Ha visto pasar cerca de su celda a presos «mediáticos» como el ex alcalde de Marbella Julián Muñoz, etarras que gozaron de algún beneficio penitenciario, pederastas, violadores, asesinos... Quizás por ello Miguel Francisco Montes Neiro nunca ha entendido por qué él no puede gozar ya de libertad, después de haber enlazado 34 años de condena, ninguna por delitos de sangre. En su caso, cada vez que ha pisado la calle ha huido, lo que ha alargado una situación que suma ya más de tres décadas, además de que los sustantivos cambios en el Código Penal no le han beneficiado. Este granadino de 60 años pisó una cárcel ceutí por primera vez el 7 de octubre de 1976 y, desde entonces, ha pasado su vida a la sombra.
El Papa se interesó por el caso
Su caso saltó a la primera plana de los periódicos en 1999, cuando una salvaje huelga de hambre le llevó a perder once kilos, a alimentarse solo de líquidos y a quedarse en un lamentable estado de deshidratación. Fue tal el dramatismo del asunto que recibió el interés directo del mismísimo Papa Juan Pablo II. La Oficina de El Vaticano llamó a su familia para saber qué empujaba a un hombre a provocarse la muerte en vida; también el obispo de Málaga, Antonio Dorado, intentó interceder en la decisión de Montes Neiro. No fue la primera vez que el llamado «preso en excelencia» por su abogado, Félix Ángel Martín García, utilizó esta forma de protesta para redirigir el foco a la que considera una situación «injusta»; tampoco ha sido la primera tentativa de suicidio. 34 años en prisión dan para mucho.
Durante su estancia en la cárcel, ha hecho varias huelgas de hambre
Lo cierto es que las explicaciones que le dio a la juez de lo Penal número 4 de Granada no fueron de lo más convincentes: declaró el pasado mes de enero que, afectado por el fallecimiento de su madre, tomó un calmante que le proporcionó la familia y que le provocó un estado de aturdimiento tal que permaneció en una de las habitaciones de la casa hasta la mañana siguiente. Estuvo en paradero desconocido desde el 16 de noviembre hasta el 11 de diciembre de 2009. Casi un mes prófugo de la Justicia (un delito de quebrantamiento de condena y custodia) castigado por la juez con otros seis meses que se suman a la inacabable condena de Montes Neiro.
Saldrá con 75
Según el último cálculo de penas pendientes, y a tenor de la última modificación del Código Penal -que no permite descontar los excesos en cumplimiento de prisión preventiva de causas distintas a las que se refieren-,este granadino, el preso común más antiguo de España, debería salir de la cárcel hacia el año 2025. Tendrá para entonces 75 años. «Que cometí delitos es cierto. Pero estoy convencido de haberlos pagado», escribió el reo en una misiva hecha pública hace dos años, sin negar que se ha fugado en diversas ocasiones como única vía para saborear la libertad, aunque sea por poco tiempo.
Su familia pide contemplación con Miguel, que pisará la calle cuando sea un anciano
Según su abogado, entre 1978 y 2006, su cliente ha pasado 1.400 días «evadido» de la Justicia. Y, con todo, se le deberían contabilizar 16.822 días en prisión provisional, es decir, 46 años y ocho meses. Razones más que sobradas para que no cejen en su empeño de pedir un indulto para este reo casi anciano y no dejen de interponer recursos ante las instancias judiciales. Su familia llegó a acudir al Tribunal de La Haya y también dos hermanas de Miguel y un sobrino se unieron a él en su huelga de hambre de 1999 como repulsa por «cómo trata el sistema judicial» a su pariente.
Enfermo y privado de libertad
En la actualidad, el estado de salud de Miguel es delicado, siguen coreando sus sacrificados familiares, como su hermana Encarnación. Fue operado de una tumoración en el cuello el pasado 12 de diciembre y también arrastra fuertes achaques y una fuerte depresión. Padeció dentro de prisión una grave hepatitis. Su defensa -y sus cartas publicadas así lo corroboran- aseguran que se arrepiente de sus acciones, al tiempo que lamenta que los delincuentes comunes como él no obtengan beneficios penitenciarios como otros reos, terroristas incluidos, que se reniegan de la violencia.
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