sábado, 15 de mayo de 2010

Entrenados para matar talibanes. Y el "mesías Obama"

Tres niños observan, entre curiosos y asustados, a un soldado norteamericano durante una misión de patrulla en una aldea del valle de Arghandab
Está vivo Osama bin Laden? El Pentágono resucitó la figura del millonario terrorista saudí, líder de la red Al Qaida, cuando puso a cero el contador para los dieciocho meses de plazo ofrecidos por Barack Obama para intentar reconducir la guerra.
«Lo necesitamos vivo o muerto», fue la declaración del general Stanley McChrystal y del embajador norteamericano en Kabul, Karl Eikenberry, en su última comparecencia ante el Congreso norteamericano, conscientes de que devolvían a los suyos el principal factor de motivación que les trajo hasta aquí. Una motivación imprescindible para unos hombres a los que diez años con los frentes afgano e iraquí abiertos está pasando una fuerte factura psicológica.
«Nunca olvidaré ese día. Yo vivía muy cerca de Nueva York y cada vez que entraba a la ciudad para ver a mis abuelos lo hacía por una carretera desde la que la vista de los rascacielos de Manhatan era soberbia. Después de los atentados me enojo cada vez que veo que nos faltan las Gemelas». El jefe de patrulla Matthew Menezes (26 años, Connecticut), se alistó en 2004 y esta es su cuarta misión. Tras pasar dos veces por Irak y otras dos por Afganistán asegura que «esto es más complicado porque se siente más cercano el odio de la gente, hay más ataques, más IED (artefactos explosivos improvisados)».
En este último año su patrulla ha sufrido dos atentados con IED y un tiroteo de cinco horas en el que por primera vez consiguió ver al enemigo, ya que «normalmente pelean como mujeres, disparan y corren, ponen el IED y se esconden», asegura Menezes.
Defender la patria
El capitán Jimmy Razuri (Florida, 33 años) es uno de los veteranos y tiene ya a sus espaldas dos misiones en Irak y tres en Afganistán. Es el responsable de velar por la motivación de los más jóvenes, a los que inculca que «nuestro trabajo es esencial para que jamás se repita un 11-S».
Se enteró de los atentados por la radio y algo en su interior le dijo que «pronto me va a tocar salir a defender a mi país». Y éste ha sido su trabajo desde entonces. Repasa las lecciones aprendidas y piensa que es el momento de corregir «el gran error cometido en Irak, donde intentamos solucionar los problemas de la población por nuestra cuenta, sin contar con los iraquíes».
El efecto 11-S sigue nutriendo las tropas de gente joven y preparada como el sargento Christopher Farrington (Maine, 24 años), que cumple su primera misión tras acabar su formación en la academia de West Point. Le entrenaron para matar talibanes y sobre el terreno se ha encontrado con una nueva estrategia que le obliga a dialogar con una población en la que «es muy difícil separar al civil del talibán. En una mano tienen la azada y en la otra el AK47».
Farrington lidera una base en uno de los bastiones talibanes en el valle de Arghandab, y su prioridad es «cuidar de los míos y para ello mantengo el equilibrio entre las nuevas reglas de enfrentamiento y la seguridad».
Luchando en español
La presencia hispana (mexicanos y puertorriqueños especialmente) es también muy importante en las fuerzas de combate norteamericanas, unos hispanos que encuentran en el Ejército «una oportunidad para cambiar de vida». Los atentados de Nueva York y Washington no les son ajenos y los sienten tan suyos como el resto.
El sargento Eduardo Loredo (Houston, 34 años) fue uno de los miles de militares que volaron en 2003 a Irak para descubrir las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. «A los pocos meses ya sabíamos que fue un error, pero aquí es distinto, aquí sabemos que los talibanes nos rodean, el enemigo está por todas partes». Se le dibuja una sonrisa en el rostro al preguntarle por la figura de Osama bin Laden, y prefiere no responder porque lo considera «un asunto más político que militar».

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ABC_______________________

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