Desde hace dos años, un Plan de Prevención evita la oferta y la demanda de estupefacientes en El Acebuche
Durante los contactos familiares, las salidas de los
internos y a través de los paquetes que reciben los presos diariamente.
Estas son las vías principales que se utilizan para intentar introducir
algún tipo de droga en las prisiones. Una práctica a la que cada día se
intenta poner freno desde prisiones como la de El Acebuche.
De hecho, en las últimas dos semanas han sido detenidas
tres personas, dos hombres y una mujer, por intentar introducir algún
tipo de estupefaciente en la prisión almeriense. Generalmente,
sustancias como benzodiacepina -tranquilizantes como Tranquimazín y
Transilium- y hachís, drogas más consumidas en la prisión.
Según fuentes de la prisión, las incautaciones de droga
dentro del centro alcanzan el medio centenar en lo que va de año.
«Generalmente, suelen ser pequeñas cantidades de hachís y algunas
pastillas sueltas de benzodiacepina». El motivo del consumo de este tipo
de sustancias es que «normalmente son los padres de los internos los
que intentan introducirlas. Por lo tanto, sólo pueden optar a conseguir
estupefacientes como el Tranquimazín, totalmente legales fuera de la
cárcel y muy económicos en relación a otro tipo de sustancias», indican
desde el centro.
Para frenar el consumo de drogas en El Acebuche, al
margen del trabajo que realizan la Guardia Civil y la Policía Nacional,
la dirección del centro penitenciario, en colaboración con la
subdirección médica del centro, trabaja desde 2010 para evitar que se
consuma droga en el interior de la prisión, así como para frenar el
tráfico de sustancias en los patios.
Para ello, la cárcel de El Acebuche ha introducido en un
mismo plan medidas que disuadan la introducción de sustancias
estupefacientes, un mayor control de la oferta y demanda de la droga, e
impulsar los programas sanitarios y terapéuticos.
Un objetivo que está dando buenos resultados a través de
un 'Plan de prevención de introducción y tráfico de drogas'. Un
proyecto, que fue pionero a nivel estatal, que integra los programas de
control, los terapéuticos y los sanitarios que hasta ahora ya se
desarrollaban, pero no de forma integrada. «No se trata de llevar a cabo
únicamente actuaciones represivas contra aquellos internos que
introduzcan droga en el centro, sino que se pretende potenciar los
mecanismos de mejora de la salud y crear un clima adecuado para la
convivencia», explica Miguel Ángel de la Cruz, director de El Acebuche.
Consecuencias a nivel penal
En cuanto a las medidas represoras se refiere, los
internos pueden tener consecuencias a nivel penal si introducen o
consumen droga en prisión. Puede conllevar a un aumento de la condena o
no tener acceso a los permisos de fines de semana, algo que ya se hace
pero que con el plan se ha endurecido. «Hemos trabajado en la
divulgación del plan, informando a las familias y a los internos de las
consecuencias jurídicas que derivan del consumo de droga en prisión»,
añade De la Cruz.
Casi el 70% de las personas que entran en prisión tienen
problemas de drogadicción. «La problemática se mantiene cuando entran,
pero mientras algunos piensan que la prisión es una vía de expectativas
para abandonar la drogadicción, otros quieren seguir», apuntó Miguel
Ángel de la Cruz, quien concretó que trabajan ya para controlar la
oferta y demanda de las sustancias y la atención sanitaria. «Aunque
siempre se ha pensado que la droga es una forma de mantener tranquilos a
los internos, lo cierto es que el efecto es totalmente contrario. Si
hay droga frustra a aquellos que quieren dejarla, se produce la
desinhibición y por tanto hay más posibilidades de peleas y conflictos»,
precisa el director de la prisión.
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