Zapatero abdica en un virtuoso del trabajo sucio
LA REMODELACIÓN del Gobierno llevada a cabo por Zapatero corrobora que todo es empeorable en esta vida. Los cambios efectuados demuestran que su proyecto está agotado, que no da más de sí, porque el nuevo Ejecutivo no sólo va a tener menos capacidad de gestión sino que además pierde lo poco que quedaba de impulso democrático y del primigenio talante de Zapatero.
En primer lugar, existe una gran distancia entre las razones que esgrimió ayer Zapatero para recomponer el Gobierno y las decisiones que ha adoptado. Si el motivo de la remodelación era la creación de empleo y la recuperación de la economía, como dijo el presidente, no se entiende que siga en el puesto una persona tan incompetente como Elena Salgado. Y menos todavía que nombre ministro de Trabajo a Valeriano Gómez, un sindicalista de UGT que secundó la huelga general y acudió a la manifestación contra la política del Gobierno. Dado que Zapatero ha dado a entender que está dispuesto a negociar el reglamento de la reforma laboral, Gómez es la persona idónea para dar marcha atrás y recomponer la relación con los sindicatos a costa de volver a encrespar los mercados.
Bien está, en cambio, la supresión de los ministerios de Vivienda e Igualdad, que supone la degradación de Bibiana Aído y Beatriz Corredor a secretarias de Estado. También podría haber integrado Ciencia y Tecnología en Industria y Cultura en Educación. Igualmente, ha dejado pasar la oportunidad de relevar a Chaves, sin ninguna utilidad en el Gobierno más que acrecentar el opresivo peso del pasado.
Parece acertado el nombramiento de Trinidad Jiménez en Exteriores, sustituyendo al irrelevante Moratinos, aunque suena a premio de consolación tras su derrota en las primarias de Madrid. A Leire Pajín le agradece los servicios prestados al promocionarla a Sanidad, un cargo para el que es más que dudoso que esté preparada. José Blanco pierde posibilidades de ser el sucesor, pero Zapatero le compensa al poner en sus manos la organización de las campañas del partido con el respetado Marcelino Iglesias de intermediario.
Pero todo ello es accesorio comparado con lo que representa la concentración de poder sin precedentes en la persona de Alfredo Pérez Rubalcaba, vicepresidente, ministro y portavoz, que, además, servirá de interlocutor al CNI, depositario de muchos de los secretos del Estado, y seguirá siendo el principal valedor de Elena Salgado. Zapatero recurrió ayer a la coartada de que es un hombre «que se expresa muy bien», cayendo en el mismo tópico de la falta de comunicación del que echan mano todos los dirigentes que son incapaces de asumir sus errores.
El presidente se ha entregado a un profesional del trabajo sucio como refleja su historial: desempeñó un activo papel para ocultar los crímenes de Estado en el último Gobierno de Felipe González, fue el incitador del acoso a las sedes del PP en 2004, el responsable de Interior cuando se produjo el chivatazo del Faisán y el hombre que sigue obstaculizando la acción de la Justicia que impulsan las víctimasdel 11-M. También resulta significativa la promoción de Ramón Jáuregui, otro veterano de la política que era delegado del Gobierno en el País Vasco y secretario del PSE cuando se crearon los GAL, aunque luego haya tenido una trayectoria digna en otros cometidos.
No resulta exagerado decir que Zapatero ha dejado España en manos de Rubalcaba al igual que los reyes depositaban el poder en manos de sus validos. Lo que el presidente ha hecho es abdicar de sus responsabilidades al ceder a una sola persona áreas de gobierno que antes estaban repartidas. Por ello, quedará muy resentida la imagen de neutralidad en el funcionamiento de la Administración que había conseguido la incansable vicepresidenta Fernández de la Vega, elogiada ayer hasta por el cardenal Rouco.
Aunque Rubalcaba fuera la persona más brillante del mundo y el ser humano más íntegro sobre el planeta, resultaría una equivocación colocar en las mismas manos las competencias de Interior, donde se ejercen políticas de Estado que requieren consenso, y las propias de un vicepresidente y un portavoz, en las que priman criterios de rentabilidad política y electoral. A partir de ahora, la lucha antiterrorista va a ser interpretada en clave partidista, como baza electoral de un Gobierno que puede estar tentado a legalizar a la izquierda abertzale, según se puede desprender de ciertos gestos del Ejecutivo. Sin ir más lejos, el presidente aprovechó la crisis para valorar como «determinante» la evolución del entorno de ETA y recalcar que sus mensajes «no van a ser en balde».¿A qué suena todo esto? Da la impresión de que Zapatero ha agotado su proyecto y confía en que le saque las castañas del fuego o le permita salvar los muebles un profesional de la política que representa todo lo contrario de lo que era su discurso cuando llegó al poder en 2004.
El Supremo asegura que «ha laminado el derecho de defensa»
epsimo y EL MUNDO____________________________________
Hola
ResponderEliminarMe llamo Paulina soy administradora de un directorio web/blog. Me ha gustado mucho tu blog de actualidad, busco intercambiar enlaces. Por ello, me encantaría contar con tu sitio en mi directorio, consiguiendo que mis visitantes entren también en tu web.
Si estás de acuerdo, házmelo saber al mail: p.cortez80@gmail.com ...indicandome la direccion de tu blog.
Suerte con tu web! :)
Pau