Cinco de los internos desoyen la orden de la banda de no colaborar en trabajos propios del centro penitenciario El anuncio de alto el fuego realizado ayer por ETA llega en un momento de debilidad para la banda, acosada por una estrategia antiterrorista del Gobierno en varios frentes. En uno de ellos, el penitenciario, la cárcel asturiana de Villabona se ha convertido en una de las piezas clave de la política del Ejecutivo, que la utiliza, junto con el penal aragonés de Zuera, como uno de los dos centros en los que se interna a los reclusos pertenecientes a ETA que se considera que están en disposición de alejarse de los postulados de la banda y, en último término, renunciar definitivamente a la violencia.
En algo más de dos años, el movimiento de presos etarras en Villabona ha sido continuo, con ingresos de terroristas que provenían de prisiones más alejadas del País Vasco como 'premio' a su posible rechazo a la violencia, y salidas tanto como 'castigo' en los casos en que no se ven cumplidos los objetivos como para hacer acercamientos a la cárcel de Nanclares de Oca, en Álava, donde se traslada a quienes se apartan de forma indubitada de los postulados del grupo terrorista. En medio de este goteo constante, el número de reclusos de ETA en la instalación asturiana no deja de crecer. Hace un año eran 18 y en los últimos doce meses esa cifra se llegó a incrementar un 33%, hasta los 24. En este momento son 23 tras el reciente traslado del activista Joseba Borde Gaztelumendi.
Un dato relevante sobre la relación de estos presos con la organización terrorista es que cinco de ellos están 'en destinos', expresión con la que se denomina a quienes ejercen trabajos propios del centro penitenciario, en el economato, la biblioteca o la lavandería, por ejemplo. ETA es tajante en sus instrucciones al colectivo de reclusos en su prohibición de que ejerzan ese tipo de labores, así que el hecho de que lo hagan evidencia su alejamiento de la banda.
El delegado del Gobierno en Asturias, Antonio Trevín, explica que «la política penitenciaria ha sido siempre un elemento que se ha tenido en cuenta dentro del conjunto de la política antiterrorista». Y dentro de ella, considera que «situaciones diferentes exigen tratamientos diferentes». Esas situaciones a las que se refiere, en cuanto que motivan acercamientos a Villabona o a Zuera por su cercanía al País Vasco, son, a juicio del representante del Ejecutivo central en el Principado, las de «quien se desvincula de la lucha armada y expresa un reconocimiento a las víctimas por el dolor que se les ha causado» y de «quienes están dispuestos a defender su proyecto político desde principios exclusivamente democráticos». «Estos son elementos fundamentales a la hora de poner en marcha determinadas medidas de internamiento», afirma Trevín.
El hecho de que vaya en continuo aumento el número de etarras trasladados a la cárcel asturiana porque se estima que podrían estar cercanos a las situaciones descritas «abre resquicios a nuevas esperanzas», según el delegado del Gobierno, pero siempre con una «total prudencia» por las complicaciones que supone siempre el entorno de la banda terrorista. Por ello, asegura, «En lo que sigue empeñado el Gobierno es en la desarticulación de los comandos y la identificación de los terroristas activos. Cada vez pasa menos tiempo desde que un terrorista está en activo hasta que entra en prisión, y saben que no les espera otro destino», remata Trevín.
Delitos de sangre
Entre los etarras detenidos de Villabona hay todo tipo de historiales delictivos, pero cada vez con más predominio de los condenados o acusados por delitos de sangre, ya que entre los últimos trasladados a la prisión asturiana hay varios integrantes de algunos de los comandos más activos de la banda. Uno de los que jugaron un papel más destacado en ETA fue José Luis Martín Carmona, 'Koldo', que fue jefe del 'comando Vizcaya' y responsable de asesinatos como el del guardia civil Benigno Villalobos o el del ertzaina Joseba Goikoetxea, además de haber intentado matar hasta en cinco ocasiones al entonces consejero de Interior del Gobierno vasco, Juan María Atutxa.
También desempeñaron una intensa actividad terrorista Ramón Aldasoro, primer etarra extraditado a España por Estados Unidos y condenado ya por el atentado con granadas contra la casa cuartel de Llodio y por el asesinato del general retirado del Ejército del Aire Luis Azcárraga, además de tener varias causas pendientes más por asesinato; Sebastián Etxaniz, 'Sebas', quien llegó a participar en una veintena de atentados saldados con 17 muertos entre los años 1981 y 1985, una de las épocas más sangrientas de la banda; Álvaro Arri, miembro del 'comando Madrid', responsable, entre otros delitos, del atentado cometido en 1994 en la madrileña plaza de Ramales, en el que fallecieron el teniente general Francisco Veguillas y otras dos personas; Gabriel Zabala, condenado por su participación en el atentado con coche-bomba perpetrado en 1992 en la madrileña Plaza de la Cruz Verde, en el que murieron cuatro militares y un radiotelegrafista civil, y resultaron heridas otras 12 personas; o Idoia Martínez García, 'Olga', una de las terroristas que integró el más sangriento 'comando Madrid' de la década de los noventa y que participó, aunque no fue autora material, en el asesinato del presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente, muerto a tiros en Madrid por el pistolero Jon Bienzobas en febrero de 1996.
Ibon Etxezarreta, el último etarra en ser trasladado a Villabona, está acusado de haber participado en los asesinatos de Juan María Jáuregi, José María Korta, Santiago Oleaga y Mikel Uribe, entre otros. Y no se quedan atrás en su cruenta 'hoja de servicios' para ETA Félix Zabarte, quien militó en el 'comando Vizcaya' que atentó en 1985 contra un convoy policial, matando a un agente e hiriendo a diez, y que también fue condenado por el asesinato del policía local de Lequeitio Juan Rodríguez Rosales; o Asier Ormazabal, autor del atentado en 1995 contra una oficina de DNI en el que asesinó a un agente de policía y otro resultó herido.
Un ex sacerdote
Dos de los presos de la cárcel asturiana, Kepa Solana y Juan Ignacio Delgado, intentaron atentar contra la vida del general Rodríguez Galindo. Y otro, Ismael Arrieta, que facilitó la comisión de un atentado que costó la vida a tres guardias civiles, llama la atención por su condición de ex sacerdote de Salvatierra. También cumple condena en Villabona una colaboradora del comando que secuestró a José María Aldaya y Cosme Delclaux, Sagrario Yoldi, que cocinaba para los secuestrados y que hizo de correo con el comando.
Una de las últimas incorporaciones al centro es la de Anartz Oiartzabal, que era el compañero de comando de Olaia Castresana cuando la etarra murió manipulando una bomba. Entre las rejas de Villabona coincide con Urko Labeaga, detenido en mayo de 1998 tras estallarle en las manos un artefacto que se disponía a colocar ante las oficinas de Telefónica en Guecho.
Completan la relación de etarras prisioneros en Asturias el ex integrante del 'comando Nafarroa' Sebastián Prieto; Javier Moreno y Olga Sanz, miembros de un comando de apoyo al 'talde' Vizcaya de finales de la década de los noventa; José Etxeberria, colaborador del 'comando Donosti' a principios de esa década; el ex tesorero de ETA José Ramón López de Abetxuko; Javier Sábada, autor de actos de violencia callejera; y dos condenados por el 'caso Ekin', que desarticuló un entramado de sociedades al servicio de la banda: Andoni Díaz Urrutia y Manuel Intxauspe.
El Comercio Digital (Asturias)__________________________La cifra de enfermos mentales en prisión se ha duplicado en una década
Una prisión dista de esos lugares de película, con celdas individuales y televisión a la carta. Una cárcel es un sitio lúgubre en invierno y estepario en ...
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Buscar una nueva vida
Javier Ruiz, funcionario de prisiones que colabora diariamente con los presos, explicó que «estos internos suelen entrar en una fase de arrepentimiento a ...
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