miércoles, 12 de enero de 2011

España tiene un cáncer que hay que extirpar y tiene nombre y apellidos: José Luis Rodríguez Zapatero.

Un dirigente indolente, incapaz de reconocer sus fracasos, que primero negaba la evidencia de la crisis más lacerante de la economía española de los últimos 90 años, que ha llevado el paro hasta cinco millones de personas, y que sólo reaccionó cuando se vio apremiado por la Unión Europea, pero de una forma tan tibia y voluntarista que los mercados desconfían de la economía española. La prueba más evidente es la evolución alcista del diferencial de tipos con Alemania, situado en los 270 puntos básicos, y que sólo el BCE consigue moderar a golpe de compras de deuda española para evitar la quiebra de nuestra economía. En estos días se echa la culpa a Portugal del castigo que está sufriendo la deuda española, pero lo cierto es que la cosa viene de atrás, y la cuestión tiene cada vez menos que ver con la situación real de la economía y más con la desconfianza creciente sobre la capacidad de este Gobierno para enderezar el rumbo.

Los mercados ya se han dado cuenta de que Zapatero miente más que habla, y que una cosa es lo que dice y otra muy distinta lo que hace. Al presidente se le llena la boca con las reformas estructurales. Lo dijo el lunes en el nuevo plató de los informativos de Antena 3 y ayer volvió a escenificarlo ante empresarios y sindicatos durante la presentación del Informe Económico 2010. Porque la reforma laboral que ha sacado adelante sirve para todo menos para crear empleo, que es lo que necesita el país. Después plantea una reforma de las pensiones que no convence a nadie para decirnos a continuación que no entrará en vigor hasta dentro de 15 años. ¿Así es como piensa tranquilizar a los mercados? Eso cree él desde su papanatismo, pero ya nadie le cree porque esto ya no es una crisis económica sino una crisis de confianza, y los mercados obran en consecuencia.

El voluntarismo optimista de Zapatero es enfermizo. Ayer, el presidente puso de manifiesto que la estrategia del Ejecutivo para reducir el déficit pasa, fundamentalmente, por un crecimiento económico generador de empleo que aporte más recursos a las arcas de Hacienda mediante el impulso de las reformas necesarias para lograr crecer a una tasa de entre el 2% y el 2,5% durante los próximos cinco años. Una boutade que se sustenta sobre una burda mentira. Las previsiones más optimistas del Gobierno sobre el crecimiento del PIB para 2011 se sitúan en el 1,3%, mientras que los distintos paneles de previsiones de los analistas sobre la economía española arrojan un consenso del 0,7% coincidente con las previsiones de la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional.

El optimismo ingenuo de Zapatero también se ha trasladado a la agenda de objetivos para 2020 que el Gobierno ha presentado en Bruselas: España confía en reducir el paro más que nadie y situar la tasa de empleo por encima de la de la UE. Algo inaudito cuando la tasa de paro duplica a la europea. Uno tras otro, los objetivos de este Gobierno son sistemáticamente inverosímiles, y lejos de infundir tranquilidad, se traducen en falta de credibilidad y desconfianza. La prueba de fuego será mañana, cuando el Tesoro español haga su primera emisión del año, un día después de su homólogo portugués. Financial Times sugiere que España y la Eurozona deben prepararse para un ataque contra la deuda española. Para echarse a temblar. Lo que el mercado demanda son medidas efectivas y no más dosis de voluntarismo como la desplegada ayer por Zapatero. Con otro Gobierno sería posible soñar, pero con éste hay que ponerse en la peor situación posible, que es lo que están haciendo los mercados. Y por el bien del país, lo mejor sería que Zapatero se fuera ya y convocara elecciones antes de arrastrarnos a la quiebra. Pero,por desgracia, no es probable que lo haga

  • Intereconomía

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