EL HOMENAJE que ayer se le tributó al etarra Gatza, excarcelado el miércoles, demuestra cuál es la verdadera cara de la izquierda abertzale. Los mismos que dicen estar dispuestos a abrazar la democracia y a condenar a los terroristas son los primeros en homenajearles. Los mismos que dicen estar enfrente de los asesinos son los que se colocan debajo de su balcón para jalearles.

En el festejo de ayer en Amorebieta en honor del asesino de dos personas había varios miembros de esa izquierda abertzale que ha apadrinado a Sortu. Es el caso de Tasio Erkizia. El portavoz de Batasuna fue quien negoció con los agentes de la Ertzaintza los términos del acto ilegal. ¿Cómo va a confiar la Democracia en la palabra de quienes dicen estar dispuestos a respetar las reglas de juego si ya antes de llegar a las instituciones demuestran su desprecio por la Ley celebrando manifestaciones prohibidas expresamente por las autoridades?

Gatza fue aclamado como «gudari» (soldado del pueblo) y se corearon gritos como «la lucha es el camino» o «golpear hasta ganar», en lo que constituye un evidente enaltecimiento del terrorismo y un desafío al Estado de Derecho. La Justicia debería abrir diligencias, más aún por cuanto podemos asistir en las próximas semanas a un goteo de actos similares, pues son muchos etarras los que ahora empiezan a cumplir sus condenas con arreglo al antiguo Código Penal.

Actos como el de ayer desmienten también el tono triunfalista de algunos miembros del Gobierno y de los socialistas vascos cuando se refieren al proceso abierto en la izquierda abertzale. El propio lehendakari, Patxi López, volvía a valorar ayer «positivamente» los supuestos pasos de los amigos de ETA y afirmaba que la Democracia no puede ser una ciudad amurallada «sin puertas de entrada» para quienes quieren integrarse en el sistema.

Ese empeño por ver brotes verdes entre los violentos no sólo se contradice con el homenaje a Gatza, sino con las investigaciones de la Policía y de los jueces. En el auto hecho público por Grande-Marlaska en relación a las últimas detenciones de terroristas, el magistrado explica que la banda tiene «un ambicioso proyecto estratégico» para fabricar y distribuir sus explosivos en España. Es decir, ETA sigue muy activa pese a la tregua.

Por otra parte, los etarras se jactan en su boletín de ser ellos quienes tutelan cada paso de la izquierda abertzale, desmienten actuar «obligados» por Batasuna y califican de «ensoñación» la posibilidad de que haya un final de la banda como consecuencia de la «victoria policial».

Lo primero que hay que exigir hoy a Sortu y a Bildu -la coalición en la que pretenden empotrarse los batasunos en las elecciones municipales- es que condenen el enaltecimiento del terrorismo que ayer protagonizaron centenares de abertzales a plena luz del día. Y al Gobierno, a los partidos políticos, a los jueces y a las Fuerzas de Seguridad cabe pedirles que no bajen la guardia. Cuando los corderos se prestan a aplaudir a los lobos es señal de que de corderos sólo tienen la piel.

La contradicción de Aznar, reflejo de las de Occidente

LAS CRÍTICAS de Aznar a la comunidad internacional por la intervención militar en Libia resultan sorprendentes. El principal argumento del ex presidente para oponerse a los ataques es que Gadafi es «amigo» de Occidente, como lo eran también Mubarak y Ben Alí. Por ello ha lamentado que las democracias les hayan dejado caer en Egipto y en Túnez, respectivamente.

Aznar, que siempre se ha mostrado como un hombre de firmes convicciones, parece anteponer por una vez el cálculo político y la conveniencia a los principios. Cuando Aznar apoyó la Guerra de Irak lo hizo invocando -además de las supuestas armas de destrucción masiva- la lucha por la libertad y la idea de que había que evitar que Sadam Husein masacrara a su pueblo. Son razones muy similares las que han llevado a la ONU -sin un solo voto en contra- a aprobar la intervención en Libia.

Pero quizás lo más chocante es que aún no hace ni dos semanas que el ex presidente del Gobierno defendió en Veo7 la operación internacional contra el régimen de Gadafi. Él mismo estableció entonces la similitud entre el sufrimiento del pueblo libio y el del iraquí, que sirvió en su día para justificar la intervención. «Yo pienso que todas las guerras son horribles, pero algunas son inevitables para evitar un mal mayor», adujo.

Tras el revuelo que ha seguido a sus manifestaciones, la Fundación Faes remitió ayer una «nota aclaratoria» para recordar que Aznar ha dado muestras sobradas de su apoyo a «las sociedades abiertas, la democracia y la libertad».

Sería demasiado simplista despachar sus manifestaciones en la Universidad de Columbia sin ahondar en ellas. De hecho, su contradicción no es mayor que la de la comunidad internacional, incapaz de saber qué hacer con Libia -y en general, con los países árabes- casi un mes después de haber ido a la guerra. La sensación dominante es la de que hay que echar a Gadafi, pero sin saber bien cómo ni cuándo, mientras la situación en el país se descompone y se acrecienta la sensación de que camina hacia la balcanización. Obama, Cameron y Sarkozy firmaron un artículo el viernes a favor de sacarle del poder, conscientes de que ese propósito excede el mandato de la ONU. ¿Quién se contradice más?

Aznar ha denunciado también el auxilio prestado a los difusos opositores libios mientras se hacía oídos sordos a los de Siria o Irán. En el fondo subyace la incoherencia de esa realpolitik en las relaciones internacionales que lleva a que Gadafi golpee a sus enemigos con las bombas de racimo que le vendió la pacifista España que ahora participa del dispositivo para impedirle que las use.

epsimo y EL MUNDO___________________

Amnistía Internacional confirma el uso de bombas de racimo españolas en Misrata

Las tropas leales a Gadafi lo niegan. Las bombas encontradas fueron fabricadas antes de 2007, año en el que España rubricó el acuerdo internacional que las prohíbe. El Gobierno asegura España fue el primer país en destruir las bombas de racimo.

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