viernes, 3 de septiembre de 2010

¿El indocumentado y balbuceante Ministro del paro como refuerzo del bachiller Montilla?

epsimo
Entre la crítica interna y la ocasión política
ZAPATERO inicia el curso político en situación más débil que nunca desde que es presidente. La continuidad de su Gobierno depende del PNV, a cuyas exigencias debe plegarse si quiere aprobar los Presupuestos, al mismo tiempo que aumenta la contestación interna de su liderazgo debido a que el PSOE tiene miedo a encadenar una serie de derrotas electorales, primero en Cataluña, después en las autonómicas y municipales, y finalmente en las generales. La realidad de Zapatero es tan apurada, que la necesidad de detener la hemorragia de votos le forzará a hacer una crisis de Gobierno. El pistoletazo de salida para este cambio lo dará hoy mismo la agrupación socialista de Hospitalet, al proponer a Celestino Corbacho para las listas del Parlamento catalán. El ministro de Trabajo será el número tres de Montilla, por lo que tendrá que dejar el Gobierno. Puesto que la continuidad de Trinidad Jiménez depende del resultado de las primarias que se celebrarán el 3 de octubre, Zapatero esperará hasta esa fecha para previsiblemente hacer una crisis más amplia, lo que por otro lado era una necesidad incuestionable desde hace meses, debido a la extrema debilidad que su equipo de Gobierno ha evidenciado en el último año. Un cambio de ministros es el mejor instrumento que tiene en su mano un presidente para tomar impulso político, aunque en este caso Zapatero lo hará forzado por las circunstancias, en medio de las tormentas internas que se han desatado en varias federaciones. Por una parte, en Madrid, donde el temor a una derrota más que segura ha sido el detonante de las primarias, derivadas de la rebelión de Tomás Gómez, al no estar dispuesto a obedecer la orden de renunciar a la candidatura a la Comunidad en beneficio de Trinidad Jiménez.
Por otra, en Valencia, donde Antonio Asunción, uno de los escasos políticos que presentó su dimisión voluntariamente para asumir la responsabilidad de la huida de Luis Roldán, entró ayer en liza anunciando que se presentará a las primarias para disputar al líder regional Alarte la candidatura del PSOE frente a Camps. Pero fue más allá al pedir primarias también para La Moncloa «si, transcurrido el tiempo, Zapatero no fuera el candidato ideal». Aunque Asunción lleve años alejado de la actividad diaria del partido, es evidente que pone el dedo en la llaga, tanto al impulsar una alternativa por la debilidad del PSOE en Valencia como al abrir el debate -hasta ahora sotto voce- acerca de si Zapatero es o no el caballo adecuado para las generales teniendo en cuenta el desgaste que reflejan las encuestas.
Tampoco en el PSE parecen estar muy contentos con Zapatero, por la negociación con el PNV para los Presupuestos. Si hace unos días era Patxi López quien pedía al presidente que demostrara «más fortaleza», ahora los diputados y junteros socialistas vascos han convocado un acto de «respaldo absoluto al lehendakari» con la idea central de «poner en valor que en el Congreso, el grupo más importante del País Vasco son los nueve diputados del PSE». Parece evidente que el mensaje va dirigido a Zapatero, tal vez porque los socialistas vascos no se acaban de fiar del presidente y lo creen capaz de plegarse al PNV y dejar vendido a López. Más allá de las cuitas internas, hay que buscar el denominador común de las crisis socialistas de Madrid, Cataluña, Valencia y el País Vasco en una poderosa razón de fondo. Las cuatro son comunidades en las que el PSOE ha sufrido o teme sufrir las consecuencias de la dependencia de Zapatero de los partidos nacionalistas. Por el miedo a la debacle, Corbacho ha de ir en auxilio de Montilla. Aunque no deja de tener su gracia que el PSC, después de la deriva nacionalista de esta legislatura, pretenda jugar ahora en la campaña la carta españolista
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el mundo_______________________

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