El Estado no debe bajar la guardia contra ETA
Moody's, Trichet y el cuento de los tres cerditos
Esta contundente reacción del BCE alivió ayer a las bolsas y suavizó las primas de riesgo de España y otros países, que el día anterior se habían elevado al conocerse la noticia sobre el rating de Portugal. El BCE ha dado una respuesta adecuada -sin aludir a la agencia- a una decisión polémica, que levantó fuertes críticas en el ámbito político, con Durão Barroso a la cabeza. ¿Tiene razón de ser convertir a las agencias de calificación en el chivo expiatorio de los males de la crisis?
Creemos que algunas reacciones políticas han sido demagógicas. Calificar riesgos consiste en advertir a los inversores sobre la capacidad que tiene un emisor de deuda -empresa privada u organismo público- de cumplir sus compromisos en las condiciones y en el plazo previstos. El modelo actual se basa en unas empresas privadas, independientes -viven de lo que pagan las entidades calificadas- que funcionan en el libre mercado. Se ha acusado a las compañías de oligopolio porque las tres mayores dominan el mercado, y de favorecer la especulación en estos momentos de fuerte inestabilidad en los mercados. Pueden ser defectos del sistema menos malo posible a los que habrá que poner remedio, pero lo que no tiene sentido es apostar por la creación de una agencia europea sólo porque las que controlan el mercado son norteamericanas -¿tratará mejor a los estados de la UE sólo por eso?- y mucho menos propiciar una entidad pública para calificar -¿quién se va a fiar de una agencia que dependa de los políticos?-.
Este tipo de demagogia no nos lleva a ningún lado. Como la de miembros del Gobierno español, con Rubalcaba a la cabeza, que critican los sueldos desmesurados de los banqueros cuando el pasado 3 de junio el Consejo de Ministros aprobó la normativa de remuneración de directivos bancarios sin hacer referencia a ello.
En cierta forma, el mismo populismo ramplón que se ha vertido sobre Moody's se podría derivar hacia el BCE por volver a subir ayer los tipos de interés, hasta el 1,5%. ¿Por qué lo hace si la medida sólo beneficia a los países centrales de la UE y es muy perjudicial para los periféricos, empezando por los rescatados Grecia, Irlanda y Portugal? ¿Por qué no hemos visto a Durão Barroso ni a los ministros de economía de esos países, tampoco a Salgado, criticar a Trichet? Pues porque el BCE tiene la obligación de velar por la inflación en la zona del euro. Si ve que se acelera debe controlarla, aunque para ello obligue a las naciones que van más retrasadas a esfuerzos adicionales. Eso nos toca ahora a nosotros porque tipos de interés más altos encarecen la financiación en un momento de contracción del crédito tanto en los hogares como en las empresas.
Pero este sobreesfuerzo que nos impone el BCE no es culpa suya. Es que España no acaba de hacer los deberes. Hablando de los países periféricos de Europa quizá convendría recordar el cuento de los tres cerditos y el lobo. Las cabañas de los animales se vinieron abajo porque no tenían cimientos, no por la fuerza del soplido. Si el Gobierno construyera bien, ni Moody's ni Trichet supondrían un problema.
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Rubalcaba y su telonero
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