Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta.
![](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_vYXyoR6ipwu_hHB1RzBF2qrvOaF66V6JKP55LqRzaeePt5W_es7Ue-_GsRP_14A8Cpl2urjASLHsLk4bbIEuwXwZs_qFebTegoTop40s27O745lhpuWiSXTjHan8VwEfp7oFIdba20KBxRJAS2dRlfjqlmzmGZmvylC9m4Oc7qEatJXpZCj_stTwV4rcOXyaWfDojQoJJ3F0268xzS6521cXGlkiiXzmXF14Z1gOevJjzxZr3Q3CNExOqvJqyHk9EDXxMb=s0-d)
Resulta
que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se lo
llevaba caliente a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba
tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y
en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando
un gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en
Audi, los funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba de ellos.
Eran los parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer
la compra en el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido
grupo de compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo de la
economía hasta llegar a lo que ahora hemos llegado.
Y ahora
que el asunto explota y se viene abajo, la culpa del desmadre… es de los
funcionarios. Los alcaldes, diputados y senadores que gobiernan la cosa
pública a cambio de una buena morterada no son responsable de nada y
nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que
ultracongelarnos, somos poco productivos. Los responsables bancarios que
prestaron dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo tampoco se
dan por aludidos. Todos los intermediarios inmobiliarios, especuladores,
amigos de alcalde y compañeros de partida de casino de diputado
provincial no tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría José
Mota: ¿Ellos? No. ¿Nosotros? Si. Siendo así que ellos? No. Por tanto,
nosotros? Si.
La culpa, según estos preclaros adalides de la
estupidez, es del juez, abogado del estado, inspector de hacienda,
administrador civil del estado que, en lugar de dedicarse a la
especulación inmobiliaria a toca teja, ha estado cinco o seis años
recluido en su habitación, pálido como un vampiro, con menos vida social
que una rata de laboratorio y tanto sexo como un chotacabras, para
preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado siempre incierto,
precedidas, como no podía ser de otra forma, de otros cinco arduos años
de carrera. Del profesor que ha sorteado destinos en pueblos que no
aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines que hacen lo que
les sale de los genitales porque sus progenitores han abdicado de sus
responsabilidades. Del auxiliar administrativo del Estado natural de
Écija y destinado en Barcelona que con un sueldo de 1000 euros paga un
alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente que un taxista que gana
3000 le diga joder, que suerte, funcionario.
La culpa es
nuestra. A poco que nos descuidemos nosotros los funcionarios seremos el
chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes,
políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital,
truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir
que sabían perfectamente que el asunto tarde o temprano tenía que
petar, pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de mientras
dure dura! y que ahora, con esa autoridad que da tener un rostro a
prueba de bomba, se pasan al otro lado del río y no sólo tienen recetas
para arreglar lo que ellos mismo ayudaron a estropear, sino que, además,
han llegado a la conclusión de que los culpables son... tachán...los
funcionarios.
Soy funcionario. Y además bastante
recalcitrante: tengo cinco títulos distintos. Ganados compitiendo en
buena lid contra miles de candidatos. ¿Y saben qué? No me avergüenzo de
nada. No debo nada a nadie (sólo a mi familia, maestros y profesores).
No tengo que pedir perdón. No me tocó la lotería. No gané el premio
gordo en una tómbola. No me expropiaron una finca. No me nombraron alto
cargo, director provincial ni vocal asesor por agitar un carnet político
que nunca he tenido.
Aprobé frente a tribunales formados por
ceñudos señores a los que no conocía de nada. En buena lid: sin concejal
proclive, pariente político, mano protectora ni favor de amigo. Después
de muchas noches de desvelos, angustias y desvaríos y con la sola e
inestimable compañía de mis santos cojones. Como tantos y tantos
compañeros anónimos repartidos por toda España a los que ahora algunos
mendaces quieren convertir, por arte de birli-birloque, en culpables de
la crisis.
Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta.
PD. Si alguien, en cualquier contexto, os reprocha -como es frecuente-
vuestra condición de funcionario os propongo el refinado argumento que
yo utilizo en estos casos, en memoria del gran Fernando Fernán-Gómez:
váyase Usted a la mierda, hombre, a la puta mierda.
SI eres funcionario pásalo a toda España. Si no lo eres y no estas de acuerdo, ¡váyase usted a la mierda!
No hay comentarios:
Publicar un comentario