Decenas de camiones tomaron las calles del Berlín llenos de ladrillos, escombros y cemento
La RDA tuvo que reaccionar. Su ya debilitada economía no podía soportar semejante «hemorragia» de ciudadanos, y en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, hace ahora justo 50 años, las autoridades reclutaban por la fuerza y de manera furtiva a cerca de 52.000 personas entre ciudadanos, albañiles, obreros, policías y soldados. Su objetivo: levantar lo antes posible el «muro de resistencia antifascista» para contener el flujo de inmigrantes que huían de la maltrecha economía soviética hacía floreciente paraíso capitalista que representaba la RFA.
Decenas de camiones tomaron las calles del Berlín Este llenas de ladrillos, escombros, cemento y alambres de púas, abundantes aún en los almacenes militares de la guerra. Nueve horas después, sin que les hubiera dado tiempo a quitarse las legañas de los ojos, los berlineses se levantaban con 69 puntos de control cerrados, 12 kilómetros de muro construidos y 155 kilómetros de alambrada provisional colocados en la frontera entre los dos sectores, en los que se apostaban cerca de 15.000 hombres armados de la Policía Popular.
De madrugada, por sopresa
Fue calificada como la «obra de albañilería más criticada de la historia reciente»
Aquello solo fue el primer golpe de una construcción que, durante los siguientes años, fue sufriendo continuas reestructuraciones y ampliaciones que la convirtieron en una verdadera obra de ingeniería bélica contra la fuga de personas, donde los avances tecnológicos estaban presentes. A las planchas de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura –que abarcaban más de 1.000 kilómetros con un interior formado por cables de acero para aumentar su resistencia–, se fueron sumando kilómetros y kilómetros de rejas de contacto que disparaban una alarma o una descarga eléctrica al que se acercara a ellas, torres de disparo automático operadas por células electrónicas, 131 bunkers, 272 áreas con perros policía o una «franja de control» («franja de la muerte»)perfectamente iluminada y vigilada por 289 torres con policías armados que, por si acaso, se encontraba además sembrada de minas antipersona.
El corresponsal de ABC en la zona la calificó como la «obra de albañilería más criticada de la historia reciente», que dio pie no sólo a que muchas familias cuya casa se encontraba en la línea de construcción del muro fueran desalojadas, sino a que más de 100 ciudadanos de Berlín Este murieran en un intento desesperado de cruzar al otro lados. Aproximadamente la mitad a causa de los disparos.
Peter Fechter, el primer martir
El más famoso fue precisamente el primero que lo intentó, el 17 de agosto de 1962, justo un año después: Peter Fechter, un obrero alemán de 18 que, junto a un amigo, se escondió en un taller cercano para atravesar la «franja de la muerte» y tratar de saltar la pared cercana al Checkpoint Charlie. Su amigo lo consiguió; el recibió un disparo en la pelvis que le hizo caer de nuevo en la franja, donde, a pesar de sus gritos, estuvo agonizando a la vista de los periodistas y vecinos, que no se atrevieron a rescatarle.
El Checkpoint Charlie es hoy punto de visita obligado para los turistas y centro de un Museo del Muro, al igual que la antigua estación de Friedrichstrasse, donde antiguamente el muro seccionaba los andenes, marcando el punto de destino para los berlineses orientales y de salida para lo occidentales. Tan cerca… y tan lejos.
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