domingo, 19 de febrero de 2012

¡QUÉ DILIGENCIA!


Lógico que piensen así, o simulen pensarlo, quienes han custodiado, como en mantillas, a un monstruo semejante

Los jefazos de Instituciones Penitenciarias, o quien sea, tienen prisa, o esa sensación dan. Hasta dentro de cuatro meses —finales de junio de 1992— no se cumplirán los 20 años de uno de los asesinatos más atroces, execrables, odiosos, inhumanos y brutales que recuerda la historia de la ignominia española: el de la niña Olga Sangrador. Los encargados de velar por el cumplimiento de las condenas se han puesto nerviositos, o eso aparentan. Con la celeridad del corzo —a más prisa, más vagar con diligencia— se les ha encendido la lucecita de la ternura: ¿qué será, deben pensar, de este pobre hombre que lleva ya 19 años en prisión por «un accidente», que diría aquél, del que está tan arrepentido?
Lógico que piensen así, o simulen pensarlo, quienes han custodiado, como en mantillas, a un monstruo semejante con todas las de la ley y a costa del contribuyente. A Valentín Tejero, aunque él se haya negado sistemáticamente a ser un recluso normal —sabe muy bien que es un delincuente de excepción—, no le ha faltado de nada en la cárcel de Herrera de la Mancha: ni vigilancia exquisita, ni atención psicológica, ni alimentación mejorable, ni comodidades de hotel con varias estrellas, ni asesoría jurídica en cada paso, ni distracción oportuna. En un momento llegó a trascender incluso, ignoro hasta qué punto fuera cierto, que se había solicitado para el asesino de Olga una nueva identidad. Todo un plan de agasajos en batería para un asesino despiadado. Ni un lince ibérico en vías de extinción.
Todo aquello que se le ha proporcionado al asesino con tanta diligencia —y ello porque existe una ley inmoral e infame que hace de la reinserción ciega la panacea del criminal en ascenso—, se le ha negado a las víctimas —a la niña en primer lugar y a sus familiares de por vida— con una crueldad y una injusticia a corto plazo que clama al cielo. ¿Dónde están ahora aquellos legisladores de pacotilla? ¿Dónde aquellos jefazos de Instituciones Penitenciarias que hace 19 años dieron permiso de fin de semana a un delincuente tan peligroso? ¿Dónde el juez de Vigilancia Penitenciaria que se pasó por la pernera los 4 casos de violación de Valentín Tejero que tenía sobre la mesa? En nuevos puestos de responsabilidad o gozando de pensiones vitalicias. Ninguno pagó jamás por tamaña negligencia. ¡Malditos seáis por toda la eternidad, y que el águila de Prometeo os devore las entrañas cada día dos veces!
A la Audiencia de Valladolid le ha llegado ahora esta misma patata caliente. Tiene que dilucidar si a este asesino, que en la cárcel se ha convertido en un experto del derecho criminal —él mismo dirige con autoridad a su propio abogado—, le pone en libertad dentro de unos días con derecho a paro o pensión vitalicia, o amplía un poco más la condena, o decide que la cumpla enterita. Aunque sobran argumentos para que Valentín Tejero se pudra en la cárcel, lo sabremos en nada. No se trata, después de 20 años, de «hallar palabras proporcionadas a un gran dolor», como decía Séneca, sino de impartir justicia que, además de serlo, lo parezca.
 ABC

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