Justo lo niega y se considera víctima de una especie de complot policial: “Yo llevaba una vida tranquila, pero los señores policías no han ‘parao’ hasta que me han vuelto a meter preso. Llevo veintidós años en la droga y soy consumidor; en mi casa venían amigos y consumíamos juntos, unas veces invitaba yo y otras ellos”.
Su hermano mantiene la misma versión. Sin embargo contra ellos existen los testimonios de varios policías que vigilaron la casa y detuvieron a un consumidor saliendo de allí con una popelina de ‘rebujao’ (lo detuvieron). Esta misma persona, que está citada en la causa como testigo protegido, no acudió al juicio que re reanudará este jueves con su presencia (se le ha vuelto a citar para que comparezca a las 11.30 ante el tribunal) o conducido por la policía; de ser así, se le imputará un delito de obstrucción a la justicia.Exfuncionario
Además existe el testimonio de un segundo testigo protegido, en paradero desconocido, un exfuncionario de prisiones adicto a las drogas, que acusa a Justo y a su hermano de abastecer a cerca de “trescientos yonquis” de Ciudad Real y comarca.Eso es al menos lo que dijo cuando denunció a Justo por amenazas en el mismo proceso. Esta persona que dio pie a la vigilancia de la calle Espino acusó al principal encausado de haberle amenazado con una pistola para que le abonase una supuesta deuda de 200 euros por transacciones anteriores, cuando según él “sólo le debía 40”.
Por estos hechos la fiscalía pide en sus conclusiones provisionales seis años de cárcel para Justo G.N.; cinco por el tráfico de drogas y uno más por las amenazas de muerte, y otros cinco años de prisión para su hermano José Carlos.
Atraco
A Justo G.N. conocido también como ‘El Loco’, se le acumulan las causas. Este jueves vuelve a la Sección Segunda de la Audiencia para ser juzgado por el último atraco que sufrió una farmacia de la capital, el ocurrido a principios de año en un establecimiento de la calle Bullaque.Se cree que es el varón que poco antes de las doce la mañana del 14 de enero entró, con la cara tapada por un pasamontañas y un cuchillo de grandes dimensiones, y abordó a la farmacéutica y a su auxiliar gritándoles que les diera rápido el dinero, ellas, incapaces de abrir la caja registradora, se quedaron paradas mientras el hombre arrancaba de cuajo el cajón con 650 euros, el botín.
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