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El mayor centro de distribución de drogas de Buenos Aires
El anciano que toma el sol en la acera, se rasca la axila y bosteza. Le preguntamos qué sabe del asesinato de Rodrigo Ezcurra y él nos mira como si le hablásemos en chino.
El cuerpo sin vida del estudiante de 27 años fue hallado la madrugada del lunes, tirado en una zanja de las afueras de la Villa 1-11-14, un barrio de chabolas al oeste de Buenos Aires. La Policía Federal presume que Ezcurra había venido a comprar cocaína, pues era adicto y el polvillo que se vende en este lugar es de inigualable calidad.
Al día siguiente del asesinato, los federales lanzaron un operativo como pocas veces se ha visto en el asentamiento. Sin embargo, los contados vecinos que se animan a darnos los buenos días, no recuerdan que los agentes hayan rastrillado los callejones o subido a los tejados en busca de sospechosos.
Si hubiésemos preguntado a cada uno de los 75. 000 pobladores, la respuesta hubiera sido la misma: un encogimiento de hombros. En esta localidad que debe su curioso nombre a estar formada por tres "campamentos de emergencia" que se fusionaron en uno, la amnesia es un seguro de vida.
Los porteños de clase media o alta que le dan a la droga, la conocen como el 'shopping' (centro comercial) por ser el mayor centro de distribución de drogas de la capital y tal vez de toda Argentina. Antes de la muerte de Rodrigo Ezcurra, el consumidor pudiente pactaba un encuentro con su proveedor local o "satélite", en un lugar que debía ser siempre el mismo. Si se equivocaba de sitio o de horario –algo así pudo haberle sucedido al infortunado Ezcurra- su vida no valía un centavo.
En la Villa 1-11-14, el tráfico de estupefacientes funciona como una empresa jerarquizada en la que cada cual conoce su oficio y lo cumple disciplinadamente. El escalafón más bajo lo ocupan los niños o adolescentes que vigilan día y noche los accesos al barrio y dan la alarma si viene la Policía.
En un nivel superior se encuentran los pistoleros que llevan a cabo los ajustes de cuenta o las guerras que se libran por el control del mercado. Ellos habitan en una especie de limbo; los vecinos saben quienes son, pero es como si no existieran.
"Esos fantasmas están fuertemente armados. En el último allanamiento encontramos fusiles de asalto y granadas pero es mucho más lo que esconden", reveló a ELMUNDO.es un oficial de la División de Homicidios que trabajaba de forma encubierta en el barrio. Según este agente, con veinte años de servicio a cuestas, el capo máximo de la droga en Villa 1-14-11 es Marcos Antonio Estrada, un peruano de 47 años que maneja el negocio desde la cárcel.
"El sujeto levantó su imperio con la ayuda de su mujer, Silvina Salazar y de su suegra Lily Alarcón (ambas prófugas de la Justicia). Para convertirse en lo que es hoy, Marcos debió liquidar a Marcelo Ventura, un pez gordo que estaba vinculado al Cartel de Medellín. Nadie se atreve a mencionar su nombre en voz alta y si por casualidad se les escapa, de inmediato se persignan", cuenta el oficial.
La persona que nos sirvió de guía en la excursión no quiso que avanzáramos más allá de la tienda de comestibles, que se encuentra a tiro de piedra de la salida. Un paso en falso y terminábamos en el mismo zanjón donde hallaron al pobre Rodrigo Ezcurra.
El cuerpo sin vida del estudiante de 27 años fue hallado la madrugada del lunes, tirado en una zanja de las afueras de la Villa 1-11-14, un barrio de chabolas al oeste de Buenos Aires. La Policía Federal presume que Ezcurra había venido a comprar cocaína, pues era adicto y el polvillo que se vende en este lugar es de inigualable calidad.
Al día siguiente del asesinato, los federales lanzaron un operativo como pocas veces se ha visto en el asentamiento. Sin embargo, los contados vecinos que se animan a darnos los buenos días, no recuerdan que los agentes hayan rastrillado los callejones o subido a los tejados en busca de sospechosos.
Si hubiésemos preguntado a cada uno de los 75. 000 pobladores, la respuesta hubiera sido la misma: un encogimiento de hombros. En esta localidad que debe su curioso nombre a estar formada por tres "campamentos de emergencia" que se fusionaron en uno, la amnesia es un seguro de vida.
Los porteños de clase media o alta que le dan a la droga, la conocen como el 'shopping' (centro comercial) por ser el mayor centro de distribución de drogas de la capital y tal vez de toda Argentina. Antes de la muerte de Rodrigo Ezcurra, el consumidor pudiente pactaba un encuentro con su proveedor local o "satélite", en un lugar que debía ser siempre el mismo. Si se equivocaba de sitio o de horario –algo así pudo haberle sucedido al infortunado Ezcurra- su vida no valía un centavo.
En la Villa 1-11-14, el tráfico de estupefacientes funciona como una empresa jerarquizada en la que cada cual conoce su oficio y lo cumple disciplinadamente. El escalafón más bajo lo ocupan los niños o adolescentes que vigilan día y noche los accesos al barrio y dan la alarma si viene la Policía.
En un nivel superior se encuentran los pistoleros que llevan a cabo los ajustes de cuenta o las guerras que se libran por el control del mercado. Ellos habitan en una especie de limbo; los vecinos saben quienes son, pero es como si no existieran.
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La persona que nos sirvió de guía en la excursión no quiso que avanzáramos más allá de la tienda de comestibles, que se encuentra a tiro de piedra de la salida. Un paso en falso y terminábamos en el mismo zanjón donde hallaron al pobre Rodrigo Ezcurra.
EL MUNDO .es
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