El cambio es imprescindible en Andalucía
EL CAMBIO es una necesidad en Andalucía no sólo por la mala gestión de
Chaves y Griñán en esta pasada legislatura sino, sobre todo, por el
lamentable espectáculo de corrupción y nepotismo que ha caracterizado
las tres décadas en el poder del PSOE en esta comunidad.
De poco pueden enorgullecerse los actuales gestores de una Andalucía con 1,3 millones de personas en paro, el 31% de la población activa, la tasa más alta de España. La economía andaluza, muy dependiente de los servicios y la construcción, se halla sumida en una profunda depresión desde hace cuatro años, lo que ha supuesto la destrucción de medio millón de puestos de trabajo. Por ello, resultan un sarcasmo las declaraciones de Griñán, que se presenta como el líder que puede sacar a esta región de la crisis.
En lo único que destaca Andalucía es en su impresionante aparato burocrático, con 253.000 funcionarios. Todo es superlativo en la Administración autonómica: 96 delegaciones provinciales, 263 altos cargos nombrados a dedo, 255 empresas públicas, 4.500 coches oficiales y 38.000 teléfonos móviles. A lo que se suma una deuda de unos 3.000 millones a los proveedores.
Griñán presume además de que Andalucía es la comunidad con mejores servicios en sanidad y educación, lo cual tampoco es cierto. Respecto a la primera, los recortes han hecho mella en la atención primaria y las urgencias hospitalarias. Y en cuanto a la educación, ahí están los resultados del informe PISA, que sitúa a la región en el furgón de cola del Estado.
Cuando en abril de 2009 Griñán tomó el relevo de Chaves, algunos albergaron la esperanza de una regeneración de la vida política, acompañada de una depuración de los dirigentes vinculados a prácticas de corrupción y tráfico de favores. Pero nada de esto ha sucedido. Ayer comentó a los periodistas que continuará como secretario general del PSOE andaluz si es derrotado, lo que supone un claro desafío a Rubalcaba con el que mantiene una difícil relación.
Griñán se ha visto atrapado en estos tres años en el tinglado clientelista montado por Chaves y Zarrías, que utilizaron los recursos públicos para engrasar el aparato del partido y enriquecer a sus amigos y aliados. Ahí están los numerosos escándalos que han salido a la luz en los últimos meses: los negocios del hijo de Chaves, Invercaria y, sobre todo, el fraude de los ERE, que es la perfecta ejemplificación de un régimen cleptocrático en el que el director general de Empleo y su chófer se gastaban el dinero de los parados en cocaína. Por todo ello y mucho más, los andaluces necesitan un cambio que ponga fin a esta nefasta etapa socialista, caracterizada por el despilfarro y la cultura de la subvención que tanto daño ha hecho. Esa alternativa es el PP y Javier Arenas, un político experimentado y fiable, con posiciones moderadas, que tiene las convicciones y el programa para dar un vuelco a esta situación.
Todas las encuestas coinciden en que ninguno de los tres partidos que aspiran a gobernar -Foro, PP y PSOE- tendrá la mayoría suficiente para hacerlo en solitario. Por lo tanto, existe el riesgo de que los resultados arrojen una relación de fuezas similar a la que existía cuando Cascos decidió convocar a las urnas hace dos meses.
De poco pueden enorgullecerse los actuales gestores de una Andalucía con 1,3 millones de personas en paro, el 31% de la población activa, la tasa más alta de España. La economía andaluza, muy dependiente de los servicios y la construcción, se halla sumida en una profunda depresión desde hace cuatro años, lo que ha supuesto la destrucción de medio millón de puestos de trabajo. Por ello, resultan un sarcasmo las declaraciones de Griñán, que se presenta como el líder que puede sacar a esta región de la crisis.
En lo único que destaca Andalucía es en su impresionante aparato burocrático, con 253.000 funcionarios. Todo es superlativo en la Administración autonómica: 96 delegaciones provinciales, 263 altos cargos nombrados a dedo, 255 empresas públicas, 4.500 coches oficiales y 38.000 teléfonos móviles. A lo que se suma una deuda de unos 3.000 millones a los proveedores.
Griñán presume además de que Andalucía es la comunidad con mejores servicios en sanidad y educación, lo cual tampoco es cierto. Respecto a la primera, los recortes han hecho mella en la atención primaria y las urgencias hospitalarias. Y en cuanto a la educación, ahí están los resultados del informe PISA, que sitúa a la región en el furgón de cola del Estado.
Cuando en abril de 2009 Griñán tomó el relevo de Chaves, algunos albergaron la esperanza de una regeneración de la vida política, acompañada de una depuración de los dirigentes vinculados a prácticas de corrupción y tráfico de favores. Pero nada de esto ha sucedido. Ayer comentó a los periodistas que continuará como secretario general del PSOE andaluz si es derrotado, lo que supone un claro desafío a Rubalcaba con el que mantiene una difícil relación.
Griñán se ha visto atrapado en estos tres años en el tinglado clientelista montado por Chaves y Zarrías, que utilizaron los recursos públicos para engrasar el aparato del partido y enriquecer a sus amigos y aliados. Ahí están los numerosos escándalos que han salido a la luz en los últimos meses: los negocios del hijo de Chaves, Invercaria y, sobre todo, el fraude de los ERE, que es la perfecta ejemplificación de un régimen cleptocrático en el que el director general de Empleo y su chófer se gastaban el dinero de los parados en cocaína. Por todo ello y mucho más, los andaluces necesitan un cambio que ponga fin a esta nefasta etapa socialista, caracterizada por el despilfarro y la cultura de la subvención que tanto daño ha hecho. Esa alternativa es el PP y Javier Arenas, un político experimentado y fiable, con posiciones moderadas, que tiene las convicciones y el programa para dar un vuelco a esta situación.
Todas las encuestas coinciden en que ninguno de los tres partidos que aspiran a gobernar -Foro, PP y PSOE- tendrá la mayoría suficiente para hacerlo en solitario. Por lo tanto, existe el riesgo de que los resultados arrojen una relación de fuezas similar a la que existía cuando Cascos decidió convocar a las urnas hace dos meses.
epsimo y EL MUNDO
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