sábado, 27 de marzo de 2010

CUANDO LO ANORMAL SE CONVIERTE EN NORMAL DENTRO DE LA CÁRCEL

En el interior de la cárcel, si el funcionario de prisiones levantára la cabeza y mirára a su alrededor vería que esta rodeado de anormalidad. De una anormalidad que se ha convertido en normal por el quehacer diario en su trabajo, por la rutina y por haberse introducido en su vida de forma paulatina y repetida, del mismo modo que una acepción incorrecta de una palabra termina siendo admitida por la Real Academia Española, sólo hay que lanzarla y dejar que el mal uso la consolide.
Cuando la anormalidad se convierte en normal, los funcionarios se encuentran ante dos posibilidades:
O estan ante una anormalidad general en la que no se produce ningún choque o fricción por esa aceptación incosciente del funcionario o hay una intencionalidad en ocultar, disfrazar y presentar como normal algo que no lo es.
En el primer caso, anormalidad generalizada, estaríamos ante una situación desestructurada en la que la falta de referencias y criterios podrían hacer que situaciones totalmente anormales aparecieran como normales, las cuales no supondrían alteración alguna de un contexto caracterizado por una especie de caos y desestructuración incoscientemente adptada.
En el segundo caso, cuando existe una agresión al funcionario estaríamos ante una situación totalmente distinta. Partimos de un contexto muy bien estructurado y organizado sobre un determinado supuesto, donde todo aquello que pueda atentar contra ese orden es apartado, marginado y ocultado de las formas más diversas; una de ellas, y de gran eficacia, es la apariencia de normalidad. Para conseguir este efecto, no se duda en cambiar lo extraordinario por lo ordinario, excepcional por lo común, lo infrecuente por lo habitual y lo anormal por lo normal. El resultado está claro, el orden establecido no se ve afectado y permanece en el tiempo, de manera que conforme se repiten las agresiones más reforzado queda.
Cuando lo anormal se convierte en normal, la reflexión del funcionario se convierte en justificación, de modo que la crítica se convierte en argumentación explicativa, y nos encontramos con frases como “es el precio que hay que pagar”, “en otros lugares están peor que nosotros”, “podría haber sido más grave”,... En esas circunstancias sólo hace falta la repetición para que la conducta o el planteamiento se consolide como normal.
Esta conjunción de lo habitual con lo normal es muy peligrosa, sobre todo en un periodo como el que vivimos en muchos de los órdenes sobre los que tradicionalmente se ha asentado nuestra profesión. La pequeña agitación que supone esta situación da entrada a conductas externas que no tienen porqué llegar a formar parte de nuestro día a día en la cárcel y que sólo tienen sentido como consecuencia de la agresión o del cambio como elementos dinamizadores, no estabilizadores.
Aqui tratamos de presentar la agresión al funcionario de prisiones tal y como es en realidad, quitándole toda la serie de capas que la cubren y desvistiéndola de los disfraces que en forma eufemismos, explicaciones y justificaciones, la han intentado presentar de las formas más diversas, ocultando siempre el núcleo del problema. Todos esos elementos superficiales han conseguido, finalmente, que aparezca como algo que puede ocurrir dentro de la normalidad, ni siquiera se reconoce que esté ocurriendo.
----------------------------
PD:. HACE UNOS DIAS NOS PREGUNTABAMOS SI EN EL FUNCIONARIO DE PRISIONES SE ESTA DANDO ALGÚN SINDROME AÚN NO DEFINIDO. PUEDE QUE CON LA EXPLICACIÓN ANTERIOR PODAMOS ENTENDER UN POCO MEJOR POR QUE DETERMINADAS SITUACIONES MUY GRAVES (COMO UN AGRESIÓN) LAS VEMOS POR LA RAPIDEZ Y CONTINUIDAD CON LAS QUE OCURREN EN NUESTRAS CÁRCELES, COMO ALGO QUE ENTRA DENTRO DE LO COTIDIANO, DE LO HABITUAL, DE LO NORMAL....
¡SEGUIREMOS BUSCANDO UNA EXPLICACIÓN! .
---------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario