lunes, 24 de septiembre de 2012

El nuevo refugio de Al-Qaeda

A tan sólo cuatro horas de vuelo desde Madrid, el norte de Malí se ha convertido en un peligroso campamento yihadista. 
  • Malí fue en su época un glorioso cruce de caminos que le dio relevancia cultural y comercial al entonces Imperio malí que dominaba todo el oeste africano entre el siglo XI y el XVI. La posterior colonización francesa a mitad del XVIII paralizó su desarrollo, hasta su independencia de Francia, en septiembre de 1960, cuando logró convertirse en la República de Malí, una democracia casi modélica en África. 
    Sin embargo, ahora sufre la amenaza de convertirse en un Estado fallido partido en dos, cuyo territorio del norte, Azawad, se disputa entre los nacionalistas de etnia tuareg y distintas marcas de la tenebrosa Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). No obstante, los últimos acontecimientos políticos aceleran la destrucción de esta joven democracia africana. Así, el pasado marzo un grupo de militares rebeldes impulsó un golpe de Estado y suspendió la Constitución de 1992. Los sublevados se ampararon en la incapacidad del Gobierno de Amadou Touré de solucionar la crisis en Azawad, donde los terroristas ya están aplicando la sharía, las normas integristas islámicas sin el control del ejecutivo de Bamako. No en vano, la fuerte presión internacional obligó a los militares sublevados a acelerar la transición democrática y Dioncounda Traore fue elegido presidente provisional el 12 de abril.
    Malí se encuentra entre los 25 países más pobres del mundo. Con una economía basada en la extracción de oro y otros metales –es el tercer exportador tras Sudáfrica y Ghana–, el cultivo del algodón –es el segundo exportador algodonero del continente por detrás de Egipto–, la agricultura y la pesca, pese a que el 65% de su territorio es desértico y depende de la ayuda extranjera. Cuenta con más de 14,5 millones de habitantes, un 30% de paro y una tasa de alfabetización de tan sólo el 31,1%. Otro dato: la población juvenil supone casi la mitad de la población malí, lo que podría suponer un riesgo a medio plazo para los países occidentales si AQMI talibaniza la región de Azawad y en el futuro termina dominando el resto del país. En 2004, la mayoría de inmigrantes subsaharianos que llegaban a España procedían de Malí.
    Talibanización del Magreb
    Un acontecimiento clave, que supuso un punto de inflexión, fue la explosión, por parte de los terroristas yihadistas, de las puertas de las tres mezquitas de Tombuctú, denominadas Las puertas del fin del mundo, donde destruyeron los 333 santos, un complejo declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988.
    Elisa Povedano, profesora de Historia del Arte de la Facultad de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid, describe la ciudad malí de Tombuctú como un asentamiento con una gran historia, convirtiéndose en una de las capitales intelectuales y espirituales del islam y que sirvió de nudo difusor de esta religión en todo el continente. Tombuctú se creó en el siglo V y fue sede de la universidad coránica de Sankoré.
    La destrucción de las mezquitas de Tombuctú fue una escena que ya se repitió en la ciudad afgana de Bamiyán, cuando hace 10 años los talibanes volaron las estatuas budas. Jorge Bolaños, analista del Ministerio de Defensa, interpreta estas acciones como propias del fundamentalismo: “Es lógico que una de sus primeras acciones haya sido destruir el tesoro cultural de Tombuctú. Como dejó escrito el antropólogo Jack Goody, la iconoclastia responde siempre al temor que suscite el ambiguo significado de las imágenes. Destruyéndolos se refuerza el poder propio, se eliminan lazos de unión, vínculos sociales en torno a los que se podría articular una respuesta de la población local para sacudirse esa dominación”. La profesora Povedano señala que los actos de devastación acaecidos en el norte de Malí persiguen la aculturación y “es una gran contradicción, pues es una ciudad que representa el avance del islam en África, pero que en la actualidad es considerada por los más estrictos seguidores del islam como pagana”.
    En Malí conviven principalmente seis etnias: un 50% de la población es mandé (bambaras, malinkés y soninkés); un 17%, peuls; un 12%, voltaics; y un 10%, moors y tuaregs entre otros. Estos últimos son los principales responsables de la inestabilidad que vive el norte del país, que, en su lucha por la liberación nacional de su etnia, estrecharon lazos con el conglomerado de grupos terroristas de corte islamista que se han adueñado del territorio. En cuanto a la fe religiosa de la población malí, un 90% es musulmana frente al 1% de cristianos, una minoría que está sufriendo las consecuencias del control del norte de Malí por parte del conglomerado terrorista. Según la agencia católica Aci, el director de Cáritas en Gao, Jean-Jacques, comunicó que la noche del 31 de marzo los terroristas que llegaron a la ciudad malí destruyeron la sede de la organización y su parroquia.
    Condominio yihadista
    Fernando Reinares, catedrático de Ciencia Política y Estudios sobre la Seguridad de la Universidad Rey Juan Carlos, explica el fenómeno terrorista en Azawad como “un verdadero condominio yihadista” con muchas diferencias entre sí y con un tamaño relativamente reducido. Reinares los clasifica en tres grupos. Se trata de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar al Din (AD) y el Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental (Muyao). “Tanto la desintegración del régimen de Muamar el Gadafi en Libia como el reciente golpe de Estado militar en Malí proporcionaron a los yihadistas la oportunidad que, facilitada asimismo por los errores en la estrategia del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad, les ha permitido someter a la población de Tombuctú, Gao, Kidal y otras localidades de la zona”.
    El analista de Defensa Jorge Bolaños confirma la gravedad de la situación en el norte de Malí: “Los grupos afines a Al-Qaeda se han hecho fuertes. Será difícil recuperar el control de esa región a corto plazo, incluso con intervención exterior”.
    Es por ello que la Unión Europea, a sabiendas del peligro que supondría la creación de un nuevo Afganistán en el norte de de África, ha enviado una misión en el Sahel para frenar la expansión de los grupos armados vinculados a Al-Qaeda: “En zonas geográficas tan sensibles para la seguridad occidental como el Cuerno de África o el Sahel”, según recoge un informe del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), dependiente del Ministerio de Defensa. La Misión Europea para la Generación de Capacidades en el Sahel (Eucap) se emplazó el 1 de agosto y fijó su cuartel general en Níger, país fronterizo con Malí, bajo el mando de Francisco Espinosa, coronel de la Guardia Civil. Sin embargo, no parece que los terroristas se dejen doblegar por el anuncio del inminente despliegue del operativo de seguridad europeo. “Ni Al-Qaeda ni Ansar Dine están dispuestos a desaprovechar la gran oportunidad que supone disponer de Azawad, con una extensión que supera la de Francia como centro de operaciones. Es una zona estratégica, cercana al Magreb, al golfo de Guinea, a los mayores productores de hidrocarburos del continente, no muy lejana de Europa...”, explica el especialista Bolaños.
    Sin duda, entre las luchas a las que habrá que hacer frente al conglomerado terrorista malí está su financiación, que en parte la obtiene gracias al tráfico de drogas. Los cárteles del narcotráfico sudamericano utilizan la ruta del Caribe a África occidental, aprovechando que está menos controlada y no hay fuerzas del orden ni radares. Entre los países receptores se encuentran Guinea Bissau y Guinea Conakry. Desde allí, mucha mercancía llega a Malí, además de otros países limítrofes, a través de medios aéreos y marítimos, convirtiéndose así en una verdadera plataforma logística para repartir la droga en vehículos terrestres y medios aéreos hacia España. Por todo ello, la misión Eucap deberá poner freno a AQMI para que no se asiente en el Magreb.

    • Intereconomía

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