lunes, 5 de noviembre de 2012

Los nuevos NiNis: ni trabajan ni están en el paro. Según el Servicio Público de Empleo Estatal son 4.833.500 parados; según la EPA, 5.778.100

Entre EPA y SEPE, extravío de un millón de parados fantasmas

Se busca a un millón de españoles que no existen. Los había detectado el radar de la EPA (Encuesta de Población Activa), pero los ha hecho desaparecer, como por arte de magia, el informe sobre desempleo del SEPE (el antiguo INEM) recién salido del horno. Teníamos 5.778.100 de parados apenas hace unas semanas con la EPA y han encogido hasta 4,8 millones esta misma mañana del 5 de noviembre de 2012, se conoce que como consecuencia de las lluvias del Dios de la cosa que no ha dejado de llorar sobre España.
La España bipolar
Este baile de cifras entre la EPA y el INEM, no es más que otro síntoma inequívoco de que vivimos en un país bipolar en el que nunca coinciden los números.
Éramos pocos, se nos acumulaban pocas incógnitas aritméticas (el número de manifestantes en cada convocatoria, el de catalanes dispuestos a romper la baraja, el de ingresos reales en los PGE, el de los gastos de Mas en Moscú, el del déficit al final del 2012, el de los agujeros de la teles públicas, el del aforo trágico del Madrid Arena, el de coches oficiales, el de chiringuitos en la Administración Central y las autonómicas, el del overbooking de asesores, la madre que nos parió), y resulta que ni siquiera nos salen las cuentas de un colectivo que, por su propia naturaleza trágicamente estática, o sea, condenado a estar parado, debería resultar muy sencillo de controlar a la hora de hacer inventario.
Una nueva especie de NiNis: ni trabajan ni están en paro
Un millón de fantasmas viven a partir de esta mañana entre dos mundos: los parados oficiales y los privilegiados españoles con trabajo. Son una nueva especie de NINIS (ni trabajan, ni todo lo contrario) que se pasean por las calles españolas como el protagonista de Ghost por las calles de Nueva York, gritándole desesperadamente a todo hijo de vecino que se cruza con ellos: "Eh, ¿no me oye, no me ve...? ¡Estoy aquí!"
Están ahí, en efecto. Los detecta la EPA, una especie de Anne Germain que todavía no ha fichado Tele 5, y le pone los pelos de punta a los españoles cuando les revela que estamos rozando los seis millones de parados, de muertos vivientes laborales, algunos de los cuales han empezado a considerar seriamente autoexpedirse un billete al más allá sólo de ida.
¿Por qué no se confecciona un inventario único y real de parados? Por mucho que duela la verdad, no tiene remedio. Estén dados de alta o no en el INEM, buscan trabajo desesperadamente.
No se les puede borrar de un plumazo porque hagan una efímera chapuza de año en año a cambio de unos euros; no es justo demonizarlos bajo la sospecha generalizada de que están cobrando miserias en negro; no se les debe ignorar para intentar suavizar el pronóstico del cáncer laborar galopante que padece España.
Los fantasmas del antiguo INEM
La opinión pública sabe que el INEM no contabiliza a los que han tirado la toalla (en el tercer trimestre de 2012 se han rendido 12 mil personas) tras varios años en busca del empleo perdido. Y que considera personas en activo a seres humanos que perciben 7 euros por día mientras realizan un curso de formación programado, en la mayoría de los casos absurdo e inútil. Que no contempla como desempleados a personas que buscan su primer trabajo o con contratos de menos de tres meses de duración o con subsidios agrarios de infrasupervivencia.
Los vas sumando, chavales que buscan trabajos durante sus estudios o al finalizarlos, seres humanos que hacen chapuzas esporádicas, o firman contratos inferiores a tres meses, o reciben un subsidio de subsistencia, o aceptan acudir a un curso de formación para evitar represalias, y te sale el millón de fantasmas del antiguo INEM (Servicio Público de Empleo), que por un lado no tienen trabajo en toda la dimensión de la palabra, pero por otro tampoco son parados.
Políticas Activas de Empleo
Entonces, ¿qué son? Muy buena pregunta. Ni ellos mismos lo saben. Amparo, casada, dos hijos, más cerca de los cuarenta que de los cincuenta, es una magnífica ex empleada del hogar agraciada con uno de esos cursos que pueden cambiar su vida: introducción a la informática.
Debe ser que los cerebros del Servicio Público de Empleo la están preparando para la demanda laboral de especialistas en las tareas de hogares equipados de domótica y nuevas tecnologías. Mientras dura el curso percibe 7 euros por jornada. Y se gasta cuatro de ellos al día para trasladarse en autobús al municipio donde se imparten las clases, a una decena de kilómetros del municipio en el que vive.
-¿Qué otra cosa puedo hacer? -le confiesa a Periodista Digital- Por un lado sé que estoy perdiendo el tiempo y, por otro, si me niego la asistenta social de mi Ayuntamiento me pone en la lista negra"
A cosas así, le siguen llamando engoladamente políticas activas de empleo. ¡Manda carallo!
 Periodista Digital

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