lunes, 6 de septiembre de 2010

Los asesinos de la banda terrorista ETA hacen el ridículo, humillan a sus seguidores, insatisfacen al Gobierno de Zapatero e indignan a los ciudadanos

Euskadi Información Global. Raúl González Zorrilla. San Sebastián
Tres fantoches encapuchados como si fueran miembros del Ku Kux Klan hablaron ayer en nombre de ETA para afirmar que la banda terrorista hace meses que decidió no realizar “acciones armadas ofensivas” y para recordar a amigos y enemigos que ellos son los únicos garantes del “proceso democrático” que, en su opinión desquiciada, aún hemos de vivir los ciudadanos vascos. Los asesinos, con un discurso cínico, en ocasiones inteligible y siempre delirante, se consideran a sí mismo como el corazón y el espíritu del País Vasco y demuestran, una vez más, que hace muchas décadas que en ETA no existe ningún atisbo de vida inteligente.
Pero a pesar de la estulticia y de la indignidad que rodea al comunicado de ETA, es innegable que éste tiene unas claras consecuencias políticas, especialmente para la autodenominada “izquierda abertzale” (que aspira a liberarse de la tutela de los asesinos para poder participar en las próximas elecciones municipales), y para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que durante los últimos meses ha hecho todo lo posible para, a través de Jesús Eguiguren, potenciar la influencia del sector de ETA-Batasuna más posibilista.
La banda terrorista ETA no tiene, ni remotamente, el convencimiento de que ha llegado su final. Su mensaje revela una cerrazón irracional y fanatizada que solamente se ha movido ligeramente, de una forma estratégica, para intentar que la ilegalizada Batasuna pueda estar presente en las próximas elecciones municipales. Pero, a estas alturas, este tipo de gestos vacuos por parte de los criminales ya no engañan a nadie y, de hecho, tampoco satisface a sus propios seguidores, que habían pedido a los asesinos un alto el fuego permanente sometido a la verificación internacional. Con su comunicado, ETA no solamente no abre la puerta electoral a Batasuna sino que obliga a este colectivo a tomar una decisión clara: o la “izquierda abertzale” señala pública y claramente que ETA no puede ser el guardián de ningún proceso político y que lo único urgente es que los terroristas entreguen las armas y se pongan a disposición de la justicia, o los voceros de los criminales deberán seguir padeciendo el ostracismo legal en el que han de vivir quienes no son capaces de defender los principios democráticos más elementales.
Pero la declaración etarra también tiene consecuencias para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y para la estrategia impulsada por éste, diseñada por Jesús Eguiguren, consistente en ceder posiciones y en ofertar beneficios penitenciarios, hasta la excarcelación definitiva, para los terroristas que rechacen la tutela de la banda. Resulta obvio que ETA no hace caso a sus presos más críticos, que ya superan los dos centenares, y también resulta fácilmente visible que la Batasuna más posibilista, potenciada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y representada por personajes como Joseba Permach, Rafael Díez o Arnaldo Otegi, tiene una nula capacidad de influencia sobre las decisiones de los victimarios.
Ante esta situación, y ante un comunicado etarra que, una vez más, es un insulto a la inteligencia, un escarnio a la decencia, un ultraje a las instituciones democráticas españoles y una ofensa a las víctimas del terrorismo, el Gobierno ha de suspender de inmediato su estrategia de impulsar la reinserción de los presos etarras y ha de indicar, con la mayor de las rotundidades, que los amigos de los terroristas no podrán estar presentes en las próximas elecciones si antes no condenan explícitamente a los asesinos o si, por el contrario, éstos renuncian a la violencia de una forma explícita, clara y permanente.
Diezmada por la eficaz actuación policial, perseguida en sus santuarios habituales, infiltrada por las fuerzas de seguridad, desestructurada, cuestionada por sus seguidores y absolutamente despreciada por la mayoría de los ciudadanos, ETA busca tiempo para reconstruirse, para captar nuevos militantes y para obtener nuevos recursos. Y no hay que darle opción a ello. Las ratas encapuchadas que ayer volvieron a escupir sus delirios integristas y totalitarios dejaron al descubierto cómo, hoy más que nunca, contra la banda terrorista solamente resulta efectivo la eficacia policial, la firmeza jurídica, el aislamiento político y la deslegitimación social y cultural. Todo lo demás es alimentar los huevos de la serpiente.

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