El interno fallecido compartía celda con otro preso, que ha manifestado a los funcionarios que no notó nada raro durante la noche
Notaron que algo iba mal en el recuento de las ocho de la mañana. Faltaba un interno. Un hombre cuyos apellidos corresponden a las iniciales V. P., veterano de las prisiones. Estaba en su celda de la cárcel provincial Jaén II. Muerto. Se investigan las circunstancias del fallecimiento, aunque los primeros datos recabados apuntan a una sobredosis como causa más probable.
El interno fallecido compartía celda con otro preso, que ha manifestado a los funcionarios que no notó nada raro durante la noche. Simplemente se acostaron cada uno en su catre y a la hora del recuento su compañero no se levantó.
El interno V.P. contaba con un amplio historial a sus espaldas. Vecino de Linares, donde era bien conocido también en círculos policiales. No era la primera vez que estaba en prisión. De hecho había vuelto «recientemente» a la cárcel tras pasar un periodo en libertad. Fuentes de la prisión han indicado que hace años un hermano suyo también murió en el interior del recinto penitenciario mientras cumplía condena.
Más de la mitad de la población reclusa del centro están ya en los módulos de respeto y en unidades terapéuticas en las que están dejando las drogas. Aún así, el índice de población reclusa que ingresa con hábitos de consumo de drogas (de varias drogas) es muy alto. Y la droga circula entre rejas. En la inmensa parte de los casos, los que meten la droga en la cárcel son familiares directos de los reclusos: la esposa, el hermano, la novia, la madre... o la abuela. Introducir en el centro penitenciario las pastillas tranquilizantes -o el hachís o la «coca»- es para ellos una prueba de amor, una cuestión de humanidad. Hay que ayudar al chico a sobrellevar el «mono», o simplemente hay una buena oportunidad de negocio dentro de la cárcel.
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