muy bien que es un
delincuente de excepción—, no le ha faltado de nada en la cárcel de
Herrera de la Mancha: ni vigilancia exquisita, ni atención psicológica,
ni alimentación mejorable, ni comodidades de hotel con varias estrellas,
ni asesoría jurídica en cada paso, ni distracción oportuna. En un
momento llegó a trascender incluso, ignoro hasta qué punto fuera cierto,
que se había solicitado para el asesino de Olga una nueva identidad.
Todo un plan de agasajos en batería para un asesino despiadado. Ni un
lince ibérico en vías de extinción.
Todo
aquello que se le ha proporcionado al asesino con tanta diligencia —y
ello porque existe una ley inmoral e infame que hace de la reinserción
ciega la panacea del criminal en ascenso—, se le ha negado a las
víctimas —a la niña en primer lugar y a sus familiares de por vida— con
una crueldad y una injusticia a corto plazo que clama al cielo. ¿Dónde
están ahora aquellos legisladores de pacotilla? ¿Dónde aquellos jefazos
de Instituciones Penitenciarias que hace 19 años dieron permiso de fin
de semana a un delincuente tan peligroso? ¿Dónde el juez de Vigilancia
Penitenciaria que se pasó por la pernera los 4 casos de violación de
Valentín Tejero que tenía sobre la mesa? En nuevos puestos de
responsabilidad o gozando de pensiones vitalicias. Ninguno pagó jamás
por tamaña negligencia. ¡Malditos seáis por toda la eternidad, y que el
águila de Prometeo os devore las entrañas cada día dos veces!
A
la Audiencia de Valladolid le ha llegado ahora esta misma patata
caliente. Tiene que dilucidar si a este asesino, que en la cárcel se ha
convertido en un experto del derecho criminal —él mismo dirige con
autoridad a su propio abogado—, le pone en libertad dentro de unos días
con derecho a paro o pensión vitalicia, o amplía un poco más la condena,
o decide que la cumpla enterita. Aunque sobran argumentos para que
Valentín Tejero se pudra en la cárcel, lo sabremos en nada. No se trata,
después de 20 años, de «hallar palabras proporcionadas a un gran
dolor», como decía Séneca, sino de impartir justicia que, además de
serlo, lo parezca.
ABC
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