A media mañana, un helicóptero de la policía aterrizaba en el pazo de
Baión. Sus dueños, Laureano Oubiña y su esposa, Esther Lago, ya estaban
en los calabozos cuando 12 agentes entraban en la inmensa propiedad
acompañados por Portabales, que fue haciendo su particular relato de los
lugares del pazo, como por ejemplo, el palomar, donde, según él, la
pareja de traficantes organizaba los envíos de hachís a Galicia.
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