«A DIFERENCIA de lo que ocurre en otros países, el Gobierno de España
salió de unas elecciones, no es un gobierno tecnocrático y tiene una
mayoría clara en el Parlamento. Los inversores, los mercados, nuestros
socios, deben saber que tiene voluntad de llevar a cabo las reformas y
las va a ejecutar sin ningún tipo de duda». Así salía al paso ayer el
ministro de Economía, Luis de Guindos, ante el recrudecimiento de las
tensiones en el mercado de deuda en una entrevista con la agencia
Reuters.
La prima de riesgo llegó a los 392 puntos básicos, el
nivel más alto desde que Rajoy es presidente, después de que la subasta
del Tesoro se cerrara con menor demanda que las anteriores y
rentabilidades más altas. Fue la primera operación de financiación del
Estado una vez conocidos los Presupuestos y su resultado no sentó nada
bien en el Gobierno. Aunque la colocación de ayer se produjo en un
ambiente distinto al de las últimas subastas en toda Europa -el
riesgo-país de Francia también subió-, España sigue siendo motivo de
preocupación.
¿Por qué? Una de las razones está implícita en la
respuesta de Guindos a Reuters al recordar que el Gobierno popular no es
tecnocrático. Porque es cierto que aquel «España está dando motivos de
gran preocupación a Europa», con el que Mario Monti pretendió separar a
Italia de nuestro país y defender las reformas emprendidas por su
Gobierno, ha contribuido y mucho a enturbiar la imagen de España en los
mercados. No hay que olvidar que Monti -un primer ministro tecnócrata
que no ha sido elegido por los ciudadanos- tiene muchísimo predicamento
en Bruselas y en los círculos financieros.
Otra
razón hay que buscarla en la paradoja de los Presupuestos. Desde
distintos ámbitos políticos, económicos y financieros, se pidió a Rajoy
que las cuentas públicas sirvieran para realizar un duro ajuste de la
economía. Cuando así lo hace, bancos de inversión como Citi y Merrill
Lynch o el diario Financial Times, lo critican porque no van a impulsar
el crecimiento. Es cierto que Rajoy no realizó la mejor defensa al decir
que «no gustan a nadie», pero también hay que reconocer que sí parecen
bien encaminados para conseguir la ansiada reducción del déficit público
al 5,3% del PIB.
Pero, como manifestó Mario Draghi tras la
reunión del consejo del BCE al ser preguntado por el resultado de la
subasta española, «los mercados esperan más reformas». Y de nuevo nos
encontramos con la paradoja de que al Gobierno que más medidas de calado
ha puesto en marcha en menos tiempo se le exige un compromiso mucho
mayor. Rajoy necesita tiempo para que la reforma laboral empiece a
generar empleo, para que el nuevo sistema financiero vuelva a abrir el
grifo del crédito o para que los ajustes del sector público dinamicen al
sector privado. Pero la situación es tan crítica que no lo tiene.
En
ese contexto, podemos entender que los mercados no estén dispuestos a
conceder más margen al Gobierno. Pero no es de recibo que el PSOE que
nos metió de bruces en esta dramática coyuntura y que ha vivido
situaciones similares en sus últimos años de gobierno -con el episodio
de mayo de 2010 a la cabeza- se oponga de forma irresponsable a las
reformas. Tenía razón ayer el presidente al criticar que «los que más
protestan por los recortes» sean los causantes de tener que destinar
este año 29.000 millones al pago de intereses de la deuda y no, por
ejemplo, a la mejora de los servicios públicos.
La caída de las
bolsas de ayer y la escalada de las primas de riesgo indican que han
vuelto las dudas sobre toda la UE y España continúa estando en el centro
de la diana. Para salir de él hacen falta más reformas y desarrollarlas
con más rapidez. Rajoy no debe perder tiempo para culminar las
anunciadas y emprender ya la segunda oleada que anticipó el lunes a los
dirigentes de su partido.
epsimo y EL MUNDO

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