Antes
y después de las elecciones generales, José Antonio Griñán ha derramado
el suculento maná de sus subvenciones. Antes, porque, eventual perdedor
de los comicios, quería dejar bien forrados a los afines. Después, para
celebrar con euforia el triunfo.
Aparte de las subvenciones otorgadas a asociaciones y fundaciones para
los más pintorescos fines, las centrales sindicales UGT y CCOO han sido
las instituciones favorecidas por la generosidad de Griñán, con el
dinero de todos los andaluces.
Los cientos de millones de euros de la lotería Griñán han recaído sobre
UGT y CCOO para premiar la hostilidad de estos sindicatos hacia el PP y
agradecer los servicios prestados al PSOE. Un escándalo mayúsculo que
completa el de los eres, al que tampoco han sido ajenos los sindicatos.
Ni austeridad ni gaitas. A los amigos hay que seguir subvencionándolos
para que mantengan el apoyo a Griñán. La Andalucía subsidiada es la que
ha derrotado a Javier Arenas. Eso lo saben los socialistas desde hace
más de treinta años. Romero Robledo no pasó de ser una zapatilla rusa en
comparación con Chaves y Griñán en la compra de votos. Desde el PER a
las dádivas incesantes a los sindicatos, el PSOE se ha esforzado por
man-tener el voto cautivo en Andalucía. Y lo ha conseguido, aunque en
las últimas elecciones se haya visto obligado a compartir el poder y el
reparto de los enchufes con el partido comunista enmascarado tras las
siglas de Izquierda Unida.
Luis María ANSON
de la Real Academia Española
de la Real Academia Española
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