domingo, 1 de mayo de 2011

La prisión de Guantánamo es el gulag gringo, y Colombia debe aprender allí los peligros de la justicia fraudulenta.

El sistema logró formar un criadero de sapos de todos los colores.

El buró de las cárceles soviéticas llevaba la sigla Gulag: algo así como el Inpec colombiano. Eran tan inhumanas las condiciones de sus presidios, que gulag pasó a ser en numerosas lenguas, incluso el español, un sustantivo apto para designar las prisiones infames. En los últimos años, lamentablemente, los Estados Unidos se han empeñado en inventar otra palabra del mismo tenor: Guantánamo. Aunque menos horrible en número de casos y procedimientos que el gulag, el guantánamo gringo es una vergüenza para un país que tiene tantas cosas admirables y una afrenta para quienes defienden los derechos humanos.

Se sabía que este enclave colonial insertado en Cuba era secreto escenario de desafueros contra los acusados de pertenecer al terrorismo de Al Qaeda. Pero su verdadera dimensión solo empieza a conocerse ahora, debido a que WikiLeaks acaba de destapar 5.000 folios de archivos relacionados con el campo de concentración. Escalofría saber que no muy lejos de aquí y de Washington ocurren hoy u ocurrieron hace poco atropellos dignos del gulag soviético: un albañil afgano de solo 11 años fue encarcelado durante 24 meses sin razón alguna; un joven árabe canadiense está preso sin juicio desde el 2004, cuando tenía 14 años; un demente senil afgano de 89 años permaneció cuatro meses delirando; y, al lado de ellos, 30 locos, al menos siete suicidas, personas inocentes que no se sabe qué hacen allí, individuos cuyos expedientes, al ser revisados por un juez especial, resultaron deleznables "en un 90 por ciento"...

En total, las autoridades señalaron que 83 de los 789 reclusos de la isla no representaban riesgo alguno, y buena parte de los demás están acusados con pruebas raquíticas, que se habrían desechado en un proceso limpio. Por supuesto que también había y hay asesinos, terroristas y personajes siniestros. Pero aun ellos merecen un juicio justo, que se les negó por completo al principio y solo pasado un tiempo lograron mínimas garantías. Gracias a ellas y a WikiLeaks sabemos ahora lo que pasó.

Uno de los más repugnantes aspectos de Guantánamo es el sistema de acusaciones, endeble telaraña construida a partir de ligeras delaciones de cómplices y falsos testimonios obtenidos bajo tortura o estimulados por prebendas. El sistema logró formar un criadero de sapos de todos los colores. Muchos detenidos aceptaban señalar como sospechosos a otros -incluso de países distintos al suyo-, y los militares consideraban que tan precario aval bastaba para mantenerlos cautivos como animales. Apremiados por la angustia, el tormento o la oferta de beneficios, "230 reclusos delataron a sus compañeros" (El País, España, 28 de abril/2011). Es decir, uno de cada tres se convertía en gratuito acusador de su vecino. Todo valía: hasta los señalamientos de reos con graves problemas siquiátricos o de quienes aceptaban haber mentido en el interrogatorio. Un yemení delató a 123 (!!) compañeros de cárcel y ganó la libertad. Concluye el Herald Tribune (27 y 28 de abril/2011): "Las dudas nublan los expedientes"... "Las pruebas obtenidas bajo tortura y chismes sin verificar de otros reos llenan más de 700 archivos".

Colombia debe aprender de esta repudiable experiencia. Delaciones y testimonios cumplen un papel -a veces indispensable- en muchos procesos. Pero es altamente peligrosa una justicia construida a punta de sapos y declaraciones de delincuentes, que a menudo se contradicen o se echan atrás y rara vez aportan pruebas para respaldar sus afirmaciones. Merced a irresistibles beneficios y promesas de inmunidad, los criminales han adquirido en Colombia una categoría de faros de luz y dispensadores de justicia que ni siquiera merecen ciudadanos honestos y veraces, porque aun estos pueden equivocarse.

No imitemos los viciados procedimientos del campo de concentración inventado por George W. Bush, a quien algún tribunal internacional debería procesar por sus decisiones ilegales. Pero, eso sí, después de alojarlo un tiempo en Guantánamo, para que aprecie bien su obra.

Logo ElTiempo.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario