domingo, 19 de septiembre de 2010

La vieja Europa ante la 'cuestión zíngara'. España,

Un grupo de gitanos camina junto al muro construido en Michalovce (Efe).
Los vecinos de Michalovce, centro económico y cultural de la región eslovaca de Zemplin, han bregado lo suyo en las últimas semanas. Acaban de concluir la construcción de un muro de hormigón de 500 metros para evitar el paso de los gitanos que habitan en una aldea próxima a la ciudad. La iniciativa, que cuenta con el apoyo de las autoridades, es una burda imitación: durante el pasado año muros similares aislaron a los roms en las urbes de Ostrovany, Secovec, Lomnicka y Trebisov. Un acontecimiento significativo, ahora que las medidas de expulsión decretadas por el Elíseo contra miembros de la comunidad romaní han provocado un agrio enfrentamiento entre Francia y la Comisión Europea, cuya comisaria de Justicia ha llegado a compararlas con las deportaciones de la II Guerra Mundial. El debate está envenenado.

Aquellos hostiles a Sarkozy aluden a la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, que establece la libertad de movimientos y residencia: los ciudadanos de la Unión pueden habitar en otro estado un máximo de tres meses, a partir de los cuales deberán justificar su estancia con un empleo o algún arraigo familiar. Una premisa bajo la cual el Ejecutivo galo ha realizado sucesivas deportaciones voluntarias de gitanos desde 2007. Ayudas por retoño y financiación del viaje a cambio de abandonar la tierra prometida. La letra pequeña de la Directiva de Libertad de Movimientos permite a los países expulsar a ciudadanos de la Unión por motivos de seguridad, aunque estas expulsiones deberán ser de delincuentes, no de sus familias ni tampoco basadas en la pertenencia a un grupo social o etnia. En la Comisión ya se habla de “aplicación discriminatoria”. Mientras, la controversia generada por tan delicado asunto -este diario contactó con la Fundación Secretariado Gitano y con Unión Romaní sin obtener declaraciones al respecto- ha mostrado grietas en el seno de la UE y arrojado expresiones como “integración forzosa”, “hipocresía europea” o “cuestión zíngara”.

Se estima que en España residen entre 90.000 y 100.000 gitanos del Este, el triple que en Francia, aunque debido a su nomadismo es sumamente complicado calcular su número. La venta de chatarra y las campañas agrícolas son sus principales medios de vida, dado que la barrera idiomática reduce la posibilidad de que las mujeres trabajen en el servicio doméstico. Sin embargo, pese a los problemas crónicos de este colectivo -pobreza, exigua escolarización y formación muy deficiente- su situación se antoja privilegiada si la comparamos con la de los gitanos que habitan en estados de Europa Central y del Este.

Segundo estado más pobre de la Unión, Rumanía es sumamente hostil a los dos millones de gitanos que moran en el país. El 80% de ellos sobrevive con menos de cuatro dólares al día, su esperanza de vida es diez o quince años inferior a la del resto de la población, su índice de analfabetismo muy elevado y prácticamente no tienen contacto con los blancos. Su historia revela un pasado reciente espeluznante. Fueron esclavos hasta finales del siglo XIX y durante el telón de acero se les confinó en guetos, aislados del mundo por el régimen de Nicolae Ceausescu, que encerró a miles de niños roms en tenebrosos orfanatos. Los sucesores del líder comunista parecen conservar su aversión hacia esta minoría, un sentimiento que el canciller Teodor Baconschi resumió el pasado febrero en una frase: “Algunas comunidades rumanas tienen problemas psicológicos relacionados con la delincuencia, especialmente las comunidades gitanas”.

La educación, una tarea imposible

En el Este, la deplorable situación de los rom convierte los problemas de sus congéneres mediterráneos en una bagatela. Resulta reveladora una columna escrita por el ensayista Eszter Babarczy para el semanario húngaro HVG. Abordando la cuestión de la educación, señala que “las familias (gitanas) viven sin dinero líquido, a no ser que lo roben. Aparte de las donaciones y de lo que puedan construir o crear sobre la marcha, todo lo que deba pagarse -gasolina, material escolar, cursos de recuperación- les resulta inaccesible. Aunque los pequeños roms se esmeren en el colegio, ni siquiera ven a dónde les lleva ese esfuerzo: no pueden salir del pueblo porque no hay dinero para la residencia, el tren, los libros de texto. Educar a los roms adultos constituye una tarea igualmente imposible”.

Otras personalidades que participaron en el debate, como el economista János Stadler, sostienen que los prejuicios relativos a los roms se han desarrollado por su modo de vida “salvaje”, que ha perpetuado su pobreza y su aislamiento. Siguen viviendo según las reglas de los pueblos nómadas, “saquean los huertos o aparecen en un colegio y muelen a palos a la maestra”. “No basta con castigarles: es necesario cambiar su mentalidad”, concluye.

Durante el proceso de adhesión a la UE de Rumanía y Bulgaria, en 2007, decenas de miles de gitanos del Este vieron la oportunidad de emigrar a la Unión. Tras ingresar en el club europeo, ambos países recibieron millones de euros del Fondo Social y de los fondos FEDER para mejorar las condiciones de los roms, que constituían el 10% de su población. Según publicó el Financial Times, citando a fuentes de la Comisión, desde el año 2003 los países de la UE han obtenido 17.500 millones para emprender medidas que protegiesen a los gitanos y otras minorías “vulnerables”. En Bruselas se intuye que gran parte de ese dinero nunca llegó a su destino. Y, dado que, pese al tiempo transcurrido, la integración de este colectivo es una asignatura pendiente, Babarczy propuso en 2009 una solución más que polémica: “Contrariamente a la mayoría de los sociólogos, no me resultaría escandaloso reunir a los niños roms en internados. La familia rom que conozco bien la fundaron jóvenes educados en internados y reconocen haber escapado a la fuerza destructiva de su entorno”.

España, la xenofobia y la extrema derecha - J.A. Zarzalejos

No hay comentarios:

Publicar un comentario