lunes, 12 de diciembre de 2011

«Cuando cierre la narcosala nos quedaremos abandonados»


Su clausura, a finales de mes, condenará a sus 36.000 usuarios al año «a la marginación»

«Abandonados a nuestra suerte. Con los tratamientos a medias, tirados como una colilla y en pleno invierno. No hay derecho a que nos hagan esto; somos personas y, mal que les pese a algunos, enfermas...». Es la queja general del centenar de usuarios diarios de media del dispositivo de venopunción, bautizado como narcosala, que está a punto de echar el cierre.

El Gobierno regional, responsable de la decisión, argumenta que el perfil del drogodependiente ha cambiado y que, Las Barranquillas, en donde se levantó este recurso pionero en España hace más de once años, está afectado por un plan de erradicación del chabolismo del Ayuntamiento. Sin embargo, en el recurso sanitario, que se completa con un centro de emergencia con 40 camas, duchas, lavadoras, y donde se ofrecen cuatro comidas al día —«por lo que los usuarios somos muchos más»— no comparten dichos argumentos.

«Nos condenan a la más absoluta marginación. A mí me parece bien que se quite esto de aquí y que lo trasladen a Valdemingómez, que es donde está ahora todo este negocio», explican Santi y María en la puerta del recinto. «Ahí hace muchísima falta pues cada día van más de mil almas a buscar su dosis, eso sin contar con los toxicómanos más deteriorados que no salen del poblado y que son explotados por los narcos», explican desde la comisión de seguridad del distrito de Villa de Vallecas, cuyos miembros saben muy bien de qué va toda esa lacra. «En este lugar inmundo, quienes no tenemos nada, lo tenemos todo. Un sitio donde estar, alimento, atención médica, material estéril y el apoyo del batallón de profesionales que nos atiende». El objetivo de los sanitarios es evitar las conductas de riesgo y derivar a la red de reducción del daño a los pacientes.

Los últimos de la fila

«Engancharles a los tratamientos para que dejen de consumir. En Barranquillas estaban —y está aún una minoría— la población más deteriorada. Ese lugar les ha ofrecido dignidad y ahora no se les puede condenar al olvido: no hay nada similar en una red que no para de menguar, lo que supone un grave retroceso y sitúa a la región en el vagón de cola», subrayan trabajadores del sector. Mustafá, Laura, Abdelmaulá, Roberto van a diario a la narcosala. Medio centenar vive justo enfrente. «Estamos en fases distintas de deshabituación. Tenemos buen aspecto hoy, ¿qué pasará en unos meses?», se interrogan. «O seguiremos con la lucha o caeremos al hoyo. No deberían permitirlo».

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